Opinión

Una oportunidad para pensar, para imaginar y para disfrutar

A pesar de que falleció hace ya cien años podemos afirmar con toda verdad que Franz Kafka sigue muy vivo entre nosotros. No sólo me refiero al adjetivo “kafkiano” con el que calificamos los comportamientos absurdos y angustiosos, sino también a la influencia de sus novelas, sobre todo, La metamorfosis, en los contenidos y en los estilos de obras de importantes autores como, por ejemplo, el argentino Jorge Luis Borges, el mejicano Juan Rulfo o el irlandés Flann O’Brien quienes también cuentan esos problemas de alienación originados por la complejidad de la burocracia y de la complicación tecnológica y –aún más- por el actual laberinto digital que sufrimos todos nosotros.
En La metamorfosis Kafka nos cuenta cómo Gregorio Samsa, tras levantarse una mañana con la intención de acudir a su trabajo, advierte que durante la noche se ha transformado en un monstruoso insecto. Por mucho que se esfuerza no logra ponerse en pie, atender a las actividades laborales ni establecer comunicación social y relaciones familiares. Todos temen que se extienda la noticia de que conviven con un monstruo y hasta su padre comienza a odiarlo.
Entre las diferentes interpretaciones que se han hecho de esta obra que mantiene una permanente actualidad, a mi juicio, las más serias son las que explican la mutua relación que se establece entre los problemas sociológicos y psicológicos, la interconexión de la imagen social que proyectamos y los trastornos mentales que aquella genera. En última instancia, puede ser la conclusión de que, en realidad, en muchas ocasiones somos como aparentamos ser.
En mi opinión, en estos momentos en los que la vida familiar, laboral, social y política nos quita el sueño y al mismo tiempo nos genera pesadillas, este relato tan irreal nos explica la influencia del nuevo modelo de vida en nuestras maneras de vivirlas, de digerirlas o de rechazarlas. Estoy convencido de que la relectura o la lectura de La Metamorfosis, además constituir el mejor homenaje a Kafka en el centenario de su fallecimiento, nos proporciona un oportuno estímulo para pensar y repensar sobre la vida, para imaginar nuestro futuro y para disfrutar leyendo. Es posible que también aporte valiosas sugerencias a los escritores decididos a tratar asuntos sobre este mundo, sobre los comportamientos sociales y políticos que, a veces, son tan absurdos, tan oníricos, tan irreales y tan angustiosos como el relatado en esta obra maestra.

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