Hay asuntos sobre los que las administraciones no pueden permanecer calladas. Son temas que nos pueden afectar a cualquiera, temas que tienen una repercusión directa en el ciudadano.
Llevamos tiempo publicando denuncias sobre falta de recursos materiales y humanos en el ámbito sanitario. Accidentes que se producen y ambulancias que acuden sin los medios suficientes. Personas que van al hospital y que terminan plasmando sus quejas por escrito después de soportar demasiadas horas de espera. Entre esas personas se han visto afectados niños con autismo a los que no se les prestó una atención especial.
Los ciudadanos sufren en primera persona estas carestías pero también los profesionales terminan afectados por una presión laboral que va empeorando si no se le pone remedio.
No es cuestión de que Ingesa esté saliendo públicamente cada vez que hay una denuncia a dar su versión. Entre otras cosas porque no hay día en el que no se publique una queja bien en medios de comunicación o bien en redes sociales. Pero sí debe hacerlo cuando las circunstancias superan cualquier límite o cuando el mismo déficit está en boca de todos.
Ingesa, al contrario, ha optado por callar. Ha optado por ni siquiera dar su versión cuando se le solicita pensando erróneamente que estas tempestades pasan o, peor aún, mostrando una desconsideración al no dar la importancia debida a lo que sí la tiene.
Porque importante es la queja de un padre cuyo hijo tiene un accidente de moto y ve la llegada de hasta 3 ambulancias sin médico. Porque importante es la hilera de personas que denuncian estar horas y horas esperando sin conseguir la atención debida llevándose como respuesta que hay falta de personal, de medios o la manida huelga.
Ni los sanitarios tienen por qué pagar la queja del usuario por una cadena que no funciona, ni los pacientes tienen por qué aguantar una falta de recursos y medios que conducen a estas situaciones extremas.
El silencio no es la mejor de las salidas aunque sea la elegida por Ingesa.