Opinión sobre la revista
Fui lector de la revista satírica El Jueves casi desde sus inicios, allá por 1977. Era un revista transgresora y divertida, que llegó a su esplendor con la incorporación en 1986 de un dibujante genial que firmaba con el nombre de Ivá. Fue el creador de Makinavaja e Historias de la puta mili, y solo estas dos historietas semanales merecían el precio de la revista. Había algún dibujante más de mérito, aunque también una buena parte de relleno zafio y sin gracia, que solo servía para rellenar páginas para completar el número.
Ramón Tosas, verdadero nombre de Ivá, falleció en accidente de automóvil en 1993. Tan sobresaliente y necesario era Ivá que El Jueves siguió publicando semanalmente sus historietas y muchos seguimos comprando la revista por volver a leer historietas que ya habíamos leído años atrás. Eran como las tiras de Mafalda: las leías cinco veces y cada vez encontrabas un detalle nuevo que las hacía tan frescas como la primera vez.
Ya en aquella época y tras la ausencia de su autor más transgresor e inteligente, El Jueves perdió buena parte de su interés y si no desapareció fue probablemente porque no tenía en España ningún tipo de competencia en su género.
Pero hubo un punto de inflexión que me hizo darme cuenta de la mediocridad a la que había llegado esta publicación, y de la falta de coraje intelectual de sus autores. En 2010, el dibujante danés Kurt Westergaard publicó una caricatura de Mahoma en el diario Jyllands-Posten. Por este motivo recibió infinidad de amenazas de muerte por parte de islamistas radicales, y hasta alguna de ellas se convirtió en tentativa de asesinato que a punto estuvo de costarle la vida.
Hubo una oleada de solidaridad hacia el dibujante danés por parte de todas las revistas satíricas de Europa y el mundo libre, que publicaron a su vez dibujos de Mahoma, a sabiendas del potencial riesgo que esto podía acarrear a las revistas y a sus autores. La revista francesa Charlie Hebdo publicó un número extraordinario de unas veinte páginas solo con caricaturas de Mahoma. Todos sabemos que la osadía costó la vida cinco años más tarde a doce de sus dibujantes, en el abominable atentado que conmocionó al mundo.
¿Qué hizo El Jueves tras las amenazas que recibió Westergaard por dibujar a Mahoma?
Cagarse, literalmente. No se atrevió dibujar a Mahoma, como sí hicieron sus colegas europeos, y así lo manifestó en su portada tratando de hacer un chiste con su propia cobardía. La revista que semanalmente se mofaba de la monarquía y de los miembros de la familia real, de los católicos, que tenía secciones semanales de dibujos jocosos de Dios, de Cristo y de todos los símbolos sagrados de los católicos no tuvo las agallas suficientes para hacer lo propio con los símbolos musulmanes, ni siquiera en solidaridad con su compañero danés.
Puedo comprender el legítimo derecho de sus dibujantes al miedo, entiendo que tengan familia e hijos, pero es de una hipocresía ruin tener el falso coraje de atacar a aquellos que nunca actuarán contra ellos (salvo con alguna querella que les servirá de trampolín publicitario), y no atreverse a hacerlo con los que les pueden poner de verdad las peras al cuarto.
Nadie te obliga a jugarte la vida: hay oficios muy dignos y con muy poco riesgo, como el de peluquero o sexador de pollos, pero si te lanzas al atrevido trabajo de la transgresión y ataque al poderoso hay que mostrar un mínimo de coherencia. Mi decepción fue mayúscula y jamás volví a comprar El Jueves.
Con el sainete catalán del “prucés”, ese intento de golpe de Estado xenófobo y supremacista alimentado desde la burguesía catalana, ha pasado algo parecido. Mientras que Charlie Hebdo y otras revistas satíricas europeas se han mofado en portada y sin piedad de los reaccionarios independentistas, El Jueves se ha posicionado sin fisuras a su favor, pues la Generalitat es la teta que les da de mamar.
Algunos de los dibujantes de El Jueves colaboran también con publicaciones subvencionadas por la Generalitat, por lo que no es de extrañar su querencia y afección al “régimen” de Puigdemont, Junqueras y los Jordis. Menudos transgresores estos chicos de El Jueves.
Los gilipoyas del 2017
En su último número han publicado en portada unas cuantas caricaturas de los que han declarado “Los gilipollas de 2017”.
Sin quitarles sobrados méritos para tal galardón a muchos de los personajes elegidos (cuyo curioso único rasgo en común es su declarado antiindependentismo) llama la atención que por el contrario no figure entre ellos ningún político catalán secesionista, como si no hubiera entre ellos personajes con suficientes y trabajados méritos para ser acreedores a tan preciado reconocimiento.
Es injusto el olvido para el ínclito Puigdemont, que se ha convertido con su salero en la atracción de feria de la Grande Place de Bruselas, o para Rufián, simpatiquísimo bufón del Congreso, o para los Jordis, el dúo Sacapuntas del independentismo, o Rull y Turull, que son como los Hernández y Fernández de las aventuras de Tintín, o Anna Gabriel, máximo exponente del glamour versallesco de la nueva República Catalana…
En fin, que a los de El Jueves a la hora de elaborar la lista o se les han olvidado o ni les conocen, por lo que tengo el honor de otorgar a su redacción en pleno, con mención cum laude y distinción “lameculos del govern”, el prestigiosísimo reconocimiento de “Gilipollas del 2017”.