Mi nombre es Enrique Dotor Roldán y escribo esta carta al director para dar a conocer algo que me ha ocurrido y que podría haberle pasado a cualquier ciudadano.
Era voluntario de la Protectora de Animales hasta el momento en que ocurrió el caso de rabia que, por desgracia, azotó a nuestra ciudad. Dedicaba varias horas al día varias veces a la semana para ayudar a nuestros amigos los peludos. Y como quería seguir siendo voluntario pensé cómo ayudar a los animales que habían estado en reclusión durante seis meses. Me di cuenta que los animales considerados PPP o Perros Potencialmente Peligrosos eran los que menos tiempo pasaban paseando y por eso decidí sacarme la licencia para poder sacarlos a pasear una vez que acabara el plazo de la clausura de la Protectora. Y fui ahí donde empezó mi odisea. Comencé con el papeleo, saqué mi reconocimiento médico, mis fotos, el certificado de penales y, además, un seguro. Me pidieron un escrito en el que la Protectora tenía que certificar que iba a pasear a los perros. Puse manos a la obra y hablé con responsables de la Protectora pidiendo que me hicieran tal escrito, a lo que me respondieron que tenían que hablar con Sanidad. Con paciencia esperé, pero con los días todo seguía igual. Hice acto de presencia en Sanidad y pregunto si había algún problema para que me dieran el papel, a lo que me dicen que sin problema, que me lo deben hacer en Protectora. Volví a hablar con sus responsables y me volvieron a decir que tenía que hablar con Sanidad. Después de casi dos meses y medio sigo sin respuesta, ni siquiera un ‘No te hacemos el escrito por tal causa….’.
La ilusión que pone un voluntario tiene fin cuando se le cierran las puertas sin explicación, pasan los días y no se le ve salida.