Cuando me dirigía con mi mujer hacia el cementerio de Santa Catalina a llevarle flores a la madre de mi esposa, que Dios la tenga en su Santa gloria, me hizo una confesión que por el dramatismo y todo lo que lleva consigo os lo voy a redactar seguidamente.
Todas las tardes se reúnen unas pocas de mujeres para pasar la tarde. Entre juegos de mesas como el parchís, las damas, el tute y un largo etc., piden incluso su merienda, apareció llorando una pobre mujer que se dedica a la venta de los cupones de la Cruz roja. Por cierto que esta entidad está dedicada a ayudar a las personas desfavorecidas de nuestra localidad de Ceuta gracias a la venta de los boletos que aquí se llama la venta de los cupones de la Cruz roja. Que por el módico precio de setenta y cinco céntimos puede llevarse la persona afortunada que tenga la combinación numérica correcta, tres dígitos, la no despreciable cifra de tres cientos setenta y cinco euros. Y si tan solo coge dos cifras pues se reduciría el premio a siete con cincuentena euros. Así pueden ganarse la vida con un paquete que al venderlo tienen una gratificación. Es una forma de ganarse la vida. Y a ella más. Ya que tiene también el marido con una enfermedad mala. Informó a todas las presentes que le habían llamado desde Córdoba donde su hijo iba a disputar un partido de fútbol y que había tenido un accidente de tráfico. Que lo único que disponía para hacer el viaje era lo que sacara del paquete que llevaba íntegro.
Todas las presentes se miraron y se encomendaron como en el célebre pueblo español de FuenteOvejuna (Córdoba) para comprarle, cada una con el poder adquisitivo y disponibilidad que tuvieran y en un periquete pudo terminar las listas que llevaba. Una forma solidaria de ayudar ante un mal que a todos nos puede venir. La mujer empezó a llorar y dar gracias a cada una de las mujeres asistentes. Y fue cuando nos confesó que le había afectado en toda la cara y que le había dejado echo un Cristo. Con lo guapo que era mi hijo. Todas en conjunto le dijimos que hoy en día hay muy buenos médicos y que no se debía de preocupar por nada. Sólo en preparar la maleta y los billetes para emprender el viaje para estar junto a su hijo. Siguió los lloriqueos que contagió a casi todas las asistentes. Anoche me acordé de ella y le recé con todas mis fuerzas a todos los Santos que tengo disponibles. Yo creo que le irá bien.