¿Quién no ha visto El Padrino? ¿Quién no ha oído hablar de la mafia? ¿Y de la cosa nostra? ¿Sabéis lo que es una mordida? ¿Qué significa prevaricar? ¿Os han quitado una multa por tener un amigo? ¿Conocéis a alguien que gane mucho dinero y sus hijos tengan becas? ¿Qué es el tráfico de influencias? ¿Y el enchufe?.
Quién no tiene padrino no se bautiza dicen las malas lenguas.
Al Capone soñó en trasladar a Ceuta todo lo que había logrado en en el Chicago que lo vio nacer.
Soñó el mafioso más famoso de la historia controlar jueces, políticos, empresarios, funcionarios, iglesia, deportes, casa de apuestas y todo lo imaginable. Tenía la habilidad de salir ileso. Estaba pertrechado por todos los sitios y la omertá era el chaleco antibalas que vestía.
La ley del silencio era el código de honor siciliano que prohibía informar sobre las actividades delictivas consideradas asuntos que incumben a las personas implicadas.
Capone pensó en Ceuta e ideó estrategias para ensayar en la ciudad un modelo de trabajo que formaría a los nuevos miembros de la banda.
Se encontró con una buena tierra de cultivo. Las casas de Emvicesa concedidas a Ciudadanos con muchos posibles, las multas que harían desaparecer los funcionarios a cambio de “ vaya usted a saber” , la empresa que vende mármol para el firme de las aceras que produce caídas de la ciudadanía, los que asesoraron la flora del Parque de Santa Catalina, las oposiciones municipales, las farolas millonarias, los traficantes intocables que todos conocemos, la elaboración de listas para ofertas de trabajo, subvenciones a medios de comunicación, los planes de empleo, la limpieza en los barrios, los 35.0000 euros que se dedicarán al nuevo parque de perros, las calles levantadas y todo lo que convive en nuestras mismas narices.
La omertá, el miedo, la amenaza, y la mudez pscológica, el punto en boca, el silencio de los corderos.
Menos mal que sólo fue un sueño de Scarface (cara cortada, el apodo del que hubiera sido el Al Capone ceutí).