Colaboraciones

En el Banco de la paciencia

Apremiado por los intereses del préstamo hipotecario decidí acudir a la familia. Hacienda permite recibir de familiares préstamos sin intereses de una cantidad que no clame al cielo.

Como alguna que otra vez pensé en mi tía Adela que siempre era una tabla de salvación en cualquier apuro; ella es mi segunda madre desde hace 58 años.

No dudó ni por un instante dejarme el dinero para burlar los intereses usureros de la banca que seguían multiplicándose cada dos por tres.

La historia de la transacción recuerda a cualquier película de Almodóvar o relato de “realismo mágico” que confunde lo que sucede con lo imposible.

Así, después de intentar resolver la operación por el móvil desgañitándose a hablar con una grabación de la Caixa, no consiguió Adela sus propósitos. Tampoco recibió la llamada del asesor asignado para cualquier asunto de la entidad.

Moví cielo con tierra para que mi tía no tuviera que desplazarse a la sucursal: hablé con empleados de la entidad, estuve en todos los cajeros del pueblo, utilicé los recursos telefónicos gastándome una pasta; eso sí: “Buenos días señor Antón, encantados de atenderle. Pulse 1 si desea información de sus cuentas, pulse 2 si quiere conocer su saldo, pulse 3 si desea información sobre los fondos de pensiones, pulse cuatro si quiere saber qué toro mató a Manolete”. A la media hora otra voz metalizada y sorda anunciaba que como no me habían entendido me pasaban a unos de sus operadores. Esperar al operador de carne y hueso ya era una quimera.

Con sus casi 90 años Doña Adela tomó su andador, subió al coche de su hijo, arrastró como pudo sus piernas en la rampa y esperó sudorosa y nerviosa su turno.

Perdone Señora, ¿tiene cita? Si no es así, espérese sentada.

Por la edad tuvieron la deferencia de atenderla sin tener que estar toda la mañana. Destacar la sonrisa de los trabajadores, la gracia con la que te ofrecen un caramelo y la música relajante que suena parecida a las sirenas que hipnotizaban a Ulises.

Cuando llegó su turbo explicó que quería hacer una transferencia de una cuenta a otra. Ahí ya se armó la de Dios es Cristo: bájese la aplicación, ponga una clave segura, repítala tres veces, diga que no es un robot, responda a la pregunta cuántos lobitos tiene la loba, diga sí si desea seguir adelante, para finalizar diga 4 veces qué le robaron a Manolo Escobar.

A todo ello, habiendo pasado todas las pruebas de seguridad y verificación se va al carajo el Wi-Fi y mi tía acude al santoral para ser asistida por Santa Rita, patrona de las causas perdidas.

Mire Señora, hacemos la operación por el ordenador pero le advierto que tiene recargo.

Eso es amor a un sobrino endeudado hasta las orejas. Antes te regalaban una sartén y te podías liar a sartenazos con el interventor.

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