Parece extraño que un sociólogo con la formación de Ignacio Sotelo, con 74 años de experiencias acumuladas, escriba un artículo, “Recomponer relaciones con Marruecos”, en el que, para empezar, identifique a los contrarios del nacionalismo catalán con los que defienden la españolidad de Ceuta (sic); hable de las constitucionales dos ciudades autónomas, llamándolas por el viejo nombre de “plazas de soberanía”; deseche los derechos históricos (con lo que descalifica, de paso, a los nacionalismos catalanes o vascos); ignora que Ceuta y Melilla compran a la Unión Europea y otros países unos 2000 millones de euros cada año, lo que mueve en esa proporción a la industria afectada; concede 20 años de vida, junto a España, a las dos ciudades autónomas y todo con el objetivo de estrechar relaciones políticas con Marruecos, proponiendo la entrega de Ceuta y Melilla a un país al que él mismo califica de “democracia deficiente que se trasluce en corrupción, bajo nivel cultural y alta desigualdad social”.
En mi opinión, el artículo de Ignacio Sotelo no merece respuesta detallada por su escaso fundamento, pero sirve para afirmar, de nuevo, que algo se está moviendo en lo que podríamos llamar lobby marroquí en España. Ya lo mencioné en otro trabajo, cuando lo advirtió este verano el anterior cónsul en Tetuán, Javier Jiménez-Ugarte, al despedirse en este mismo diario de la ciudad de Ceuta, al decir que “tengo la impresión de que vuelven momentos difíciles para las relaciones entre España-Marruecos, en lo que tiene que ver con Ceuta y Melilla”. Solo por citar los más importantes protagonistas de la tendencia a negociar, Víctor Morales Lezcano, catedrático emérito de la UNED y muy conocido en Ceuta, en una interesante entrevista concedida al diario “La Provincia” de las Palmas, recomendó lo mismo, negociar con Marruecos, pero da más plazo que Sotelo, pues concede a estas ciudades hasta finales del siglo XXI, dentro de unos 90 años, citando como precedente la obra Al sur de Tarifa del diplomático Alfonso de la Serna, editada en 2001, lleno de buena voluntad pero, en mi opinión, poco realista. Y en un libro titulado “Diálogos Ribereños”, editado por la UNED en 2002 y donde el profesor Morales Lezcano entrevista a miembros de la élite marroquí, opina indirectamente sobre el tema que nos ocupa. En la página 141 de dicho libro, por otra parte de lectura recomendada, dialoga con el también profesor Brahim Butaleb, el cual, utilizando el viejo razonamiento de Hassan II, afirma, entre otras cosas: “Lo que me hace pensar que cuando el problema de Gibraltar sea resuelto, nadie en el mundo permitirá a España tener las dos orillas del Estrecho”. A esto contesta Víctor Morales enseguida: “Eso es evidente”. Al menos, la frase del profesor, coincidente también con la tesis de Hassan II, aplaza entonces el tema más allá del siglo XXI, según se están gestionando los asuntos del Peñón.
Especialistas como David Luengo o Bernabé López García, este último catedrático de Historia del Islam contemporáneo y, como Morales Lezcano, miembro del Comité Averroes, se pronuncian de forma distinta. El primero opina que España debe tener una estrategia para consolidar en Ceuta y Melilla como centros de desarrollo y Bernabé López escribe que es esencial que España y Marruecos incorporen Ceuta y Melilla a la agenda común pues estas ciudades viven de un modelo económico con fecha de caducidad.
El Comité Averroes
Creado en 1996 por los jefes de gobierno González y Filali para aproximar a los pueblos y liberarlos de los prejuicios que cada uno tiene contra el otro y el objetivo de las reuniones era estudiar cada vez un tema y sacar resoluciones y someterlas a los gobiernos y a los organismos competentes. La entrada en los respectivos gobiernos de Aznar y Yusufi, ralentizó las actividades del Comité Averroes que debían centrarse en los problemas comunes y estos eran el conflicto de la pesca, la cuestión migratoria y lo que se llama eufemísticamente el contencioso del Estrecho, que no es otra cosa sino la negociación sobre Ceuta y Melilla, junto a los peñones y la delimitación de aguas territoriales. Algunos opinaban que ese Comité Averroes se parecía bastante a la idea de la famosa célula de reflexión, propuesta también por Hassan II en su momento.
Lo cierto es que Marruecos ha vuelto a poner sobre el tapete el tema de las dos ciudades por alguna razón que desconocemos. Ya antes se presentía esta ofensiva interna, pero a partir del 16 de julio de este año, comenzó la escalada a raíz de los sucesos de Melilla. Y el lobby marroquí en España se puso en marcha para dar versiones distintas del contencioso, pero con un mensaje común centrado en que Marruecos y España deben dialogar sobre Ceuta y Melilla. Y el gobierno de Madrid que no está en su mejor momento, vacila, viaja, se entrevista o fotografía y trata de aplazar una respuesta clara y contundente estableciendo, de paso, una estrategia para el futuro.
Ceuta y Melilla
En este punto, debemos citar a Ángel Ballesteros, actual embajador en Guinea Bissau y especialista en el contencioso de Ceuta y Melilla a través de diversas publicaciones, algunas editadas por el Instituto de Estudios Ceutíes, hasta en inglés. La referencia a que quizás el nuevo Rey de Marruecos ha heredado de su padre la estrategia que se basa en el aprovechamiento de la coyuntura -en este caso la difícil situación del gobierno español- y la dosificación de los ritmos, explicaría en parte lo que está pasando. Salvo que la movida estuviera relacionada con asuntos distintos o distantes, cosa que suele ocurrir, como el placet a embajadores o una nueva estrategia sobre el viejo asunto del Sahara, el gas de Argelia u otro tema.
Ceuta, sin un gabinete de imagen; sin un plan preconcebido respecto a sus distintas comunidades que la integran; sin una oficina propia en Madrid y Bruselas que influya; sin contactar con los miles de ceutíes repartidos por toda España para crear un estado de opinión general; sin disponer de un cargo importante que, a nivel diplomático, razone y escriba, están asombradas de la campaña que se ha desatado viendo, además, como algunos españoles proponen cosas como las contenidas en el artículo de Ignacio Sotelo. Y, desde luego, una de las difíciles iniciativas estratégicas pendientes para conjurar estas propuestas, es crear un modelo económico para Ceuta que signifique la renuncia a tanta subvención, creando un sistema productivo propio e independiente y ello, reclamando a la Unión Europea un Posei o Plan de desarrollo regional, como se hizo con Canarias o Madeira.
Quizás el análisis más exacto, aparte de otros contenidos en esos libros ya editados por el Instituto de Estudios Ceutíes, lo hizo Ángel Pérez González, del Instituto Elcano, cuando afirmó, en uno de sus trabajos, que Ceuta y Melilla son legal y administrativamente parte de España. La legislación vigente y aplicada en ambos territorios es la española, sin límites o modificaciones coyunturales. España no reconoce la existencia de contencioso alguno con Marruecos sobre las ciudades y su soberanía. Los títulos jurídicos e históricos respaldan la soberanía española, por discutibles que puedan parecer hoy los criterios jurídicos de otras épocas. Marruecos no reconoce siquiera la soberanía española sobre Ceuta y Melilla. Técnicamente las considera colonias en la acepción clásica del término. La población bereber de ambas ciudades es mayoritariamente española y en ninguna de las dos hay movimientos o grupos promarroquíes significativos.
Pero este mismo autor, en un trabajo conjunto realizado posteriormente, también para el Instituto Elcano, con la investigadora Carmen González Enríquez, aporta numerosos datos nuevos y temores pero, en mi opinión, simplifica el temario de su análisis, cuando afirma que “Ceuta y Melilla se enfrentan al declive económico, a la amenaza terrorista y a la división étnica, con el pronóstico de la conversión en mayoría de la población de origen marroquí”. Precisamente, esta confusión respecto a los ceutíes de religión musulmana, era abordada en estas mismas páginas por Fátima Hamed Hossain en un artículo que intentaba centrar tan delicado asunto.
En cualquier caso, Ceuta y Melilla deben reaccionar, porque estamos ante una campaña en pro de la negociación de España con Marruecos respecto a las ciudades autónomas y las respuestas en sentido contrario, deben producirse, también, en foros españoles e incluso internacionales.