Autor reconocido de novela negra, ensayista, y poeta, Benjamín Prado (Madrid, X) se ha formado junto a Rafael Alberti y ha trabajado junto a Joaquín Sabina, Amaia Montero y Marwan. Conocido por prestarse a las apariciones públicas, de su teclado han surgido obras como ‘Raro’, ‘Nunca le des la mano a un pistolero zurdo’ o la saga protagonizada por Juan Urbano, un profesor “con maneras de detective”. De esta serie iba a presentar la quinta entrega, ‘Todo lo carga el diablo’, a las 20 horas en la Biblioteca Adolfo Suárez de Ceuta. Sin embargo, durante la mañana de este martes el Gobierno autonómico anunciaba que, por motivos personales, tendría que aplazarse el encuentro. Poco después, la Ciudad ha concretado que será el próximo 9 de junio, a la misma hora a la que estaba prevista para hoy (las 20:00 horas) cuando tendrá lugar la presentación. En el volumen se centra en dos deportistas españolas reales, Margot Moles y Ernestina Maenza, las primeras en acudir a las Juegos Olímpicos de Invierno celebradas en Alemania en 1936.
—No es el primer libro en el que se ambienta en este periodo de la historia. ¿Por qué este interés?
—Voy saltando de unos temas a otros. Esta historia empieza antes de la guerra, cuenta esa España luminosa de la República en la que entre otras cosas se peleó mucho por que las mujeres ocupasen lugares de igualdad respecto al hombre, pero luego acaba en nuestros días.
—¿De dónde beben sus ideas?
—De la pasión que siento por el mundo de la cultura y de la escritura, por la gratitud que siento hacia la vida. Por haberme permitido vivir de aquello que haría pagando yo, seguramente. Primero es una pasión, después es una vocación y en tercer lugar es un trabajo. Poder reunir las tres cosas en una lo considero un privilegio. No soy un retórico ni le regalo los oídos a nadie cuando digo que cada vez que alguien se acerca a que le firme un libro yo le estoy muy agradecido porque es a ellos a quienes debo un poco el poder vivir de esto.
—No he encontrado mucho de su biografía para ser tan conocido. Se formó en Filología Hispánica…
—Yo tuve mucha suerte. Cuando estaba recién salido del instituto y había empezado a estudiar Filología Hispánica, entré en un bar y me encontré a Rafael Alberti. Parecía un ser irreal, recortado de mis manuales de literatura, que echaba a andar por las calles. Y a su lado, durante 14 o 15 años de amistad aprendí muchas cosas. La cultura tiene una importancia que va mucho más allá del entretenimiento, compone uno de los ejes primordiales de una sociedad que merezca la pena. Por eso me gusta tanto la época de la Segunda República, porque la cultura tuvo un lugar que yo creo que es el que se merece. Siempre digo que si me tienen que operar de algo, prefiero que el cirujano haya leído el Quijote. También que haya sacado buenas notas en la carrera de Medicina, pero creo que la cultura fortalece cualquier tipo de actividad.
—Usted ha sido de los pocos escritores que se ha pronunciado sobre la crisis vivida en Ceuta…
—Lo siento por todos los demás. Una de las cosas que aprendí de Rafael Alberti es que la literatura también puede servir para eso. No decir nada es una pena. El problema no es la política, sino todos los intereses que la rodean; yo ya dije que en este caso me parecía un poco inverosímil querer hacer a Marruecos el bueno de la película. También a la política hay que recordarle una y otra vez esa frase que dice que lo que distingue las cosas verdaderamente importantes de la vida es que no son cosas. Hay que defender a las personas, y a las personas que quieren venir aquí. Luego vamos a tratarlas como lo que son. No llamarlas ilegales. ¿Cómo puede ser una persona ilegal? Es absurdo. No tiene ningún sentido el símil.
—Usted hablaba de una crisis moral en nuestra sociedad...
—En muchas cosas. Hemos tenido en España y en concreto en Madrid un horror con el coronavirus, en las residencias de ancianos, la gestión política que se ha hecho y por tomar decisiones como prohibir que los llevaran a los hospitales. Pero antes de eso la sociedad ya sufría la crisis moral que consiste en considerar a los mayores prescindibles. De esa crisis vienen estas otras cosas.
—Mañana interviene Marwan en la Feria del Libro. Con él también ha trabajado. ¿De dónde viene este vinculo tan estrecho que tiene con el mundo de la música?
—De la relación entre la poesía y la música, sobre todo de la que más me gusta, que es la que tiene letras en las que hay versos que yo envidiaría para mis poemas. Siempre me ha gustado mucho. En mi casa casi siempre hay música puesta de fondo, esté haciendo lo que esté haciendo, y de forma natural he empezado a colaborar con algunos artistas, y a hacer actuaciones también.
—¿Tiene formación musical?
—Para escribir canciones hace falta tener aparte de algo de letrista algo de compositor, porque tienes que oírlas mientras las compones. Si sé tocar algunos instrumentos, de hecho, no la guitarra, que esa la toco en casa, pero en los concierto sí que estoy tocando la harmónica.
—La novela la publicó el año pasado. ¿Está trabajando en algo más?
—Me hace ilusión pensar que los libros que publicamos el año pasado vuelven a vivir ahora. Escribo los libros para los lectores y quiero que llegue a cuantos más, mejor. En cualquier caso me dedicaré ahora a hacer promoción de la novela y el año que viene publicaré un libro de poemas que ya me toca. Llevo seis o siete años sin publicar porque soy lentísimo con la poesía. Pero creo que para octubre o noviembre saldrá.
—¿Tiene título?
—Lo tengo pero no lo digo por razones supersticiosas. Soy el tipo más supersticioso de este planeta y siempre pienso que si lo digo, lo gafo. Y por otro lado es que a lo mejor es fácil que cuando queden diez minutos para que el libro vaya a la imprenta ponga otro.