El pasado lunes, tras recibir la inesperada y desoladora noticia de la muerte de mi hermano, me senté ante el ordenador y escribí, con el corazón transido de pena, unas frases de despedida que fueron publicadas al día siguiente en “El Faro”.
Hoy, pasado ese primer momento de inmenso dolor, deseo expresar nuestro agradecimiento a tantas y tantas personas e instituciones que, desde la Casa Real, el Gobierno, la Junta de Andalucía y muchos más estamentos de la nación nos han transmitido su sentimiento de pesar ante la pérdida de una auténtica personalidad, cuyo prestigio ha sido resaltado, además, por gran cantidad de opiniones laudatorias aparecidas en los medios informativos nacionales, habiendo traspasado con creces las fronteras de España. Su viuda, Hanne, y sus hijos Macarena y Daniel (al que dio ese nombre en honor del Santo Patrón de Ceuta) están recibiendo, desde otros países, testimonios de pesar de numerosos organismos y autoridades.
Ciñéndome a Ceuta, agradecemos su apoyo en estas tristes horas al Presidente y al Gobierno de la Ciudad: al Delegado del Gobierno; al Colegio de Abogados; a la Fundación Eduardo Gallardo; al Instituto de Estudios Ceutíes, a todos los medios informativos; a los partidos políticos PP. C’s y MDyC y, en general, a tantas personas que nos visitaron o nos hicieron llegar su pésame por cualquier otra forma. A todos, muchas gracias, porque su testimonio de afecto nos ha servido, al menos, para mitigar un poco el profundo dolor que sentimos.
“A lo largo de nuestras conversaciones telefónicas de los fines de semana, nunca faltaba su pregunta de como quedó el Ceuta”
Hay un muy antiguo dicho. atribuido a los griegos cuyo texto, traducido posteriormente al latín, dice “de mortuis nihil nisi bonum dicendum est”, lo que viene a significar algo así como “de los muertos solo se dice lo bueno”. Creo firmemente que, en este caso concreto, solo se dice lo bueno porque nada en absoluto podría decirse en contrario. Nada manchó su paso por este mundo. Hasta aquellos que en algún momento lo combatieron cuando fue Comisario de la Expo-92 al no estar de acuerdo con su inflexible criterio de dar cumplimiento a la Ley de Contratos del Estado, reconocen ahora la enorme talla y la limpieza moral de una vida dedicada al servicio de España. Por todos los cargos que ocupó y desde cualquier otro aspecto de su existencia –bien lo ha resumido Vicente Álvarez- siempre fue un modelo de rectitud, de dedicación, de sabiduría y de honradez al servicio de la Patria. Y, por añadidura, también fue un hijo, un esposo, un padre, un abuelo y un hermano ejemplar, así como un fiel amigo de sus amigos, Le gustaba cultivar la amistad.
Hace unos días, en el “ABC” de-Sevilla, Antonio Burgos le dedicó su columna habitual “El Recuadro”, bajo el título “Los dones de Don Manuel Olivencia”. Y ahí, con su clásica maestría, vino a resolver la tan debatida cuestión de su lugar de nacimiento –Ronda- y de su vinculación a nuestra ciudad y a Sevilla mediante la siguiente frase: ”Este rondeño de Ceuta, este ceutí de Ronda o este sevillano de Ceuta y de Ronda”. Así, con ese fino ingenio que le caracteriza, Burgos ha logrado resolver el misterio de las tres patrias chicas reunidas en una sola persona. Lo nacieron en Ronda, vivió su infancia y su primera juventud en Ceuta, y tras lograr la cátedra de Derecho Mercantil de Sevilla y contraer matrimonio, fijó su residencia en dicha ciudad.
“Al fin, parece haber llegado a comprender que, como tituló El Faro, era un ceutí universal y también una persona de fama bien ganada”
A lo largo de nuestras conferencias telefónicas de los fines de semana, nunca faltaba su pregunta “¿cómo ha quedado el Ceuta?”. No importaba el hecho de que, como ahora sucede, el equipo representativo de la ciudad estuviese en Tercera. Siempre se interesaba por sus resultados. En mi casa, perdido por algún cajón, estará aún su carnet de socio de la “Sociedad Deportiva Ceuta” de los primeros años 40 del pasado siglo, muy jovencito en la fotografía que incorporaba. Cuando los periodistas sevillanos le preguntaban sobre cuál de los clubs hispalenses era su favorito, respondía indefectiblemente: “Yo sólo soy del Ceuta”, evitando así inclinarse por el Betis o por el Sevilla. Sí, nunca dejó de ser del Ceuta, se llamara como se llamase y estuviera en la división que estuviese, pero lo cierto es que, influido por sus hijos, llegó a tener una cierta inclinación por el Betis. Éste club le ha correspondido enviando una corona de flores al tanatorio.
Me han comentado, y no tengo por qué dudarlo, que quien impugnó públicamente la propuesta de concesión a mi hermano de la Medalla de Oro de la Ciudad de Ceuta, basándose para ello en un antiguo y absurdo titular de prensa, inmediatamente rectificado, ha expresado ahora el testimonio de pesar ante tan gran pérdida. Al fin, parece haber llegado a comprender que, como tituló “El Faro”, era un ceutí universal y también una persona de fama bien ganada, sin tacha alguna. Se lo agradezco, aunque no sé si lo harán a su vez sus hijos, todavía dolidos -como él lo estaba- por aquel tremendo error y por la ambigua disculpa hecha pública entonces.
Sus restos serán depositados en la capilla de la casa familiar de Ronda, donde ya reposan los de sus hijos Javier, el cuarto, .que murió con tres años, y Luis Manuel, el mayor, cuyo fallecimiento en marzo de 2014, con 52 años de edad, le supuso un enorme golpe que nunca llegó a superar.
Ahí quedará, justamente en la que gustaba en llamar “nuestra casa solariega”, donde nació 88 años antes y a la que amó durante toda su vida. Descansa en paz, querido hermano.
Aparte del preámbulo que introduzco en mi artículo de hoy, y ante la imposibilidad de poder hacerlo personalmente, desde Málafa deseo hacer llegar a Don Francisco Olivencia y familia, mis condolencias y hondo pesar por el fallecimiento de su hermano Manuel, jurista mercantil de reconocido prestigio nacional e internacional, gran persona y hombre de bien. Descanse en paz, y reciban mi más sentido pésame. Cordiales saludos, Antonio Guerra Caballero