Supongo que toca hablar de una recomendación para Halloween, pero a buen seguro no soy el candidato ideal para ello, y con esto reconozco el pie del que cojeo, no soy muy fan de la susodicha fiesta ni tampoco del cine de terror. Sencillamente suelen aburrirme los sustos gratuitos y la exacerbación de la sangre chorreando con aspersor, pero conste que entiendo y respeto la querencia por el tema de aquellas personas que encuentren divertimento en ello. Eso sí, sin ser mi género favorito, reconozco que prefiero el terror que insinúa más que enseñe, el que turba desde la imaginación, con aquello que está ahí pero no ante los ojos del espectador. Por eso me gusta la recomendación temática de este mes.
Sitúense en 1979. En una oscura sala de cine rodeado de desconocidos, preparados para ver esa película del inquietante cartel de un huevo radiactivo y de título más inquietante aún. En esa época la mercadotecnia y la publicidad que ahora en ocasiones aporta más información de la debida eran otra cosa, y aún se podía jugar hasta cierto punto con el factor sorpresa. Añadamos un proyecto millonario bien ideado, una atmósfera espacial claustrofóbica dentro de una nave con un aterrador enemigo nunca visto en el cine. Sitúense los más jóvenes y comprenderán el impacto de Alien, el octavo pasajero, convirtiéndose casi de inmediato en una “pieza de culto”, mucho más allá de ambientación o argumento alguno…
La cinta causó pesadillas por todo el mundo, esa obra maestra de un Ridley Scott en su génesis profesional; un director a veces algo minusvalorado, pero de imaginación desbordante y habilidad infinita para plasmar escenarios tecnológicos, un tipo que sabe sacar el mayor partido a un generoso presupuesto. A su hoy ya dilatada carrera me remito.
Aquel “octavo pasajero” en los países hispanohablantes (alguien se olvidó de contar al gato, y no está precisamente de atrezo) se cuela en una nave de carga (otro de los detalles de originalidad de la obra) y usa el elevado intelecto y su estructura corporal de máquina de matar para eso mismo: uno por uno, como mandan los cánones. Como curiosidad, mencionemos que el reparto va muriendo por estricto orden de lo conocidos que eran en el mundo del cine. Así podemos deducir que Sigourney Weaver no había hecho antes en la gran pantalla más que una pequeña incursión en calidad de secundaria. Pero su físico y personalidad encajaban a la perfección en el exitazo de una buena labor de casting.
Hoy, cuando se nos menciona el término “terror psicológico”, pensamos automáticamente como emblema del mismo en esta película en la que uno no podía ni imaginarse que ese pene con dientes que salía del pecho del primer oficial y que crecía demasiado rápido iba a dar para un Oscar (Mejores Efectos Visuales), tres secuelas (Aliens, Alien 3 y Alien Resurrection), dos crossovers (Alien vs. Predator, Alien vs. Predator: Réquiem), una precuela (Prometheus), y toda una franquicia de novelas, cómics y merchandising. Ridley Scott y su equipazo lograron una película que, a pesar de enmarcarse en el futuro, no pasa de moda; aunque, a fin de cuentas, qué diría alguien a quien se le llamase viejo con 48 años… Pues eso, como el buen cine.
corleonne76@yahoo.es
Dirección: Ridley Scott.
Año: 1979.
País: EEUU.
Intérpretes: Sigourney Weaver (Ripley), John Hurt (Kane), Yaphet Kotto (Parker), Tom Skerritt (Dallas), Veronica Cartwright (Lambert), Harry Dean Stanton (Brett), Ian Holm (Ash), Bolaji Badejo (Alien).
Guion: Dan O'Bannon.
Música: Jerry Goldsmith.
Fotografía: Dereck Vanlint & Denys Ayling.
Productora: 20th Century Fox / Brandywine.
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