Salí de mi casa más sola que la una, salí peripuesta porque dicen que la mujer compuesta quita al novio de la puerta pero yo no tengo novio ni tengo al hombre que se precie por pedírmelo.
Salí de mi casa con un sencillo vestido azul cobalto y unos pendientes rizados de gitana fucsias. De camino, me crucé con las flores y con los ramos que conquistan a las novias.
Salí de mi casa caminando cuesta abajo, porque aunque en Ceuta toda sean cuestas tiene la cuesta que te lleva al cielo desde el Recinto, tiene la cuesta del Relieve que te lleva a la playa y si la quieres caminar un poco mas abajo, también con un velo llega hasta la iglesia y hasta el mismísimo portón de tu casa.
Salí de mi casa sin nadie que me acompañara pero llegué alegremente renovada recorriendo con fe y atravesando todo un crisol de culturas, la carrera que me llevaría a ver "La ofrenda" siendo parte de nuestra extensa tradición para que no muera.
Allí me ofrecí a la Virgen y le pedí un marido, por raro que parezca.
Salí de mi casa y ya no estaba en ella, estaba ya en la calle frente a un cuerpo de baile vestido del color de la esperanza. Todas ellas esperaban expectantes con más que paciencia y una evidente elegancia, ilusionadas por bailar con entusiasmo para todos los Caballas.
No había echado a andar todavía, cuando pude contemplar el coqueto rejoneo de unos flamencos caballos con sus crines adornadas que presidían la Plaza militar presente, cuando siglos atrás de mucho antes fue "La Medina y un imponente Alcázar".
Les dije: ¡Guapas, más que guapas! que sus trajes de color verde hierba y amarillo trigo del campo, me recordaron a la bella y mestiza "Andalucía".
Sus zapatos rojos de tacón medio con hebilla de tres puntos y muy bien cerrada, zapatearon con tanta fuerza y coraje sobre el pretérito de las ruinas enterradas de una antigua "Madrasa," que por debajo de aquella misma loseta cristiana se movió hasta la tierra y los cimientos con la ceniza al compás de la sacras y cromáticas trompetas.
Trenzaron mi vista con la trenza de sus manos y su danza fue pasión del baile que entregaron con fervor a espaldas del templo donde estaba esperando crucificado el hijo; que hasta Nuestra Señora Virgen de África hubiese bajao de su paso descalza con la Virgen del Carmen a su lao, para haber bailao con toas vosotras.
Con admiración a la Academia de baile "Weill".
(Muchas gracias Dª. Maite Rivas, por atenderme)