Opinión

Las ocurrencias de López Obrador

Desde hace ya unos seis años, anda por ahí AMLO – acrónimo de su verdadero nombre de pilas, que es, Andrés Manuel López Obrador, "erre que erre" y muy empeñado el hombre en que el rey de España pida perdón a México por las "horrendas atrocidades" que dice cometieron los españoles con lo que él llama "invasión" de su país el año 1521.

Y aquí, con el debido respeto y consideración, necesariamente hay que preguntarse, si no sería más justo que fuera el propio AMLO, el que tuviera que pedir perdón a nuestro rey y a aquellos antecesores nuestro del siglo XVI por esas mismas atrocidades que él denuncia se cometieron allí hace ya 503 años, pero sin que hubiera él podido estar presenciándolas, sino que habla de meras referencias, sin fuerza probatoria alguna, a pesar de que la carga de la prueba recae en derecho sobre el que afirma. Y el ex presidente mexicano lo único que puede aportar ahora son meros indicios históricos sin fuerza probatoria. Además, que se ve claro que el ex presidente mexicano y su sucesora, Claudia Sheinbaum, lo que han hecho es causa común contra España, más que el traspaso de funciones en su país.

En derecho, los hechos imputados hay que valorarlos y medirlos con el metro histórico del momento en que sucedieron, porque, claro, venir ahora AMLO a inculparnos al rey de España y los españoles de lo que él llama "horrenda invasión" de México, de hace ya nada menos que 503 años, pues a mí me parecería una absoluta aberración jurídica y un torpe proceder. De ningún modo puede exigirse ahora al rey de España perdón, responsabilizándolo como supuestos "invasores" de México, habiendo dicho rey español nacido unos 500 años después de que tales hechos sucedieran, es algo que, inmediatamente, deja fuera de lugar y exento de toda imputación culpable aquellos presuntos hechos, tal como toda una personalidad de la talla de todo un ex presidente del país hermano de España, pues debería de haberse dado cuenta de inmediato que con ello se exponía a hacer el más absoluto de lo ridículos.

En derecho existe lo que se llama el principio general de inculpabilidad que dice: Nullum crimen, nulla poena sine praevia lege ("Ningún delito, ninguna pena sin ley previa"). ¿Y dónde está la ley por la que se pueda obligar al actual rey de España a que pida perdón por hechos que, si acaso, podían haber sido imputados en 1521?. Incluso si se hubiera incurrido en alguna responsabilidad por ello, de ningún modo podría ser aplicable ahora a los hechos que López Obrador denuncia, por su cuenta y riesgo, pero sin que aporte ninguna prueba incriminatoria de su inculpación. Más existe la personalización de la responsabilidad de la pena, que impide imputar a quienes no hayan podido participar en los hechos imputados.

Porque, ¿qué sabemos sobre si los hechos por los que López Obrador quiere que el rey de España pida perdón, en aquellos antiquísimos tiempos estaban o no tipificados como imputables por una ley?. Pero es que, aunque sí fueran imputables, resulta de todo punto indubitado que no se puede pedir perdón a quienes ni siquiera pudieron haber participado en los mismos, habida cuenta de que, cuando los hechos ocurrieron, faltaban todavía más de 500 años para que nacieran quienes ahora se les exige el perdón.

¿Más, estuvo en el lugar de los hechos el señor López Obrador de forma que él pueda atestiguar y probar las presuntas atrocidades que ahora imputa a nuestro rey?. Está muy claro que no, habida cuenta de que él sólo podría hablarnos de meras referencias e indicios históricos, pero no estuvo allí presente para comprobarlo. Y ya sabemos lo que sucedió con las acusaciones del padre De las Casas que él formuló, que ahora ya se sabe con toda certeza que fueron totalmente inveraces. Y, en materia de culpabilidad, debe tratarse de hechos ciertos debidamente sustanciados, valorados y calificados de forma que gocen de lo que en derecho se llama "santidad de la cosa juzgada", que, en el caso que nos ocupa, es una obviedad claramente objetiva, que nos falta; luego la petición de perdón sería extemporánea e incongruente y, por ello, también impertinente y fuera de lugar.

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Pero, a mayor abundamiento, ¿por qué Andrés Manuel López Obrador no se pide perdón él a sí mismo o a su propia familia por lo que podríamos llamar responsabilidad sobrevenida?. Tal interpelación me la hago con el fin de poder despejar la siguiente incógnita: Supuesto que se ha declarado a los medios que los españoles fueron a “invadir” México en 1521, pese a que entonces ni siquiera aquel país hermano se llamaba así, sino Nueva España, entonces, veamos cómo llegó allí su familia y cuáles son los orígenes del propio interfecto. Y resulta que, José Labrador Revuelta, abuelo suyo, salió el año 1893 de Ampuero (Cantabria) para Cuba, cuando sólo tenía 14 años de edad, haciendo uso de documentación falsa, en busca de un porvenir más próspero que en su pueblo no tenía; primero, trabajó de barrendero; luego cruzó el Atlántico escondido en un barril. En 1917 viajó a Tabasco (México) y se ubicó en la localidad de Tepetitan, donde luego habría nacido el ínclito AMLO.

Queda así perfectamente claro que los familiares de López Obrador fueron gente normal, trabajadora, honrada y honesta que en tiempos de su abuelo pues necesitaban emigrar en busca de un futuro más prometedor. Pues de esa misma forma pacífica con que su abuelo tuvo que emigrar a México, fue como también salieron en 1521 para el mismo México, los primeros españoles que emigraron hacia América y, una vez allí, tanto Hernán Cortés como Francisco Pizarro y los suyos, pues llegaron con sus seguidores, se asentaron en México y Perú, o sea, el imperio azteca y el imperio inca, respectivamente. Pero no lo hicieron porque fueran con ánimo de "invadir" México, como gratuitamente y sin más asevera López Obrador respecto a su país, porque, en principio, los españoles fueron, más que nada, por aventura, a explorar, a descubrir, a saber qué había más allá de donde terminaran las aguas de los mares y océanos que por medio se interponían, porque en realidad ellos no sabían ni siquiera si iban a llegar ni a México, ni a otros territorios desconocidos, o si iban a llegar allí o morirían en tan arduo empeño. Luego entonces, no podían haber tenido entonces ningún ánimo de "invadir" un México que ni siquiera existía.

Además, para invadir entonces tan vasto territorio, que entonces estaban poblados por unos 80 millones de indígenas hubieran necesitado ir para allá otros tantos, y sólo fueron unos 500 españoles que, hasta llegar, tuvieron que vencer y superar mares procelosos, con enormes tempestades que ni siquiera sabían si iban a poderlo hacer, porque entonces las embarcaciones solían ser muy rudimentarias y poco navegables, más tenían que transportar en ellas motores de repuesto, agua potable, alimentos para todo el viaje, herramientas, enseres y múltiples objetos y útiles imprescindibles; de hecho, muchos buques naufragaron y se fueron a pique con su tripulación. Incluso cuando ya estuvieron allí, en muchas ocasiones se encontraron con que los indios los rechazaban oponiéndoles muy duras resistencias, recibiéndoles a tiro de flechas envenenadas, tendiéndoles emboscadas, y con otras artimañas; eran territorios desconocidos a cuya llegada muchas veces les oponían duras resistencias, padecieron de muchas carencias y adquirieron enfermedades desconocidas que los diezmaron, como influenza, gripe, varicela, sarampión, malaria, paludismo, peste bubónica, sífilis, tuberculosis, etc.; incluso tuvieron que andar descalzos, andrajosos, harapientos y desnudos por en medio de la selva, teniendo que alimentarse de animales como perros, serpientes y otros reptiles repugnantes, para poder sobrevivir.

Pero hay una cosa en la que el señor AMLO sí lleva razón. Y es que, con lo que los españoles sí llegaron invadir aquel querido México lindo cuando ya se conocía y era la Nueva España, no fue no fue con la fuerza de las armas, sino con cultura, educación, escuelas, enseñanzas religiosas, obras pías, padres franciscanos y un sinfín de instituciones españolas que allí crearon y construyeron, monumentales iglesias y catedrales que hoy forman parte del rico patrimonio mexicano, también encuentro civilizador, fortificaciones, puertos, canales, costas, castillos, fortalezas, grandes obras de ingeniería civil y militar, amurallamiento protector de ciudades, pueblos, trasportes de mercancías; se crearon rutas de comercio, industrias florecientes, flotas mercantes, costas, sanidad civil y militar. Lo que podríamos llamar la gran obra de España en América.

Y dejaron allí, sobre todo, algo muy importante que ninguna otra potencia conquistadora o colonizadora dejó, como fue el "mestizaje", la unión de españoles con muchas indias, el hermanamiento, la mezcla de la sangre española con la indígena, reconociendo los hijos tenidos con ellas en común y casándose con ellas; mientras que otros países colonizadores impusieron allí el "aparheid" y la segregación racial.

Y, claro, que ante tal cúmulo de dificultades a vencer algo tenía que fallar, y que también se cometerían allí por los españoles excesos y abusos, propios de aquel choque de culturas y civilizaciones que, en principio, se resistieron al ver el torbellino de gente desconocida que de fuera les llegaba de la noche a la mañana; pero no porque los españoles fueran con propósitos o ambiciones invasoras, porque mal podían haber invadido unos 500 hombres, tan en precario, a unos 800 millones de indígenas que, parapetados y bien pertrechados en su territorio les esperaban; con los que, luego, el inteligente Hernán Cortés pactó y negoció con las tribus indias más importantes, que entre ellas estaban en guerra unas contra otras, sobre todo, debido al duro sometimiento y explotación a los que eran sometidos los indígenas por el cruel Moctezuma. Cortés, se atrajo para sí y su causa a unos 75.000 indígenas amigos de España: los tlaxaltecas, totonacas y huexotzincas que eran hostiles al gran Moctezuma, de forma que se pasaron al bando de Cortés y formaron la llamada Triple Alianza, de manera que con ellos reunió el gran ejército para poder derrotar a Moctezuma.

Es por ello, que fueron los propios indígenas los que se unieron a Hernán Cortés para intentar ponerse a salvo del terror a que les tenía sometido Moctezuma, con sus horrendos sacrificios que imponían, arrancándoles por cientos el corazón a los jóvenes que él veía más cebados para erigirlos en un altar y ofrecérselos a sus dioses, con los que luego Moctezuma y los suyos practicaban la antropofagia y el canibalismo. ¿No sería más justo que, AMLO podría igualmente haberles exigido también perdón a los indígenas de los que ahora hace tan tenaz defensa?.

Por cierto, que cuando el gran Moctezuma fue apresado por Cortés, pidió a éste que le pusiera su daga en la garganta y lo degollara, reconociendo que se lo merecía por haberse dejado ganar la batalla. Sin embargo, Cortés fue con él absolutamente magnánimo y lo perdonó. ¿Hubiese hecho lo mismo Cortés si hubiese ido a invadir México?. ¿Hubiese hecho lo mismo Moctezuma si hubiera sido él quien apresara a Cortés?. Y yo me pregunto, si no sería más lógico y razonable que López Obrador, que terminaría luego siendo fruto del "mestizaje", a quien más se tendría que pedirse perdón fuera a sí mismo?.

¿Y qué hicieron los mexicas en la llamada Noche Triste en su país, el 22 de mayo de 1521?. Pues que, aprovechándose de la ausencia de Cortés, que salió con una expedición a intentar explorar otros territorios más amplios, pues los indígenas traicionaron a Pedro Alvarado, segundo responsable, se levantaron contra los españoles tendiéndoles una emboscada y matando a 450 españoles y a más de 4.000.000 de indígenas amigos de España. Sobre estos hechos, ¿no tiene nada que pedir perdón el señor AMLO a los españoles?.

Después de todo, es comprensible que López Obrador pretenda de vez en cuando llamar la atención de la opinión pública con el recurrente perdón que periódicamente acostumbra pedir al rey de España; y es que, si no fuera por eso, cómo iba a poder tapar el duro peso recaído sobre el sexenio que ha ejercido la presidencia de su país, habiendo tenido 300.000 fallecidos por coronavirus, 20.162, homicidios, 43 estudiantes desaparecidos, que prometió esclarecerlos y todavía no se han encontrados, revueltas estudiantiles y desórdenes públicos en su país.

Lo que sí tenemos que hacer españoles y mexicanos es fundirnos en un fuerte abrazo, tenemos sangre mezclada, una misma lengua que hablan 600 millones en el mundo, parecidos genes, que todo ello nos obliga a tenernos y tratarnos como hermanos.

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