Composiciones visuales con colores llamativos para reflexionar sobre el futuro. Lienzos con calles o personas plasmadas para contemplar la vida cotidiana. Ambos son la columna vertebral de la doble muestra que acoge a partir de este viernes el Museo del Revellín en Ceuta.
Las cuarenta obras estarán disponibles al público hasta el próximo 16 de marzo en dos secciones, en concreto, ‘Dulce engaño’ y ‘Spatium’. La primera corresponde a Cristina Burns, una artista visual de origen americano e italiano que siempre ha estado rodeada de talento. Varios de sus familiares se dedican a disciplinas artísticas.
Pretende, a través de sus fotografías, lanzar una advertencia al público de las repercusiones poco deseables que pueden darse a largo plazo a causa de prácticas actuales, como, por ejemplo, la contaminación o el agotamiento de recursos naturales.
“Tienen un carácter distópico, pero no desde una visión puramente pesimista, sino como una advertencia. Suelo explorar cómo nuestras acciones actuales están moldeando un futuro inquietante, lleno de contradicciones”, explica a El Faro la autora, que no ha acudido a la inauguración este viernes por asuntos de agenda.
“Mi trabajo utiliza este rasgo no solo para generar incomodidad, sino para encender una reflexión crítica sobre el presente y, con suerte, inspirar un cambio”, indica.
“Hablar de estas cuestiones me permite abordar temas que afectan a la sociedad ahora, pero que tendrán consecuencias, específicamente, de la degradación del medio ambiente, la manipulación sensorial y las consecuencias de un sistema de consumo insostenible”, señala. “A través de las composiciones trato de crear un espejo distorsionado que obliga al espectador a cuestionarse qué papel está jugando en la construcción de ese futuro”, añade.
Estas 20 piezas hilvanan cinco series que son, en concreto, Delusional Parasitosis, Sugar and Proteins, Future Generations, Melted y A New Planet. Abarcan distintos planos como la identidad, hábitos contemporáneos, la línea entre el placer y la adicción y otros aspectos siempre con una mirada hacia lo que vendrá.
Se sirve de colores y de elementos con brillo para contrastarlo con la realidad que esconden estos adornos, que no es otra que una fuente de problemas de salud a nivel físico y mental. “A través de estas imágenes reflexiono sobre la manipulación sensorial que los alimentos ejercen”, menciona.
El rosa está muy patente en su obra, pero no es por casualidad. Burns traslada el motivo de su presencia en estas instantáneas. “Lo uso, y también otros que sean intensos. Lo hago porque generan un gran impacto visual y emocional. Este, en particular, tiene una conexión profunda con mi infancia, ya que me recuerda la inocencia y el juego. Sin embargo, también me parece fascinante cómo, siendo aparentemente suave e inocente, contrasta con los temas más profundos e inquietantes que exploro”, expresa.
Fernando Devesa aboga por un concepto muy distinto al de Burns. Se autodefine como un artista realista y sus pinceles solo hablan de sus experiencias cotidianas, de lo que ve y de cómo lo interpreta desde su mirada. Las calles de Cádiz, las personas de su entorno u otras acciones típicas son el hilo conductor de su cartera creativa.
Los tonos son también importantes en el conjunto. El gaditano le da tal relevancia que siempre prefiere plasmar en directo y, en caso de hacerlo a través de una fotografía, traza un enclave al que le sea fácil acceder para ir a él y corregir posibles errores una vez ejecutada la pieza.
“Siempre que puedo, lo hago al natural. Lo disfruto mucho más. Los bodegones suelen permitirme esto porque los monto en mi estudio. Así trazo sin prisas y sin que cambie la luz porque es eléctrica”, comenta.
Su intención es trasladar al público su vida desde su perspectiva, como si se tratara de las secuencias de una película autobiográfica. Son cuadros con historia, pero también, que pueden generar otras nuevas anécdotas.
Devesa pone como ejemplo uno de sus lienzos en el que se representa a su ciudad; a la tacita de plata. Este se perdió en su envío hacia Hellín, Albacete, con motivo de un certamen. El suceso fue tan curioso que llamó la atención de medios y, tras unos meses de extravío, fue encontrado en perfecto estado.
“Es recurrente este tipo de obras en los pintores que nos enmarcamos en el realismo. Suelo pintar mi vida cotidiana. Si el referente es un paisaje, tiene que ser uno que vea a diario”, explica. “Para mí es muy importante que el autor tenga algo que decir y, para mí lo son mis propias vivencias. Creo que quien pasa por ellas es el que mejor las puede contar. Hablar con mediación de la pintura”, expresa.
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