Reza el dicho que "las cosas de palacio van despacio" y las de la Ciudad, a veces, también. Pero salen. La obra de emergencia del centro de
El arquitecto contratado propuso ampliar el estudio patológico y ordenó quitar todo el cielo raso de la planta primera. De este movimiento pudo comprobar que además de una zona afectada por corrosión a causa de las fugas de agua del baño de la planta superior, existía otro área "ennegrecida" a causa, "a todas luces", de un incendio sucedido en diciembre de 2011.
"A la vista de los hechos, la empresa se limitó a reponer el falso techo de escayola sin ninguna intervención en el refuerzo del forjado afectado por el fuego", recoge el informe del arquitecto.
El problema continuó creciendo. El forjado de planta baja, sobre el que existía un aseo igual que el de la segunda y cuyo forjado presentaba un aspecto "igual o peor que el de arriba y que ya había sido intervenido colocando cuatro pilares de hierro y dos vigas corta luces para que apoyen las viguetas afectadas".
La superficie a reforzar inicialmente se triplicaba y con ello el presupuesto subía.
Además el arquitecto propone que para hacerse responsable de la dirección de la obra y coordinación de seguridad y salud, "sería necesario el desalojo total de ocupantes del ala del edificio en el que hay que realizar las reparaciones".
Finaliza la reunión con la Ciudad acordando que "se llevará a cabo el desalojo de los residentes y se acepta que lógicamente, el alcance de la obra sea el que requiere la situación real del inmueble y que se asumirá el sobrecoste que ésta suponga".
Los problemas sin embargo, acababan de comenzar. La declaración de emergencia sanitaria a causa de la pandemia de la Covid-19 dilató todavía más los plazos y la huelga de transporte posterior agravó la situación.
Y es que, una vez se dispuso del proyecto, la Ciudad se vio obligada a contratar a una empresa de la península que fabricara las piezas necesarias para la solución propuesta. Esta, radicada en Barcelona, al parecer no disponía del material necesario en estocaje y hubo que esperar a su fabricación.
"Durante el tiempo de pandemia, la mayoría de los días no acudía nadie a la obra ya que al contagiarse un componente de la cuadrilla se confinaba a todo el personal que había estado días atrás en contacto directo", recuerda el arquitecto en su informe.
Finalmente, llegado el material a Ceuta, hubo que esperar a que la empresa suministradora del material de refuerzo estructural, desplazara a la ciudad al personal especializado en el montaje.
Todavía quedaban los trabajos de reconstrucción de cielos rasos, los paramentos verticales, la instalación eléctrica afectada, y se terminó el acondicionamiento de la planta baja previsto inicialmente y que se paralizó ante la necesidad de reforzar un paño de forjado en esta planta.
"A todas estas incidencias hay que sumar el cierre de la frontera de Ceuta con Marruecos impidiendo el paso de trabajadores transfronterizos, con lo que las empresas se ven en la imposibilidad de ampliar sus plantillas, trabajando con mínimos y dando gracias por no tener que verse obligados a cerrar", zanja en su análisis sobre el atropellado proceso Ferreyro de las Heras.
Una batería de complicaciones que no ha impedido a la Ciudad sacar adelante la obra, que ha renovado por completo el aspecto interior del centro y la distribución de algunos de sus espacios.
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