Cinco usuarios de ACEFEP aprenden a desenvolverse entre fogones gracias a las enseñanzas de la cocinera Silvia Alba Juan Ramón Lozano, Eila Bueno, Nicolás Hernández y Encarnación Padial tienen perfectamente claro, desde ayer, cómo desenvolverse entre fogones cuando de hacer pasta o rissotto se trate. Todo gracias a la segunda de sus clases en la cocina del restaurante Sirene, que se desarrolló entre las 09.00 y las 11.00 de la mañana. “Silvia nos ha dicho que la presentación es muy importante”, comentó Lozano, “porque la comida tiene que entrar primero por el ojo y por el olfato, sino la gente lo rechaza, ¿o no cambia la cosa cuando vas a casa con el estómago vacío y antes de entrar ya hueles el plato?”. Y es que, recuerda Lozano, el estómago es la parte más sabia del cuerpo.
Encarnación, usuaria de la Asociación Ceutí de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (ACEFEP) como los otros tres alumnos, está encantada con este curso de cocina. “Yo no tenía ni idea de cocinar y ahora, poco a poco, voy aprendiendo”, cuenta algo apenada porque solo le quedan cuatro días más de clase. Los cuatro (y Yussef, un compañero que no pudo asistir) están empeñados en exprimir al máximo las enseñanzas de Silvia Alba para quien esta experiencia está siendo realmente enriquecedora. “Son unos alumnos aplicadísimos, cuando la asociación me propuso el curso me pareció estupendo porque yo ya había impartido otras clases pero esto me parecía un reto importante y ellos están respondiendo muy bien”, asegura la responsable de cocina del restaurante Sirene, “tienen muchas ganas por aprender”. Por si fuera poco, además, le dejan la cocina tal y como la encontraron, pues recoger y ser limpios en la cocina también forma parte de lo aprendido.
“Ayer hicimos potaje de lentejas, garbanzos con calabaza y alubias con pimiento rojo”, cuenta Eila, “nos lo llevamos todo anotado para que no se nos olvide ningún paso”. Alba les ha elaborado un temario por semanas de tal manera que el curso está dividido en primeros platos, ensaladas y guarniciones y, por último, la tercera semana, carnes y pescados. “Los postres lo dejaremos para una sesión extra, pues eso ya es algo más elaborado”, explica Alba quien salpica las explicaciones con ciertos consejos sobre la forma de conservar los alimentos.
Este curso, además de permitirles adquirir ciertos conocimientos de cocina, les permite otras muchas cosas. Eila lo sabe bien. “Nos proporciona una rutina de tener que levantarnos temprano, hacer las cosas bien... tenemos algo por lo que motivarnos, levantarnos, no nos comemos tanto la cabeza, estamos con los compañeros...”, opinaba la joven de origen canario, “aprendemos mucho de Silvia y disfrutamos de la cocina”. Todos tienen claro que su discapacidad no debe nunca ser un límite aunque la sociedad en más de una ocasión se encargue de imponerselo. Juan Ramón sabe bien cuál es el motivo: “La falta de conocimiento”. Por eso ellos se animan a participar y contar sus experiencias, para que se conozca que luchan día a día por ser autónomos y útiles a los que les rodean.
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