La historia de la ciudad en cuanto a iniciativas que luchen por la protección del medio ambiente tiene a muchas personas que han puesto todo su esfuerzo en ello, y cuatro ceutíes están dispuestos a abrir un capítulo más en esto.
Se trata del Centro de estudio y conservación de animales marinos (Cecam); son, en realidad, cuatro personas (contadas) que han decidido crear una asociación orientada a la protección específica del medio marino. Por supuesto, no se sienten solos, sino más bien respaldados por otras asociaciones ecologistas, como Septem Nostra, y por colaboradores que les ayudan.
“Por ejemplo yo empecé con Septem Nostra, y también con la fundación Museo del Mar, pero creemos que era necesario dedicar una entidad en exclusiva para la recuperación de animales vivos”, explica el veterinario Álvaro García de los Ríos, presidente de esta nueva asociación. Ya han empezado a trabajar en un muelle cedido por la Autoridad Portuaria, y también han tenido varias experiencias con animales. “La principal función de nuestra asociación es el estudio, pero también realizamos estudios”. De los otros tres miembros, uno es Juan Carlos Rivas, buceador profesional, y las otras dos personas son habituales colaboradores en esta tareas. En realidad, el trabajo no es nuevo y se lleva realizando durante muchos años.
Ahora el objetivo es formalizarse, y conseguir colaborar tanto con Autoridad Portuaria como con la Consejería de Sanidad. Con la primera para que puedan mantener el muelle, y con la segunda para realizar necropsias. En la constitución de la asociación llevan trabajando medio año: “El papeleo es arduo, y llevamos medio año con esto. Somos cuatro pero colabora más gente”.
“También el estudio”
“Tenemos que aprovechar las posibilidades que nos da Ceuta; si al menos algún animal muere, nos puede servir para estudiarlo”, explica García de los Ríos. En concreto, él está realizando una tesis doctoral sobre la anatomía de cetáceos, en concreto delfines y ballenas. “Son animales muy difíciles de encontrar, pero aquí hay muchos. Si no los podemos salvar, que por lo menos su muerte sirva para algo, ya que recién fallecidos también sirven para la investigación”, asegura. Así que en ello están.
En concreto, este veterinario tiene la intención de desarrollar un método de interpretación al detalle del diagnóstico de imagen. Es decir, “que cuando un veterinario del que dependa la vida de un delfín pueda hacerle una prueba radiológica o un TAC y sepa interpretarlo”. “Aunque parezca mentira, esto no se había hecho nunca”, apunta. A la dificultad para conseguir ejemplares de estudio se añade “la complicada anatomía de estos animales”. Para realizar las pruebas, cuentan con la ayuda de la policlínica Virgen de África.
Hasta ahora, en el poco más de un mes que llevan trabajando, aun sin haber comenzado de manera oficial su actividad, han tenido suerte dispar en sus intentos de recuperaciones. En el lado malo está un buitre que llegó muy enfermo y murió. También les han llegado varios delfines.
El primer caso fue una hembra embarazada, que llegó muy enferma. “Estaba muy muy mal, como se comprobó después. Está casi demostrado que las manadas de delfines abandonan a los enfermos para que no ralenticen su marcha, y para evitar contagios”, explicó. También recuperaron un delfín joven, que estaba en mejor estado.
La tortuga más pequeña rescatada: Si la suerte es casi siempre esquiva a a la hora de recuperar y liberar delfines, motivo por el cuál Álvaro García de los Ríos ha comenzado su tesis, con las tortugas todo es mucho más fácil. “Hay que tener en cuenta que son dinosaurios, como quien dice”, explica. “Se trata de animales muy resistentes y suele ser fácil curarlos”, añade. Una de las alegrías que se llevaron en el Cecam es la de poder salvar una tortuga boba de pequeño tamaño que encontraron hace poco más de un mes. “Vino a principios de diciembre”, recuerda el veterinario. Según cree, se trata “casi seguro de la tortuga boba más pequeña rescatada en Ceuta, y al menos de las que menor tamaño tienen, era de apenas 20 centímetros”. La recuperaron, y se encontraron con que tenía uno de los problemas más frecuentes en este tipo de animales, el de la flotabilidad; unos hongos y unos parásitos que les impiden sumergirse. Le aplicaron los tratamientos y en pocos días pudieron volver a soltarla. Según las sospechas de esta asociación, se trata de un especimen procedente de un programa llevado a cabo en la península. “Se trata de un proyecto del CSIC en el que traen ejemplares de Cabo Verde, esperan un año hasta que crecen, y después las sueltan en la playa, esperando que vuelvan a la misma playa”, explica. “No llevaba microchip, pero todo apunta a ello”, añade. Este tipo de iniciativas suscitan siempre grandes controversias en la comunidad científica, debido a experiencias de animales alóctonos (que no son originarios del hábitat) que han desplazado a los autóctonos, como el cangrejo de río americano.