El obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, monseñor Rafael Zornoza Boy, estará en la ciudad para participar en la Procesión Magna Mariana que se celebra en este histórico sábado. Como ya expresó extensamente en la Carta Pastoral al inicio del Año Jubilar Diocesano que presentó en octubre, el obispo agradeció ahora a los sacerdotes, religiosos y religiosas, cofradías y movimientos su receptividad y colaboración en los diferentes acontecimientos de este año de celebraciones y actividades.
“Yo quisiera que la gracia recibida de Dios estos meses provocase en nosotros un nuevo Pentecostés que inflamase nuestros corazones en el amor de Dios y nos llevase a vivir como discípulos del Señor, con apasionamiento, y que nos transformáramos en apóstoles.
Si desde el inicio de la era cristiana se vive la fe aquí es porque cada generación vivió el evangelio como algo nuevo, con su permanente novedad divina, como algo renovador, no como una pesada rutina. Hoy debe pasar lo mismo con nosotros”, transmitió Zornoza con motivo de la salida extraordinaria.
El responsable de la Diócesis de Cádiz y Ceuta hizo hincapié en que tenemos la responsabilidad de pasar el testigo de una “antorcha que es el fuego y la luz de la fe”.
La sociedad evoluciona “con rapidez”, prosiguió el obispo, y ya no tolera el ‘siempre se ha hecho así’. “Solo es posible hacerlo hoy viviendo una fuerte comunión y con gran creatividad.
La mediocridad y la rutina nos desconectan entre nosotros, proyectan una mala impresión incapaz de entusiasmar y espantan a los jóvenes. Hay que pasar de ser cumplidores a ser discípulos y apóstoles”, concluyó.
La procesión programada forma parte de la celebración de los 600 años de la restauración de la Diócesis de Ceuta y de la llegada de la Virgen de África. Como es sabido, hemos ofrecido este año celebraciones litúrgicas y momentos de acción de gracias y oración, temas de reflexión para profundizar en la fe, pero también actos culturales donde se aprecia que la presencia cristiana crea cultura y se convierte en vida social.
Esta procesión es un momento de devoción y de fe que, sin duda, expresa lo que vivimos y el amor a la Virgen. Con esto sería suficiente, pero, además, es una manifestación singular de la cultura de un pueblo –el pueblo cristiano— que muestra la belleza de su arte, su música, su liturgia, y cautiva cuando expresa su amor a María, la Madre de Dios.
Es algo público donde todos pueden participar, pero que habla de la vitalidad de las hermandades y cofradías vinculadas a las imágenes –con mucha historia detrás y con gran influencia a lo largo del tiempo en la ciudad a través de la cultura, las costumbres, en la caridad, etcétera–. Espero que sea un momento expresivo de nuestra fe que fortalece la comunión.
Creo, además, que dejará para la posteridad un grato recuerdo de la celebración del Año Jubilar, y ahora un impulso renovador, más ánimo para trabajar.
La comisión organizadora consideró muy adecuada a la sensibilidad de los cristianos de Ceuta, acostumbrados a las procesiones, realizar una que fuese extraordinaria, única, por decirlo así, y para realzar a la Virgen de África, a la que los ceutíes acuden siempre con tanto fervor.
Pero, como sabemos, la Virgen, a la que invocamos con diferentes advocaciones, es la misma. Quien ama a María la encuentra en todas sus imágenes.
Esta procesión pone de manifiesto la gran devoción que le profesamos. Creo que ha sido un acierto esta decisión que se ha recibido en la ciudad con una ilusión grande, y que ha puesto a muchos a trabajar.
Es imposible vivir la fe sin manifestarla.
Es una condición y una constatación de que, por definición, el creyente es un “testigo” de lo que vive. La confesión de la fe es individual en la vida personal de cada cual, pero es vivida por un pueblo que se expresa en lo que hace, y lo refleja en sus celebraciones, al nacer y al morir, al compartir sus alegrías, al casarse o en el trabajo y cuando descansa, porque en todo influye su fe y en todo se manifiesta, aun sin pretenderlo. Precisamente por esto se muestra en público con naturalidad, pero en especial si vive una fiesta religiosa, como es este Año Jubilar.
Afortunadamente la conocida ‘piedad popular’ formada de la devoción a imágenes y al gusto por las procesiones manifiesta que todo un pueblo que comparte su fe no tiene reparo en mostrarlo en público.
La gente es religiosa, en su inmensa mayoría, por lo que comprende sin problema sus expresiones, aunque los ateos ideologizados las rechacen pretendiendo relegarlas al ámbito privado.
Donde hay una vida democrática sana, en los países libres y sin prejuicios ideológicos, esto se asume con toda naturalidad. Vivirlo sin complejos es síntoma de una convivencia sana y respetuosa con todos.
Yo veo cristianos, no “cristianismo”. Las personas viven su fe mejor o peor, y eso condiciona una situación general. Toda la iglesia, al menos en occidente, vive actualmente sumida en un cambio de época –como ha dicho el Papa Francisco— que se caracteriza por una sociedad cambiante y plural. Ceuta no es diferente.
La transmisión de la fe ya no se hace automáticamente en la familia y el colegio, sino que exige una decisión personal consciente y mejor asumida.
Esto provoca el surgimiento de cristianos muy clarificados en su decisión, con más identidad, menos masificados; pero también hay otros que se diluyen en medio de la secularización, los menos decididos, o simplemente satisfechos en sus rutinas.
El gran reto es vivir una fe personal firme y en comunión sin fisuras con la Iglesia, el Santo Padre, el obispo diocesano, etcétera, y profundizar en la fe con el compromiso de vivir juntos la misión de la Iglesia. Hay excelentes cristianos, fervorosos y caritativos, pero es necesario superar el individualismo y asumir unidos el reto de la identidad y de la misión de la Iglesia, que es evangelizar.
Porque los ceutíes llegan muy lejos y llevan a su Madre y Señora en su corazón.
Ante esta pregunta es importante, antes de nada, corregir y clarificar expresiones: Ceuta es ya una diócesis particular que cuenta con un obispo propio, que soy yo. Interpreto que lo que usted quiere decir es “que viva aquí”.
En efecto, aquí vivo cuando vengo prolongadamente, pero no puedo residir permanentemente pues el Santo Padre me encomienda también la Diócesis de Cádiz, como viene sucediendo a todos mis antecesores desde el 1833.
Hoy el transporte y las comunicaciones son rápidos y seguros, y es algo que se puede permitir perfectamente, atendiendo ambas diócesis simultáneamente.
Le recuerdo, por otra parte, que esta situación se da igualmente en otros lugares, como las diócesis de Pamplona y Tudela o las de Huesca y Jaca, sin que suponga ningún problema. Es más, proporciona muchas ventajas de las que se beneficia Ceuta a la hora de proveer de clero, seminario, etcétera, y para impulsar otras iniciativas y acciones pastorales conjuntas.
Hay que recordar, además, que para un católico –que es por definición universal– le da una posibilidad mayor de apertura. Hemos de evitar la tentación de endogamia que –como el Papa Francisco denuncia continuamente– puede asfixiar la vida eclesial.
Mas importante que la residencia del Obispo es como vivir compartiendo con él los proyectos y planes pastorales, con un laicado incondicional, decidido, creativo y testimonial.
Estamos avanzando en este sentido con un gran deseo de comunión que nos fortalece y anima la fe que compartimos. Veo muchas posibilidades, con gente tan buena y generosa. Disfruto mucho aquí, donde espero y veo grandes progresos.
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