Cada vez hay más preocupación al observar cómo el Cambio Climático y sus impactos (olas de calor, inundaciones, sequías y grandes incendios) pueden afectar de manera muy perjudicial a nuestro territorio y sociedad, agravando los retos socioeconómicos y las desigualdades. La organización ecologista Greenpeace se hace eco de los últimos datos de la ONU y nos informa en su revista de invierno de 2022 de que en los últimos 7 años la temperatura ha sido la más cálida de lo que se tiene constancia y de que los compromisos anunciados de reducción de emisiones son insuficientes. Según nos explican, para conseguir el objetivo de calentamiento medio global de 1,5 °C, la ambición climática tendría que ser 7 veces mayor.
Pero no solo los expertos de la ONU nos habían advertido de lo anterior. En estos días se ha conocido la publicación del artículo científico de investigadores de Harvard en la revista Science, en el que se detalla cómo la compañía ExxonMobil sabía desde hace décadas del peligro del cambio climático, pero lo negaban en público, o hacían lo posible por dificultar o desprestigiar las investigaciones de los científicos del organismo internacional.
Veamos algunos datos. En 2021, las emisiones de gases de efecto invernadero en España aumentaron un 6%. Sólo el 21% de la energía total que usamos procede de fuentes renovables. Sin embargo, en el lado positivo, según los datos de la Agencia Internacional de la Energía, figura que el pasado año se generaron en nuestro país 31.500 puestos de trabajo relacionados con la energía solar, y 23.900 relacionados con la energía eólica. Pese a ello, 6,7 millones de hogares sufren pobreza energética, lo que significa que no tienen cubiertas las necesidades básicas de suministro de energía. En el lado contrario de la balanza figuran las empresas petroleras y gasísticas, que multiplicaron entre dos y seis veces sus beneficios en dicho año.
Los expertos nos hablan de que España debería aumentar su ambición climática y lograr la neutralidad en emisiones contaminantes, a más tardar, en 2040, en lugar de en 2050 como se fijó en el Acuerdo de Paris. Pero hay varios datos que son preocupantes. Por un lado, el transporte sigue consumiendo más energía que cualquier otro sector en la Unión Europea, ya que utiliza casi el 70% de todo el petróleo y provoca casi el 30% de emisiones de gases de efecto invernadero. Por otro lado, el 43,4% de la energía que usan las viviendas se dedica a calefacción y refrigeración, pese a que con medidas adecuadas de aislamiento este consumo podría reducirse en un 80%.
Evidentemente, para abordar estos retos, cada vez más urgentes, y mitigar el cambio climático, se debe producir una intensa colaboración entre instituciones, empresas y ciudadanía, que ayude a realizar cambios estructurales y de hábitos para abandonar el uso de combustibles fósiles, instalando energías renovables y protegiendo la biodiversidad. Hasta el 70% de potencial de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero podrían tener las instituciones con sus acciones y programas.
Para todo lo anterior, las administraciones locales pueden ser agentes activos, dinamizadores y ejemplarizantes clave para la implementación de un plan realista de descarbonización de la economía de los municipios. Y para ello, las Comunidades Energéticas Locales, a juicio de la organización Greenpeace y de muchos otros expertos, emergen como figuras jurídicas impulsadas por las directivas europeas, capaces de dotar a la ciudadanía de la posibilidad de apropiarse y corresponsabilizarse de la transición energética, a través de la descentralización y autogestión de su propia energía renovable, practicando el ahorro y la eficiencia.
Lo que nos sugiere esta organización ecologista es que desde los Ayuntamientos se elaboren planes de transición energética municipal, con el objetivo de reducir la demanda de energía total en al menos un 50% y satisfacer el 100% de la demanda de energía con fuentes renovables para antes de 2040. Para ello proponen medidas realistas de aislamiento de edificios públicos; reducción de demanda energética mediante sistemas de calor y frío renovables; solarización de todos los edificios públicos, en los que participen las comunidades energéticas de ciudadanos; y urgente creación de Oficinas Municipales de Energía para gestionar toda esta transición.
En un artículo de hace varios años en este mismo periódico titulado “Hacia un nuevo concepto de municipalismo”, recurría al profesor Naredo, que en su libro“La economía en evolución” explicaba que estamos inmersos en un proceso global de tránsito hacia una economía más sostenible, que evite el colapso al que nos lleva el calentamiento global provocado por la acción del hombre y su desarrollo económico sin límites. Nuestras necesidades de expansión, generadas por la acumulación y la mayor disponibilidad energética, trajeron una civilización industrial caracterizada por el paso desde la antigua economía de la producción a una basada en la extracción de minerales y combustible. Esto implica que en torno a 2050 necesitaremos 2,8 planetas para subsistir.
Como ya mantenía en aquellos momentos, en este nuevo contexto de emergencia ecológica y climática, el municipalismo recobra una especial importancia, pues un desarrollo coherente del discurso ecologista nos llevaría a construir vínculos para el cuidado de la vida, ya que “el deterioro ecológico, el agotamiento de los recursos materiales y la degradación social nos indican que el decrecimiento y las alternativas económicas son urgente, además de inevitables”. Muchas de estas alternativas están ya aquí. Hay ejemplos magníficos de agroecología, sistemas productivos artesanales vinculados a mercados locales, cooperativas de viviendas, producción de energías renovables descentralizadas, cooperativas de crédito para la autonomía financiera, bancos éticos, o la llamada artesanía biomimética, que sería una estrategia de reconstrucción ecológica de la economía basada en una búsqueda coherente entre sistemas humanos y ecosistemas.
Como ya expliqué en aquel artículo, hace tiempo que vengo reivindicando la vuelta a los oficios artesanos y al municipalismo, como estrategia de pervivencia frente a un mundo que nos conduce a la barbarie. Especialmente en este momento, cobran una renovada actualidad estas ideas, pues la emergencia de la situación de nuestro planeta reclama esfuerzos en este sentido.
Este es el nuevo concepto de municipalismo que se necesita, que se debería de plasmar en los programas electorales de las próximas elecciones municipales de mayo de 2023.
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