Es una tendencia común pensar que todo nuestro pasado se encuentra escrito y sellado. Sin embargo, a menudo nuevos hallazgos, ya sean fortuitos o por ciertas sospechas, se inmiscuyen entre esas líneas ya impresas y, en ocasiones, abren un capítulo en esos tiempos pretéritos, iniciando así un nuevo camino para la investigación. Precisamente este hecho es el que ha acaecido sobre la ya finalizada excavación que el arqueólogo José Manuel Pérez Rivera ha desarrollado en la calle Fructuoso Miaja, una zona de alto interés arqueológico situado en una parte de la Almina.
El hallazgo de varios hornos de fundición de cerámica que datan del siglo XVIII así como de una cantidad ingente de piezas de esta naturaleza apuntan a que esta zona pudo albergar un gran foco de producción alfarera. “Más allá de la importancia del hallazgo, un hecho reseñable es que no se tenía constancia de ello, ni existía hasta ahora testimonio o referencia alguna que así lo reflejase, ni en planos ni en documentación escrita”, apunta el arqueólogo.
Descubrimiento que “aporta una nueva visión” a este sector de la Almina y que llega después de largos meses de trabajo e investigación. Precisamente esta excavación surge de la necesidad de emitir un informe arqueológico ante la tramitación de una licencia urbanística. Una zona dotada de un alto interés arqueológico que planteaba la necesidad de establecer una valoración “lo más completa posible”.
Los trabajos en el solar, compuesto por dos terrazas de unos 500 metros cuadrados, se llevaron a cabo en distinta cota. “La terraza interior, más amplia, es donde se realizaron los primeros sondeos en los que aparecieron algunas estructuras. Sin embargo, se trata de una zona altamente alterada por edificaciones de la segunda parte del siglo XX”, explica Pérez Rivera.
Es el segundo sondeo, situado en la terraza superior, el que comienza a lanzar las primeras luces a este hallazgo sin precedentes. “Encontramos dos hornos cerámicos. En el primero, aunque muy alterado, pudimos documentar en planta rectangular las dimensiones del plano. Y en el segundo de menor tamaño, situado en la esquina suroccidental, pudimos advertir de sus estructuras y muros una relación con el alfar cerámico”, detalla el arqueólogo. Además en esta zona aparecen bastantes piezas cerámicas.
Aunque no solo en el siglo XVIII se trabajó la cerámica, ya que también se ha descubierto en niveles más antiguos algunos indicios de ese posible uso de la alfarería en épocas anteriores, en concreto en época almohade (siglos XII-XIII), con lo cuál ya pudo existir en tiempos medievales. “En el sustrato geológico quedan indicios de existencia de arcilla que apuntan a que se trabajó la alfarería en la época”.
Información toda ella inédita que ahora es necesario analizar en el contexto histórico y que ya se ha hecho con un hueco en este capítulo de la historia local.
Piezas cerámicas: la estrella de la alquimia
Junto a los hornos descubiertos apareció una gran cantidad de piezas cerámicas que corroboraban la actividad alfarera que se había realizado durante el siglo XVIII en esta zona de la Almina. De forma paralela a estos hallazgos aparecieron una serie de enterramientos y con ellos, en el túmulo de piezas y tierra que cubría un de las tumbas documentadas en la necrópolis, se encontró un sello cilíndrico para estampillar cerámica con representación, en ambas caras, de una estrella de ocho puntas. “El investigador Ángel Alcalá Malavé denomina a este símbolo ‘Estrella de la alquimia’. Se trata de una estrella que fue elegida por Abderramán I el Inmigrado como emblema de Al-Ándalus, su significado simbólico es muy amplio y rico. Así, representa, entre otras cosas, los cuatro elementos y las cuatro cualidades (humedad, sequedad, calor y frío)”, explica Pérez Rivera.
Además la octafal o estrella octogonal puede considerarse como una derivación de la hexafal o sello de Salomón, poseyendo sus mismas propiedades protectoras contra el mal de ojo o los malos espíritus.
Hornos de cerámica
Dos han sido los hornos que han aparecido bajo las entrañas de Fructuoso Miaja después de varios siglos en el olvido. Se trata de hornos rudimentarios, sin una gran complejidad arquitectónica, de los que se sospecha que su actividad pudo ser algo limitada en el tiempo. El primero de ellos, de mayores dimensiones, con 3x1,36 y 3,80 metros de altura, aproximadamente, posee una base de doble escalonamiento en el fondo, en cuyo rectángulo inferior se depositaba la cerámica, y que data de finales de XVIII y principios del XIX. El segundo aparece en la esquina suroccidental y sus estructuras y muros han permitido relacionarlo con la actividad desarrollada en el alfar cerámico.