Opinión

Nuestro gato Blonde

Nuestro gato ‘Blonde’ es un artículo acerca  de un gato a rayas amarillas y blancas, que pareciera por sus rasgos humanos y su falta de fiereza que rayaba en la docilidad, que tuviera alma… Y, que a su memoria gatuna, hemos tenido a bien relatar  su pequeña historia con el fin de que los niños gocen con cuentos y leyendas de nuestros entrañables gatos….

«A los niños -esos pequeños seres traviesos que nos llenan el alma y la vida-, con el deseo de que gocen con cuentos y leyendas de nuestros entrañables gatos amarillos a rayas blancas, o de cualquier otro color…» Blonde era un gato callejero…Sí; sólo un gato callejero al uso, sin embargo podía aplicarse aquello  que nos dijera Juan Ramón Jiménez (1) en su recordado libro en prosa poética «Platero y yo», a saber: «Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro” Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro, como una piedra...” Así era Blonde (2)…
Y, apuntamos, que dormía las noches al raso debajo de los coches. Y, por el día aguantaba estoicamente el frío, la lluvia o el tórrido sol del verano. Siempre gustaba ponerse al pie de las pescaderías, por si pescaba alguna que otra sardina, raspa o cabeza de pescado...  Era noble y cariñoso, tanto, que a veces llegué a pensar si acaso tuviese alma... Si bien era un gato cualquiera de pelo a bandas amarillas y blancas, su falta de fiereza y su gusto por la caricia, diera la impresión que fuera uno más de nosotros...
En ocasiones, lo molestaba adrede para hacerlo rabiar; sin embargo, nunca usaba sus afiladas garras, prefería cambiar de sitio y decir: “Ahí te quedas, nene...”, vaya, piensa uno que pensaba él...
Ya no está entre nosotros, quedó su cuerpo inerte en la operación que le practicó el veterinario. No la pudo superar... Y, ahora, se pregunta uno, ¿dónde estará su pequeña conciencia? ¿Habrá desaparecido en la nada cómo si nunca hubiera existido?; o, por el contrario, ¿estará llegando a su cielo para gatos, con su noche estrellada y su luna de marfil para maullar libre sobre algún tejado de tejas antiguas cubiertas de líquenes amarillos?...
¡Oh, sí, Blonde, sin duda, estará en su cielo para gatos sobre un tejado de tejas antiguas cubiertas de líquenes amarillos, maullando por alguna sardina que llevarse a la boca, eternamente libre!
Catalina, que sencillas tus palabras, pero que bonitas... Sí, es verdad lo que dices: “Ha sido una despedida muy emotiva y, además, también extendida a los amigos que andamos por estos caminos nuevos  y procelosos  que ha posibilitado las diferentes formas de comunicación de Internet”.
Todos tenemos muchos ejemplos de animales que han convivido con nosotros y se convierten al cabo del tiempo en especiales; porque,  ya se transforman  en parte de nuestro entorno familiar. Pues, éste es el caso de Blonde, que siendo un simple gato callejero, se había convertido por sus condiciones de docilidad en uno más de la familia.
Y, seguramente, pensarás que exagero, pero puedo asegurarte que no;  porque en casa también se encuentra con nosotros, Chispita(3) el otro gato criado desde el destete con nosotros y, sin embargo, el callejero era un animalito algo más especial.  Tanto, que a veces, le decía sin que se enterara Araceli: «¡Anda, Blonde, vámonos a la cama!»; y, se venía conmigo y entre la manta y el cobertor se acurrucaba toda la noche sin que Dña. Araceli se enterara... Por la mañana, muy temprano, lo dejaba en el suelo, y comenzaba su ronda de la casa, que, entre las tareas a realizar se hallaba la de mantener a raya al huraño y siempre malhumorado Chispita...
El mundo de los gatos se halla lleno de curiosidades  y resulta a veces atractivo el contemplar como interpretan las leyes que abarcan los límites del espacio donde desarrollan su actividad felina. Y, en el caso que nos ocupa hemos de apuntar, que nos resulta verdaderamente interesante para el análisis científico y psicológico de estos  animales, la valoración máxima que hacen de lo que consideran su territorio vital. Y, así, relatamos que nada más llegar el expósito  Blonde a nuestra casa,  Chispita, el hasta ahora rey y emperador de todas las estancias de su reino, se vio  desterrado a una alcoba, donde en las exiguas medidas  de una  litera, quedó confinado su otrora extensas tierras… Para mi asombro -os diré-, que  he podido columbrar que cierto día que me hallaba sentado en el sofá del salón acariciando entre mis manos a Blonde, tuvo a bien Chispita, adentrarse en el salón con un cierto aire ausente y chulesco con los allí presente; y, de un limpio brinco se posicionó en lo más alto de otro sofá, como reto a su cuestionada autoridad. Sin embargo, ese donaire altivo para con  los antiguos y el nuevo inquilino, le perdió y fue la causa de su destronamiento como el señor de la casa. Pues a continuación de su exuberante paseo salonero y pirueta trapecista para alcanzar el otero más alto, Blonde, se me zafó de las manos en un enérgico y convulso agitamiento  de su cuerpo,  e inicio un salto que llegó hasta las inmediaciones donde se pavoneaba el  otro gato de rancio pedigrí; que ante lo inesperado y la sorpresa del arqueado movimiento cirquense que cruzo el aire hasta el confín del otro sofá, Chispita, no tuvo más remedio que emprender una veloz huida, hasta refugiarse en lo más profundo de su último territorio que, como hemos mencionado anteriormente, sólo consistía en el pequeño espacio del cobertor de una litera.
Y, cosas de este mundo gatuno, que uno nunca acaba de aprender... Resulta -como ya sabemos-  que Chispita siempre se sintió el rey de la casa hasta la llegada de Blonde,  y siempre estaba a la gresca con él como amigos irreconciliables; no obstante, ayer,  se llevó todo el día cabizbajo y tristón, yendo de una habitación a otra  buscando a su amigo-enemigo con el que había mantenido innumerables contiendas territoriales. Y, ahora que no estaba, que todo el territorio de la casa era suyo, lo echaba de menos como alma en pena…
Son cosas, Catalina, de los gatos, del mundo gatuno, donde a mi memoria se me avienen aquellos gatos parduzcos, subido a los tejados de tejas cubiertas de líquenes amarillos de mi patio del Callejón del Asilo -junto al Ayuntamiento y la plaza de África-, donde pasé los años de mi añorada niñez, que es cómo decir: “Aquel tiempo donde las horas no se contaban en un reloj, sino en la horas incontable de nuestro juegos…
Y, nosotros, prendados del cielo de Platero que Juan Ramón nos dijera, dejamos este pequeño poema,  para que Blonde le apunte a su amigo  universal -desde su alto  tejado cubierto de estrellas y luceros de plata-, que también guarda  unos versos que  sus añorantes familiares humanos le han escrito, con el fin de que nunca se olvide del tiempo que convivieron en la misma casa, pues es claro, que nuestra casa fue también la suya… BLONDE
"Que juegues en  tu cielo gatuno
a coger las madejas de lanas…” El cielo de los gatos
se ve azul, amarillo
o encarnado...
El cielo de los gatos
tiene árboles altos,
y colinas de plata
cerca de las estrellas
que alumbran la noche
cuando la luna, lunera,
se esconde en su alcoba
y nos alumbra su cara,
su cara de luz y de cera...
¡Ay, noche de estrellas,
y luna de oro, cascabelera!
Decidme si los gatos
sienten y sueñan
con la noche de estrellas,
con la luna, lunera,
con los árboles altos,
con las colinas de plata.
¡Ay, los cielos de los gatos
pintados  siempre de  azul,
amarillo o encarnado!
______
(1) Juan Ramón Jiménez, describe en su primer capítulo de “Platero y yo”, magistralmente y de una manera lírica llena de ternura. A Platero, aquel burro -más bien un amigo- que le acompañaba  por la campiña de Moguer, y con el que mantenía unos diálogos que hicieron de este libro, un canto universal al respeto y al amor por  los animales, en un tiempo donde pareciera que los animales aún no tenían ningún derecho que los protegiera del maltrato y del abandono….
(2) Nombre que le puso Yazmina, en ingles a su gato callejero, por su pelo amarillo y de bandas blanca; y, que al cabo dejó la calle, para evitarle tantas heridas que un día sí y otro también había que curarle de sus continuas peleas con otros gatos del vecindario…
(3) Nombre que también le puso Yazmina a su primer gato, cuando en unas navidades los Reyes magos, le dejaron a la puerta una pelota peluda y grisácea, que de manera leve maullaba, y que no le quedó, por su pequeñez, que llamarlo “Chispita” en femenino, pues hasta pasado un buen tiempo no nos dimos cuenta que era un niño en vez de una niña…

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