Sociedad

Nómadas del mar

  • Dos hermanos ceutíes completan la travesía del Atlántico sobre un catamarán

  • Kike De la Gándara se embarcó rumbo al Caribe y Ávaro de regreso a Europa

Mire el océano, profesor. ¿No está dotado de vida real? ¿No tiene sus arrebatos de cólera y de ternura? Cuando los ceutíes Enrique y Álvaro De la Gándara Guzmán decidieron enrolarse en esta aventura, ya en sus pensamientos daban vueltas a alguna de las frases que escribió Julio Verne en ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’. El mundo no precisa de nuevos continentes, sino de hombres nuevos. Con 26 y 23 años, estos hermanos han completado entre los dos un viaje de ida y vuelta atravesando el Atlántico. De Costa a Costa.

Kike a la ida y Álvaro a la vuelta. De Benalmádena a Canarias, Cabo Verde, Barbados, Martinica... y de San Martins, una isla francesa en el Caribe, pasando por Bermudas, Azores y llegando a Tarifa de nuevo. Momentos de enriquecedora soledad, vivir con los elementos naturales y saber que hay cosas que el hombre no puede manipular sino dejarse mecer y disfrutar. “Millones de mini bichitos de color verde fluorescente, el plancton, dejando surcos de luz a nuestro paso que las propias estrellas iluminaban, ir al son de las rotaciones de la tierra viendo cada día el amanecer, el atardecer y tener esa sensación de poder agarrar las estrellas...”. En sus recuerdos se acumulan decenas de anécdotas.

Kike tuvo que hacer frente a muchos días de navegación sin electricidad por una avería en el generador. Así que se alimentaban de lo que pescaban y cuando llegaba un chubasco, desnudos en la cubierta esperaban la llegada de la mejor ducha que cualquiera pudiera imaginar. Hubo un herido de corte que se infectó temiéndose consecuencias más graves pero finalmente con el contacto vía satélite con un médico se terminó curando.

Álvaro vivió un temporal con olas de hasta 8 metros y el 5 de mayo se despertó sobresaltado al escuchar a sus compañeros gritar que había un barco a la deriva. Dentro no había nadie. Sólo desorden, vómitos y restos de haber sido fatal el temporal que dos días atrás ellos también sufrieron. Álvaro comenzó a investigar  con datos recabados hasta conseguir contactar con el hombre que, tras entrar una ola por la escotilla y estropear el equipo, consiguió sobrevivir en la que era ya su cuarta travesía y había pisado tierra en Ceuta tras ser rescatado en medio del Atlántico por un buque maltés que transportaba grano. Se trataba de un francés afincado en Panamá.

En el cuaderno de bitácora de Kike, donde un paliño europeo conocido como el alma de los marineros y que tiene un pico que funciona como desalinizador ha sido dibujado con precisión, se detalla paso por paso una aventura que no olvidarán en sus vidas. Aún las algas que guarda entre las hojas de papel huelen a mar adentro y las colas de los atunes que pescaron para poder tener alimento conservan un color amarillo que llama la atención.

A ambos les han quedado cosas muy claras tras haber vuelto a Ceuta. Para Kike, “este mundo es mi vida y estar en una situación en la que dos personas son mayores que tú y al final eres tú el que transmites esa paz y eres líder, porque en el mar hay líderes, no jefes ... el mar me da la alegría, tranquilidad, retos y la libertad”. Y para Ávaro, “el mundo es muy grande, muy bonito y muy maravilloso pero hay que ser valientes para dar ese paso y aprender de él. En la tierra la libertad es utópica, cuando donde realmente la sientes es en el mar, en el barco, sobre una ola”.

Kike es patrón de embarcaciones y lleva desde los 16 años navegando en competición de vela ligera. Álvaro agradece a su hermano, con el que navegó en cadetes hace tiempo, que le haya abierto puertas para poder seguir su carrera profesional también de la mano del mar.

Los dos cuidan un catamarán y un yate respectivamente en el puerto deportivo de Ceuta y se ocupan de su manejo y mantenimiento cuando los dueños les dan uso. Están enamorados de su trabajo en cuanto que les permite seguir en contacto continuo con ese mar donde realmente se sienten libres. Y Ceuta les duele. La llevan en la sangre y lamentan que pese a ser una ciudad de mar viva dé espaldas a él a efectos reales. Sienten que no se aprovecha la riqueza que rodea a la perla del Mediterráneo. Y el  mar da mucho.

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