Sentado en mi silla estaba, junto al balcón, allí disfrutaba del amanecer, ese que enfría al día, que llegará dentro de los momentos y que me enfría los pecaminosos pensamientos.
Esos que durante la noche he tenido y que me ha envuelto en unos instantes donde coincidía los estigmas del pasado, con la realidad del presente.
Solo en mi habitación veía pasar aquellos días, ya pasados, y los espíritus me preguntaban por lo que quería hacer en esos momentos donde el sueño no quería llegar y la noche volaba con una indefensión, por parte mía, y yo, allí buscando el cobijo del intento de estar en el séptimo Cielo, en brazos de Morfeo, y creo que se dio cuenta que ya era viejo y pesaba un poco más de lo normal. Y fue la causa, por la cual no pude pegar ojo, aquella noche, que ya le quedaba poco.
Mañana será otro día, era lo que diría mi mujer y ella seguro, que con un poco de manzanilla calentita hubiera cobijado, ese puesto en el sueño, y seguro me hubiera hecho envidiar, con algún sueño de algún lugar donde hubiera querido viajar, próximamente.
Pero todos no somos iguales y para muestra un botón. Ese que me señaló y no quiso ser hilvanado, y que ahora se ha caído y perdido de la camisa.