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Hablan los inmigrantes tras el histórico salto a la valla de Ceuta: "No venimos a ser violentos"

Por centenares se cuentan los inmigrantes que en estos días han arribado a las costas andaluzas por vía marítima y Ceuta no se queda atrás con esos 603 subsaharianos que el jueves por la mañana saltaron con éxito la valla fronteriza en un ‘boza’ (victoria) de récord. Dos caras del mismo fenómeno cuyas consecuencias conocen los alrededor de 1.200 residentes en el CETI de Ceuta. Los recién llegados parece que tienen asimilado que tendrán que esperar más tiempo del previsto para proseguir su viaje: los centros de acogida peninsulares están desbordados por la oleada de pateras y su traslado al otro lado del Estrecho de Gibraltar se va a demorar hasta que los centros de la Península alivien su ocupación. Igual de desbordado está el centro del Jaral, que aloja al doble de personas que permite oficialmente su capacidad. Esa saturación de extranjeros obligó a acomodar a 200 en las tiendas de campaña instaladas en la Hípica y, dentro del CETI, sirve hasta el lugar más insospechado donde sea posible poner una cama. Una imagen curiosa fue ver literas pegadas a las ventanas de uno de los edificios de la entrada a las instalaciones. Los veteranos del CETI, que ya protagonizaron hace unos días una manifestación por las calles de la ciudad solicitando su transporte a la Península, aún no han tenido tiempo de fraternizar con los de nuevo ingreso. Dado su volumen, los trámites de expedición de tarjeta se han ralentizado y, en la mañana de ayer, era más fácil encontrar a un periodista en la carretera del Jaral que a un residente nuevo. Ni que hablar del servicio de comedor, que tampoco da abasto con esta ‘explosión’ poblacional, según pudo conocer este periódico. Y en medio de la polémica sobre la violencia del salto a la valla de Ceuta, los residentes consultados quisieron enviar un mensaje tajante: “No venimos a ser violentos”.

Abdourahmane Bah: “No tenemos nada de gas lacrimógeno... Vinimos solo a pasar”

“No me gusta ser violento. No venimos a hacer la violencia contra los gendarmes ni contra los guardias civiles. No tenemos nada de gases lacrimógenos... Venimos solo a pasar”. Esas palabras son de uno de los 603 subsaharianos que protagonizaron el salto a la valla de este jueves, el más numeroso que se recuerda en la ciudad. Se llama Abdourahmane Bah, es senegalés y hoy cumple sus primeras 48 horas como residente en el CETI. Este joven niega que sean violentos, de lo cual se les acusa desde distintos sectores después de que la Guardia Civil diese a conocer que lanzaron contra los agentes cal viva, botes con excrementos y botellas con líquido inflamable en el interior. Esto último, algo que desmiente este joven de 19 años, que no iba en la avanzadilla: “La botella la utilizamos para el agua y para beber en el bosque. Vinimos tranquilos, sin comer. La cuerda es solo para sujetarla al cuerpo”, explica a las puertas del centro del Jaral, mientras ve las fotografías difundidas por la Guardia Civil como muestra de la beligerancia en su entrada. El relato de cómo flanquearon la Frontera Sur es estremecedor. Bah iba a la retaguardia, pero sus compañeros en primera línea se llevaron la peor parte por la concertina: “A la llegada a las vallas, los primeros estaban heridos pero yo apenas lo estoy, solo tengo algunos cortes”, dijo mientras exhibía sus manos a la cámara de FARO TV.

Barry Alhassane: “Estábamos en las vallas cuando a algunos les tiraron y otros se cayeron”

Uno de los compañeros de Bah en la entrada masiva del jueves es guineano y se llama Barry Alhassane. El joven, de 18 años y natural de Guinea Conakri, explica que los guardias civiles no pudieron contener a la masa y solo pudieron interceptar a algunos de ellos. “Nosotros llegamos. Estábamos en las vallas y a algunos les tiraron hacia abajo y otros se cayeron”, rememora aún con la cartulina de recién llegado colgando del cuello a la espera de una tarjeta de acceso al centro del Jaral. Con las fotografías puestas en circulación por la Guardia Civil sobre los “medios virulentos”, Alhassane no entra en valoraciones. Sus testimonios recogen datos ya ofrecidos por la crónica de los hechos publicada ayer por este periódico, como la planificación estudiada en la avalancha, en la que los primeros se encargaban de abrir paso con cizallas. En su narración sobre cómo coronaron el perímetro, tampoco olvidaron a aquellos que quedaron en el camino la mañana del jueves, a quienes desearon más suerte la próxima vez. Tanto Alhassane como Bah manifestaron sentirse felices por haber conseguido esta meta. “Estoy muy contento. La emoción... Es difícil hablar ahora”, confiesa con una sonrisa. Y están agradecidos por la atención recibida a su llegada, como expresó Bah: “Ahora estoy muy contento porque la Cruz Roja nos ha atendido muy bien. Verdaderamente estamos muy felices”.

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