No soy mujer, pero ella me dio la vida. Reconozcamos al sistema patriarcal y dejémosle, con nuestro apoyo, que sean las protagonistas de su derrocamiento.

No soy naturaleza, pero sin ella no puedo respirar. Ella es sabía, escuchemos sus gritos e interpretemos sus movimientos.

No soy mayor, pero gracias a ellos por sus actos en el pasado hoy puedo expresarme libremente.

No soy pobre pero por mi acumulación soy más pobre que ellos. No nos conformemos con la limosna del asistencialismo, quebrantemos la estructura inequitativa de nuestro sistema.

No soy migrante pero quizás por mis acciones ellos cruzan el mar Mediterráneo en patera. No podemos consentir que su “sueño” sea llegar a Europa, en todo caso, es su “antisueño” puesto que su deseo es que sus países tengan el bienestar suficiente para quedarse allí junto con sus familias. En todo caso, su cultura es mi tesoro.

No soy animal, pero con su compañía no tengo soledad en el hogar y su trato con el medio ambiente contribuyen a mimar un ecosistema tan necesario para nuestra supervivencia.

No soy joven pero su juventud hace que crea en la utopía. Aniquilemos la generación NI-NI y que su progreso sea la luz de la oscuridad humanitaria presente.

No soy heterosexual pero la sociedad me tacha como tal, nos enamoramos de la persona no del sexo. Por ello, somos sexuales.

No soy agricultor pero ellos despeinan la tierra para alimentarnos.

No soy minusválido pero mañana puedo tener un accidente.

No soy desempleado. No obstante, puedo amanecer con mi gente en la cola del INEM.

No soy policía. Dejen la placa y la pistola contra el manifestante y persigan a ladrones, malversadores, violadores, asesinos y maltratadores que existan en nuestro territorio,

No soy militar. Utilicen los tanques contra aquellos que quieran invadir países sin motivo alguno profanando así todos los derechos humanos.

No soy maltratador. Así que bloquemos, desde inicio, el piropo del desconocido.

No soy juez pero condenaría más exhaustivamente al corrupto. De lo contrario, resta credibilidad a las instituciones y ahorca la democracia.

No soy franquista pero tampoco nací en su época. No le insultemos porque nos convertimos como ellos; convenzámosle a golpe de diagnósticos certeros y de propuestas posibles y adecuadas.

No soy inspector de hacienda. Persigamos a los que defraudan fiscalmente y que la progresividad en los tributos sea santo y seña del Estado del Bienestar.

No soy catalán pero a pesar de nuestras diferencias admiro su “solidaridad” como pueblo y siento anhelo de que no ocurra en mi tierra andaluza.

No soy padre pero no quiero dejarle un cassette, rebobinando continuamente derechos, como herencia a las generaciones venideras

No soy tetrapléjico aunque entiendo su decisión de querer caminar hacía el más allá.

No soy enfermo pero, algún día, estaré en la cama de algún hospital. Luchemos por la sanidad pública.

No soy analfabeto. Pero temo que mis alumnos y alumnas lo sean por no poseer una educación pública de calidad. En el siglo XXI, no es analfabeto quien no sabe leer y/o escribir sino aquel que no comprende lo que lee, no sabe argumentar y no es educado en el ser crítico y con inquietudes, justamente necesario para satisfacer los retos y desafíos que se nos plantean hoy.

No soy de campo. Pero parte de mi familia SI y no se pueden quedar abandonados.

No soy latinoamericano. No soy africano. Así que dejemos en paz sus recursos naturales.

No soy desahuciado, pero los bancos no siempre deben ganar.

No soy religioso. Pero sus templos apaciguan mi espiritualidad.

No soy de derechas ni de izquierdas. Posiblemente, por el temor de convertirme en un sectario. Asimismo, imagino la alternativa como medicina para curar enfermedades socioeconómicas.

No soy poeta. Sin embargo, a mi amada y/o amado le haría lo que el mar hace con la arena, es decir, orillas.

Soy desigual porque no tengo las mismas oportunidades y esto está totalmente relacionado con los sectores subrayado con anterioridad donde si me siento identificado, concienciado y sensibilizado con todos ellos; aunque no lo sea, en algunas ocasiones, directamente.

Más de cien años que empezó aquella Primera Guerra Mundial (1914), Más de cien años que terminó aquella Primera Guerra Mundial (1917) y cien años que se firmó el acuerdo de Conferencia de Paz de París (1919). Este tratado impuso unas medidas de pago, con respecto al país germano, de unas indemnizaciones irrisorias que tuvo como consecuencia la penuria socioeconómica del pueblo alemán (país perdedor de la contienda y señalado de toda culpa por el desencadenamiento beligerante) sumergiéndolo así en el caos social.

En medio de esta situación límite se empezó a medrar organizaciones de nacionalismo extremo, entre ellos el partido Nazi, liderado por Adolf Hitler. Este se empeñó en convencer a su público considerando dos premisas laureado de odio: primero, criminalizando al diferente (población judía, entre otras) y, segundo, que rompiendo con el tratado firmado de1919 los nazis devolvería a Alemania su antiguo esplendor ya que los protagonistas de que la región tuviese tal realidad de economía lastimosa eran los firmantes del acuerdo. Además, también acompañó la crisis económica mundial de 1929, por lo que la población alemana cegó sus esperanzas en ver en Hitler una solución posible hasta tal punto que lo llevaron al poder en 1933, expansionándose el nacismo en la Segunda Guerra Mundial. No hace falta hablar de los efectos negativos de tal conflagración.

Pues bien, casi 100 años después de tales episodios no hemos aprendido. En 2007 se desata una crisis económica-financiera-inmobiliaria, de tilde universal, cuya secuelas socioeconómicas a día de hoy la población la sigue pagando. Asimismo, la única receta económica para combatir tal crisis fue, todavía la siguen considerando y aplicando, la instauración, por parte de las instituciones más condecoradas (UE, FMI, entre otros), de unos “recortes” que lo único que han logrado son dos objetivos: desabastecer a una sociedad entera y concentrar la riqueza, es decir, estallar a los pobres en más pobres y a los ricos en más ricos.

Tras lo anterior, esto ha conllevado a desesperanzar un sector importante de personas que, por un lado, debido a su situación de total bochorno socioeconómico sólo ven solución confiando su voto en partidos de extrema derecha; y, por otro lado, estos mismos partidos ven una gran oportunidad traduciendo sus miserias en potenciales y reales votantes, utilizando los mismos instrumentos que el nacismo protagonizó como apuntillar al distinto (mujeres, LGTBI, migrantes, animalistas, entre otros) y escupiéndole la culpa de todo mal a las instituciones (autonomías, entre otros).

“La historia se repite. Ese es uno de los errores de la historia” como anuncio Charles Darwin; “la historia no se repite, pero rima” como anunció Mark Twain; “la historia es un incesante volver a empezar” como exclamó Tucídides; o “la historia los juzgará” como proclamo Salvador Allende antes de ser asesinado. Frases de intelectuales que según vemos en nuestro panorama actual parece que va de la mano con lo que ocurrió hace, medianamente, un siglo. No obstante, con la diferencia que la desigualdad no sólo es representada en una región (como se concretó en Alemania) sino que es una cuestión transfronteriza que nos afecta mundialmente y que, por ello, aparece de nuevo el fantasma de una extrema derecha que parecía ver sido derrotada y que emerge con más fuerza que nunca. La pregunta es, ¿cómo resolvemos esto?

A partir de aquí, la única solución posible es la unión societaria para navegar con un horizonte eterno de ciudadanía con equidad de oportunidades socioeconómicas donde la humillación y la indignación, de los pueblos y sus poblaciones, sólo sean palabras que formen parte de la RAE y jamás viva entre las calles.

Una de las fotografías que tengo marcada es la imagen de la tierra desde la Luna, cuando el astronauta Michael Collins –en su Apolo 11- la observó durante el primer alunizaje. Al igual que recuerdo aquella estampa universal pienso en la frase que manifestó Neil Armstrong al pisar nuestro satélite por primera vez allá un 20 de julio de 1969: “un pequeño paso del hombre, un gran salto para la humanidad”. En este sentido, primeramente, si empezáramos entender que en ese hermoso lugar vivimos todos, es decir, animales, naturaleza y seres humano; y lo segundo, si lográsemos reconocer profundamente que los pasos no son sólo del hombre sino también de la mujer, por tanto, de las personas con la verdad de sus razas y etnias , probablemente otro mundo sería posible.

Sigamos Confiando en la flor optimista que depositó la adolescente de 17 años Jan Rose Kasmir enfrentándose sola a los soldados con la bayoneta calada en Washington un día de octubre de 1967, debido a las revueltas contra la guerra del Vietnam, mostrando la efigie del diálogo como solucionador real de problemas. En este sentido, la preocupación vigente que nos asfixia es la desigualdad que va arrasando continente tras continente y sólo con buenas políticas, asociacionismos de todos y todas y una nueva conciencia batiremos a ese monstruo que nos está condenando a una individualidad y competitividad feroz que nos aniquila como sociedad.

Por último, no soy votante de ningún partido político pero quiero uno que combata en el frenesí de “por un mundo más justo”. La generación de oportunidades como única libertad del siglo XXI donde la paloma blanca, alegoría de paz, muestre esta vez en su pico una rama de igualdad. X la revolución de los desiguales.

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