“No se la ha llevado Dios, me la han matado. Sólo la quiero aquí”

“La llevaba de la mano y de pronto salió volando”. La abuela de la pequeña se aferra a un cojín que lleva la imagen de Jennifer, que con siete años era “el cascabel” de una familia y de una barriada que ayer estaba conmocionada con la noticia de que un atropello le había segado la vida. “Fue a las siete de la tarde, íbamos a la playa a merendar, llevaba el bocadillo de aceite, que era lo que le gustaba en el cubo para jugar y había metido hielo dentro... antes había hecho un biberón a su prima pequeña de cuatro meses a la que le había regalado un vestidito y una camisita y de pronto ya no está”.
Susana Mesa, la madre de la pequeña sigue sin poder creerlo. “Nos habían cedido el paso y apareció un coche y mi niña salió volando... iba un poco adelantada a la abuela porque ya sabes como son los niños siempre con prisa, pero de la mano... y su pelo rubio se volvió rojo y el ambulancia no llegaba y un vecino la cogió en brazos y la llevó y otro vecino nos llevó a nosotros detrás y allí ya me dijo el médico que era un ángel, tan rubia, con la piel tan bonita y que había muerto. Se la ha llevado Dios porque necesitaba un ángel... pero no, a mi hija la han matado”. La hermana de Susana explica que llevan horas esperando la atención psicológica del seguro y no llega. Mientras, un tío abuelo le dice a Susana que su hija ya no va a volver. Que se haga a la idea. Pero ella sigue llorando sin hacérsela. “Quiero a mi hija, por favor, la quiero aquí, tan buena, tan alegre, con sus ahorros para ir a la feria, le habíamos comprado un traje de gitana y estaba tan ilusionada para ir con su primita y disfrutar...y ahora está en una caja”.
La madre explica que “los médicos prepararon incluso un helicóptero para evacuarla pero ya no resistió y se me fue”.
Estudiaba en el Vicente Aleixandre, se portaba bien y quería ser veterinaria. “Siempre con su perro Pirri paseando por la plaza y no se separaba de él”, dicen los vecinos de Miramar Bajo mientras consuelan a la familia y se deshacen en lágrimas. “Es muy fuerte, no hay derecho, era una niña alegre, que se hacía notar por donde iba, la Jeni... y su madre y su abuela no la dejaban ni un momento sola y mira”. La abuela se aferra al cojín y la madre coge entre sus manos el peluche favorito de la niña, un perro.
Ahora la madre piensa en hacer Magisterio, explica que quiere una niña, a su niña que la animaba para estudiar “porque sabía que siempre había querido y me voy a matricular por ella”.  La madre lamenta que “detrás de mi hija va a ir mi padre por esta pena tan grande” y no puede pensar en que se haga justicia ni en nada parecido. “A mí no me importa nada, solo quiero que me la devuelvan por favor, tenerla a mi lado”.
Mientras el conductor, que iba en dirección a Marruecos y según testigos presenciales adelantó a dos coches que habían cedido el paso a la pequeña que iba junto a su madre y su abuela, continúa detenido a la espera de declarar ante el juez, los familiares se preparan para el sepelio que se desarrollará hoy. La madre recuerda que el coche iba rápido, que la ambulancia tardó en llegar y que de su mente no se borra la imagen de su hija tendida en el suelo y la noticia del médico. “Era nuestra vida, nuestra alegría. Me la han quitado”, dice.

Hace una década que los vecinos pedían un puente

Hace más de una década, incluso antes de que se construyera el puente que permite a los vecinos de la barriada de Juan XXIII y O’Donell cruzar sin peligro hasta la zona de la playa, ya habían solicitado en Miramar Bajo que se ejecutara un proyecto que suponía la instalación de un paso elevado desde uno de los laterales del actual paso de peatones donde fue atropellada la niña, hasta el otro lado de la carretera.
Así lo explica el presidente de la Asociación Vecinal de la zona, José Luis Gómez, aún impactado por unos hechos que han conmocionado a todos los habitantes de la zona. “Son unos vecinos muy queridos y la niña también, no podemos creerlo y bueno, estamos juntando dinero para una corona, es lo menos que podemos hacer...”. Aún sin poder creerlo, Gómez explica que la carretera de la frontera es una de las más transitadas de Ceuta, que el tráfico es constante y que hubo muchos sustos en ese paso de cebra aunque nunca uno tan trágico. Un poco más adelante, unas escaleras desembocan en un paso de cebra donde hace algo más de un año falleció atropellado otro vecino de la barriada. Lo recuerda una conocida de la barriada que dice que “las motos y las coches se oyen constantemente y a una velocidad horrorosa”. Los que conocen la zona por circular por ahí a diario, aseguran que en ocasiones tienen que sacar la mano para advertir a algún coche con intenciones de adelantar que se está cediendo el paso a una persona porque en ocasiones se ponen a adelantar. Imaginan que el conductor estará mal, pero se ponen en el lugar de “esos padres y esos abuelos y madre mía. Esa niña tan buena, que siempre estaba cogiendo flores y paseando a su perro...”.
Los vecinos insisten en que “tiene que pasar algo como esto para que se nos escuche. Esta barriada está olvidada y lo hemos dicho muchas veces”, apunta una vecina que se enteró a primera hora de la mañana de lo sucedido. Mientras, el presidente, pone voz a un barrio apesadumbrado que tratará de dar fuerzas “a una familia muy querida en Miramar Bajo” y asegura que volverá de nuevo a instar “como ya lo he hecho en numerosas ocasiones, para que tomen cartas en el asunto porque lo que ha sucedido es una tragedia y le ha tocado a una niña y a su familia que está destrozada como todos en la barriada”. Gómez insiste en el tránsito en la zona, en que no se respetan las velocidades adecuadas en muchas ocasiones y en que “aunque ya es tarde, hay que evitar que vuelva a suceder algo como lo de Jennifer. Poco más puedo decir, porque todos estamos sin palabras de verdad y hechos polvo”.

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