Habrá quienes piensen que sobra hablar de esas personas que mueren en el intento de llegar a Ceuta o que simplemente desaparecen en la huida a la Península. “No es nuestro problema”, dicen algunos. Es lo más suave que he leído. Tras aseveraciones de este tipo llegan otras que deberían ser objeto de denuncia. Pero aquí no pasa nada. El sistema mira hacia otro lado y evita actuar de oficio ante las auténticas campañas de odio que se hacen fuertes en redes sociales y que tienen por objetivo a los inmigrantes, adultos o menores, que terminan criminalizados, marcados y hasta culpabilizados por morir. Miren hasta dónde llega el odio que hay quienes se preguntan quién paga a los servicios de salvamento que buscan a desaparecidos o critican que se tenga que enterrar aquí a los muertos hallados en nuestras orillas. Son salvajes con derecho a opinión. Salvajes ignorantes que además se han hecho fuertes gracias a los discursos y lemas sostenidos por algunas formaciones políticas y entidades. Sobre ese odio, sobre ese mensaje de puro ataque, la única respuesta es la normalización que la sociedad y los poderes que deben actuar hemos consentido y asimilado como única respuesta posible. Pecamos de cobardes, sí.
Habrá quienes piensen que sobra hablar de las personas que mueren en el mar, de los que desaparecen. Yo soy una de las que piensa todo lo contrario. Vivimos en una ciudad frontera testigo de muchos dramas y se debe reflejar lo que aquí sucede, poner nombre a los que mueren al pretender llegar y publicar con el respeto debido su entierro para calma de sus familias. Se debe hacer por dignidad.
Es una manera de ver parte de esa realidad que nos rodea, una manera que indigna a los señores y a las señoras que consideran que eso es dar una mala imagen de nuestra ciudad, que eso es negativizar Ceuta, que esos problemas no deberían ser noticia. Qué bueno, son los mismos que luego ejercen de plañideros para pedir fondos a Europa y ayuda al Gobierno central precisamente porque somos ciudad frontera y padecemos una crisis migratoria constante. ¿En qué quedamos? La hipocresía no encuentra límites entre determinados sectores sociales de este pueblo. Imposible combatir contra sus pensamientos, modos y maneras.
Sigue muriendo gente, desapareciendo en el mar, destrozándose familias. Esto pasa a nuestro lado. “No es nuestro problema”, dicen.
La compasión es un signo de cualidades humanas loables (algunas voxiferaciones periódicas son signo de sequedad mental). Pero no debemos quedarnos en solo una actitud compasiva que como toda actitud es selectiva y a veces subjetiva.
El problema se resume en la siguiente cuestión : ¿qué es lo que hay que hacer? ?Podemos acoger a toda la miseria del mundo? ? Con qué medios? Acoger y luego desinteresarse (incitandolos a la delincuencia) ?
Podemos acoger, emplear a millones de personas de los países islámicos y dictatoriales con una demografía explosiva ? (la contracepción et “haram”, no poder ocuparse de los hijos no lo es).
Pongamos el caso por ejemplo de Egipto con una SHU (superficie habitable útil) alrededor de 40. mil km2 (las orillas del Nilo) y con 110 millones de habitantes: entre 25000 y 3000 hb./km2.
¿Cómo cree que van a resolver la situación? Por supuesto ya no es posible emigrar a Libia. Hace bastante tiempo estuve por cuestiones académicas en ese país y me sorprendió la cantidad de egipcios a todos los niveles. Ni tampoco a los Emiratos que prefieren esclavos del Bangla Desh.
Precisamente quien arma a los ejercitos y los aparatos de represion de estos dictadores y mantenerlos en el poder por intereses diversos, geoestrategicos, explotacion de recursos naturales o mano de obra muy barata ?,