No es lo que parece

El pasado jueves yo tenía que estar en Madrid antes de las cuatro de la tarde.  Solicité mi correspondiente permiso por asuntos propios y me embarqué a las 6 de la mañana, aún siendo consciente de las molestias que nos iba a ocasionar el fuerte levante. A los 20 minutos, aún no habíamos zarpado. Una corta alocución por megafonía del capitán del buque nos informaba de que las condiciones climatológicas aconsejaban retrasar la salida. Pasadas las 7 de la mañana, el buque seguía en puerto, aunque con las pasarelas quitadas y los amarres sueltos. Ya había perdido la esperanza de llegar a tiempo al primer tren desde Algeciras a Madrid, aunque aún confiaba en llegar a Málaga en automóvil y coger un AVE. A esa hora, otro aviso por megafonía del capitán nos pedía disculpas por el retraso y nos informaba de una avería en la rampa de proa. ¿Una avería ahora?. Algunos incrédulos se acercaron a la ventanilla en la que yo me encontraba y observaron que el barco seguía allí, con los motores en marcha, pero parado cerca del muelle de atraque. Ellos creían que ya estábamos llegando a Algeciras, pues al escuchar el ruido de los motores y sentir los movimientos del barco, pensaban que había estado navegando. A veces no es lo que parece, les dije. Entonces, se dirigieron a la bodega del buque, para comprobar si la avería era cierta. Al poco volvieron, con evidentes gestos de enfado, aunque resignándose a seguir allí. El retraso parecía justificado.  
Al cabo de otra hora, cuando ya había perdido también la esperanza de poder llegar a tiempo para coger el AVE, mi viaje había dejado de tener sentido. Entonces me acerqué a un miembro de la tripulación, le pregunté si faltaba mucho para salir y le pedí que le transmitiera al capitán mi deseo de abandonar el barco. Todo fueron buenas palabras y maniobras dilatorias. Unos diez minutos más tarde el capitán volvió a avisar por megafonía que, una vez solucionado el problema, partíamos hacia Algeciras. Y así fue. El primer envite que nos dio el oleaje dejó en el suelo mesas, botellas, papeleras, personas. El barco parecía una cáscara de nuez en medio del Océano. Esto fue el preludio de lo que nos esperaba. Después hubo alguno más, aunque no tan virulento como el primero.
Por fin, casi con tres horas de retraso, llegamos a nuestro destino. Esto hizo que las rotaciones en el día se redujeran a la mitad. Evidentemente, esto benefició a la compañía, que llenó de pasajeros y de vehículos los barcos y tuvo menores costes en combustible. En mi caso, entre volver inmediatamente a Ceuta o quedarme en Algeciras e invitar a mi hijo a comer, opté por lo segundo. El gasto ya lo había hecho y no estaba dispuesto a que sólo me sirviera para que el levante me castigara sin piedad. El temporal amainaba y tenía tiempo de volver a Ceuta hasta el siguiente día. De paso aproveché para realizar algunas gestiones.
A primera hora de la mañana estaba en el puerto, dispuesto a coger el primer barco. Ya comenzaban a salir otros. Yo opté por el mismo del día anterior, que es más seguro con temporal. Me dijeron que no llevaba retraso. Sin embargo, llegadas las ocho de la mañana, pude observar que el barco que salía era de Acciona. El de Balearia, que teóricamente hubiera tenido que salir antes, aún estaba entrando en el puerto. Los empleados de la naviera nos dijeron que en menos de diez minutos estábamos embarcando. Fue media hora. Si hubieran informado con claridad, es decir, si las navieras tuvieran una política de atención al cliente responsable, algunos habríamos optado por cambiar de barco. Resignación. Embarqué y me quedé en la borda observando la operación de salida. Me interesaba saber cuándo soltaban amarras. Efectivamente, como es de sentido común, hasta que la rampa de entrada de vehículos no estuvo completamente cerrada, no soltaron amarras y no se separó el barco del muelle. Inmediatamente me vino a la cabeza una duda sobre el incidente del día anterior. Si la rampa estaba averiada, ¿por qué no mantuvieron el barco amarrado a puerto, permitiendo que lo abandonáramos aquellos pasajeros que queríamos hacerlo?. ¿Acaso es que soltaron amarras antes de completar la operación de cierre de pasarelas?. ¿O es que no había tal avería?.
Hace tres años denuncié a esta Naviera porque se negó a dar la tarjeta de embarque a una vecina de Ceuta, al tener el DNI caducado, y ordenar levantar la rampa de acceso al barco con diez pasajeros dentro, yo entre ellos. Después de más de un año, conseguí una Sentencia de la Audiencia Provincial de Cádiz anulando el sobreseimiento provisional dictado por el Juzgado correspondiente de Algeciras, al entender que podía tratarse de una falta de coacciones. El Juicio se celebró. Ninguna de las personas a las que yo defendí en su momento, acudieron al mismo. Sí se sentaron en el banquillo los responsables de la compañía. El Juzgado me dio la razón y declaró como hechos probados lo que habíamos denunciado ante la Guardia Civil del puerto que ocurrió el 23 de febrero de dos mil nueve. Sin embargo, no entró en el fondo, al aceptar la excepción de prescripción por haber transcurrido más de seis meses, matizando que había sido “única y exclusivamente por culpa del funcionamiento de este Juzgado de Instrucción”. Antes de esto, la Junta de Andalucía había rechazado nuestra petición de que nos devolvieran el importe de los pasajes. La Autoridad Portuaria no investigó por qué se levantó una pasarela con personas (algunos niños de corta edad) dentro.
Al día siguiente del incidente del jueves pasado, la prensa local informaba de lo bien que se había comportado la naviera, a pesar de la avería y del fuerte temporal. Hoy luce un magnífico sol. El mar está en calma. Cada uno estamos en nuestras ocupaciones. Con el tiempo, todo se olvida. ¡Pelillos a la mar….!.