A las seis de la madrugada del 1 de junio de 2019, la Guardia Civil desplegaba a decenas de agentes tanto en Ceuta como en Málaga. Era el momento elegido para la fase estelar de una operación contra el blanqueo de capitales procedente del narcotráfico que arrastraba una investigación iniciada en 2018 y controlada por el Juzgado de Instrucción número 1.
Fue una de las actuaciones más complejas para la Benemérita, que tuvo que pedir apoyo al OCON-SUR. Se hicieron seguimientos, se controlaron intervenciones telefónicas y por vez primera se usaron en Ceuta medios tecnológicos nunca antes aplicados para, por ejemplo, captar las conversaciones que los investigados mantenían a bordo de una embarcación usada para el petaqueo de las narcolanchas.
Hoy, cinco años después, se ha ahondado en los detalles de una de las más importantes operaciones contra el blanqueo de capitales que ha dado pie a un macrojuicio que sienta a 12 personas en el banquillo de los acusados, entre ellos una agente de la Policía Local.
Procesados con relaciones familiares entre sí, en muchos de los casos, que conforman un procedimiento en que el se mantiene en busca y captura al considerado cabecilla de toda esta trama.
El componente de la Guardia Civil de Ceuta que ejerció de instructor de la causa ha recordado cómo comenzó esta investigación en febrero de 2018, partiendo de la vigilancia establecida sobre una semirrígida que estaba ejerciendo la conocida como actividad del petaqueo.
Fue ahí cuando se detectó al considerado líder de esta organización de blanqueo de capitales llegando al puerto deportivo e introduciendo en una embarcación de su propiedad petacas homologadas de las usadas para portar combustible.
Tal y como ha puntualizado el instructor, llevar gasolina como tal no es ilegal, pero las embarcaciones usadas para introducir hachís necesitan de ese avituallamiento para funcionar ya que deben permanecer en alta mar. Por eso requieren de alguien que abastezca de ese combustible, pero también de teléfonos, aparatos de comunicación especializados, recursos personales y materiales que son “imprescindibles para que se produzca el delito de tráfico de drogas”.
Por eso, esa función del petaqueo es determinante “para que el delito” del narcotráfico “se consuma”.
La Guardia Civil pudo investigar a los miembros de la organización durante más de año y medio, a pesar de la dificultad de toparse con personas que eran muy celosas y adoptaban importantes medidas de seguridad.
Así, cambiaban constantemente de teléfonos móviles, “era una cosa bárbara”, ha puntualizado el instructor. Variaban tanto de terminal como de tarjeta, además de tener teléfonos a nombre de personas que nada tenían que ver con ellos.
Usaban un sistema de comunicaciones encriptado, imposible de ser detectado. También se intercambiaban vehículos entre ellos y usaban un lenguaje convenido. Por ejemplo, en vez de hablar de la embarcación de la Guardia Civil, usaban términos como “dos motores, tres patas…” o, si se referían a bultos, hablaban de “cajas”.
Usaban para comunicarse el sistema EncroChat, buscando así “un ambiente seguro” y manteniendo además “muchos contactos personales” y empleando incluso teléfonos marroquíes. Todo con tal de hacer complicada la detección de la Benemérita.
La Guardia Civil logró cuantiosas intervenciones telefónicas. Cuando inició la investigación no se tenía conocimiento de que se estuviera ante una organización criminal de esta envergadura.
Los investigadores dieron un salto importante en las investigaciones cuando se logró instalar medios en la lancha propiedad del cabecilla y destinada al ‘petaqueo’ con los que permitieron grabar conversaciones, accediendo así a cuantiosas confidencias entre personas que, considera la Guardia Civil, estaban vinculadas al narcotráfico.
“Allí hablaban bien porque se creían en un ambiente seguro”, sin sospechar que estaban siendo grabados. Esas conversaciones fueron determinantes hasta que fueron descubiertas.
Aunque se ha insistido por parte de las defensas en que no se ha encontrado hachís y no se comprobó nunca qué contenido había en las garrafas, desde la Benemérita se ha insistido en la existencia de indicios de peso para sostener todas sus conclusiones, siendo impensable que, por ejemplo, en petacas de ese tipo hubiera agua.
En la fase estelar de la operación, se llevaron a cabo varios registros en viviendas y propiedades de los acusados, hallándose recursos curiosos como, por ejemplo, una “raqueta” debajo de una televisión. Se trata de un localizador de todos los dispositivos que emiten una señal y es, por tanto, una medida de seguridad idónea para detectar balizas en una embarcación, vehículo… Algo que no tiene cualquier persona en su hogar.
Para la Guardia Civil, esta organización nació de una inicial operativa centrada en avituallar embarcaciones, pero era un recurso que necesitaban para lograr materializar así la otra parte que buscaban, el tráfico de drogas. Por eso trataban bien a las personas con las que trabajaban porque les era necesario tener contactos para avanzar en el siguiente escalafón.
Para los investigadores, el señalado como cabecilla de la organización, que sigue fugado de la justicia, sí mantenía una relación con la policía local que figura como acusada, al haber “coincidencias en viajes” y detalles de una vida compartida en la vivienda. Es decir, no había una ruptura de pareja como se quiere hacer valer por parte de su defensa.
Esta tarde se ha contado también con la declaración de otro agente de la Benemérita, instructor de un grupo operativo del OCON SUR con sede en Cádiz a quien la Policía Judicial de Ceuta pidió apoyo en el marco de la investigación emprendida contra esta organización al detectar que tenía repercusión con la Península, habiéndose iniciado contactos con gente de Tarifa.
El componente de la Guardia Civil ha recordado la importancia del petaqueo en el mundo del narcotráfico ya que las narcolanchas deben recibir apoyo al verse obligadas a permanecer en alta mar por ser un género prohibido. Para que sigan allí “se les tiene que atender”. Existe por lo tanto una alianza de organizaciones que necesita una parte logística, ya que volver a tierra supondría perder entre 300.000 o 400.000 euros.
Para investigar la embarcación de cuya investigación partió todo se tuvo que sonorizar, aplicándose por vez primera en Ceuta unos medios que no se habían visto con anterioridad y que fueron facilitados por OCON-SUR. Así se obtuvo gran cantidad de información que fue determinante para los investigadores ya que los acusados no tenían conocimiento de que se les estaba grabando hasta que lo descubrieron.
Eran medidas de control que estaban surgiendo y que nunca se habían aplicado en Ceuta, marcando un antes y un después en una investigación que fue muy compleja.
Para el OCON, el cabecilla de la trama era el líder de todo, manteniendo contactos en Marruecos y alianzas fuertes con organizaciones a las que enviaba petacas. Usaban líneas telefónicas que alteraban cada cierto tiempo y con titularidad ficticia.
La investigación sufrió un auténtico varapalo que impidió que pudieran dar con la droga que perseguían desde un principio. Alguien externo envió un mensaje de texto, un SMS, con el que alertó a todos los miembros de la organización de que sus líneas estaban intervenidas. Alguien les ayudó, alguien que sabía perfectamente qué investigaba la Guardia Civil y que supuso un golpe a todo el trabajo hecho.
Se estaba ante una organización delictiva con asociación de personas constituida, con funciones de criterio, que buscaban un beneficio económico y que contaban con gente que les ayudaba si tenían una investigación policial. Esa gente que les alertó de que “los teléfonos estaban intervenidos”.
Era una organización que no tenía reparo en introducir hachís en España porque su finalidad y su modus operandi era el tráfico de drogas, tal y como aseverado el que fuera miembro del OCON.
En los registros llevados a cabo ha recordado que se hallaron evidentes muestras de que el cabecilla tuvo que salir corriendo, algo supo que le alertó, ya que dejó sus armas, su riñonera, sus teléfonos móviles… dinero, tarjetas.
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