En el año 1939 Luis Manuel Carrasco comenzaba su andadura vendiendo colonias y algunas cosas de mercería en una pequeña vitrina en el antiguo campanero. Cinco años después, se trasladó a la calle Cervantes y fue en 1977 cuando finalmente se asentó en la calle Beatriz de Silva, donde fundó la mercería que sigue casi intacta a día a de hoy.
Pocas cosas han cambiado a lo largo de los años en este local, pero una de ellas fue el dueño. Antonio Ángel Noya fue un aprendiz y empleado de Carrasco que entró en la tienda para la semana de Navidad y “forrar botones” y lleva 38 años, aunque fue cuatro más tarde, en 1988, cuando compró la mercería junto a su mujer, Mari Paz Márquez, que empezó a trabajar codo con codo a su marido hace 32 años. Lo que iba a ser una semana para Antonio se convirtió en gran parte de sus vidas.
Desde aquellos tiempos hasta hoy han cambiando mucho las demandas de los ceutíes. Ha cambiado la forma de la costura: antes se cosía más a mano, había más modistas, y ahora son pocos los talleres de costura que quedan en nuestra ciudad.
“Se vendía mucho el botón, las cintas, las pasamanerías, los lacitos y las cosas así porque había muchas modistas que iban a las casas a coser y ahora todo eso ha cambiado. Pero antes se hacía la ropa a medida, no había franquicias ni había tantas tiendas de tela y entonces se vendía mucho el material para la modista: tijeras, papel para sacar patrones, el botón y el hilo de coser porque todo iba con botones. Ahora se llevan más las cremalleras y los velcros. Han ido cambiando poco a poco las cosas”, recuerda Mari Paz Márquez.
Una pequeña mercería a la que han afectado mucho estos meses de pandemia, pero que ha sabido seguir adelante. “Como hemos podido hemos seguido pidiendo mercancía nueva porque no teníamos ni idea de los elásticos especiales para las máscaras, el tejido TNT para hacerlas y la gente nos los pedían todo lo que hacía falta para hacer una. Entonces, hemos tenido que invertir un poco de dinero que teníamos ahorrado para traer todo este material. Y nada, pues con mucha paciencia y tranquilidad y agradeciendo a las clientas que siguen viniendo”, explica la dueña de ‘Mercería Luis’.
Una tienda que como tantas otras ha tenido que adaptarse a una nueva forma de trabajo que garantice siempre la seguridad de los clientes. “Nos hicieron las pantallas para poder despachar con tranquilidad, a parte estamos con nuestras máscaras y desinfectando todo. También hemos plastificado todo porque antes estaba todo más a la mano del cliente para que pudieran verlas y cogerlas y ahora está todo más resguardado para que no se pueda tocar nada. Cada dos días tenemos una máquina de ozono que la hemos tenido que contar y por la noche la ponemos un ratito”, comenta Mari Paz.
Todo para intentar frenar un coronavirus que no deja de repuntar y continuar con un negocio que lleva 81 años viendo crecer Ceuta. La Mercería Luis se mantiene en el tiempo intacta gracias a su trabajo constante y a la gran labor que hicieron durante la pandemia dando material para que las Fuerzas de Seguridad del Estado y los enfermeros pudiesen confeccionar sus mascarillas. Algo que los ceutíes saben agradecer consiguiendo que sea de las pocas mercerías de toda la vida que persisten en el tiempo.
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