Hoy, que tengo años para regalar, es cuando más siento tu ausencia, es cuando noto que la vida que me ofreciste, cambió el camino que inicié en aquellos años en los que era joven, cuando la libertad que me hacía bailar con la juventud de un sueño que partió sin pedirme permiso, veía venir a un muchacho de los de entonces, con la timidez a cuestas y el peso de la adolescencia.
Y es que hoy, cuando quiero dejar reflejado en mis escritos la esencia de un mundo que amaba, también tengo la certeza de que la inocencia es el juego de aquellos mis primeros pasos. Que hoy no tengo la necesidad de odiar y me recreo en la parábola donde se encuadra el perdón, ese que alguna vez me ha perseguido para adentrarse en mis denostadas y sufridas espaldas, ese sitio donde todo se cuelga. Si yo quisiera morir mientras elaboro este escrito, tendría que hacerlo en los instantes que tenga el permiso que me llegará cuando mi destino tenga las manos quietas y frías, desesperadamente dormidas..
Ahora que me encuentro sumido en la elaboración de recuerdos, sabes que no deseo que tus manos también se coloreen blancas y frías. Y esa sumisión que me cerca, marcha despacio, desde un océano plagado de pedregales hasta aquel campo donde el mar se regodea. Que ya no quiero vivir para mirarte como se mira el pasado pero… ¡pero no me dejes sólo! Que hoy quiero dejar plasmada en estas hojas el silencio que respira supuestos, cánticos reales bajo mi punto de vista, de hechos tan verídicos como metafóricos pero vividos en el limbo, plastificados en un corazón sensible, en el infinito que te llama, a ti y a mí, con delicadeza y con amor. -No pidas amor si nunca fuiste capaz de decirle a una mujer que la querías locamente-.
Y es que fueron tantas situaciones inverosímiles, de un día sí y el año pasado también que me enorgullezco cuando me mandas una rosa con sabor a audacia, a entrega, a sacrificio y a saber que no te cambio mi vida porque, mi vida, traspasó orbes y cantó poesías en aquel banco de un parque cualquiera, donde tus labios y los míos se unieron aquella primera vez, aquella primera y única vez. Quizá faltó lo inimaginable de un sentido abrazo y la felicidad que un hado ciego terminó de condenar.
La estancia en la que intentan acomodarse invita al recuerdo y a la razón, a aquello que te ilusionaba y murió una tarde de Abril. Juan Antonio no podía olvidar que él había nacido allí, que todo lo de aquella tierra era amar el recuerdo, cerca de la frontera del protectorado que no olvidó y que, a su vez, penetrando con la fuerza de un corazón blanco y limpio, amó a su brisa marina y aun sabor maravilloso de corte autóctono.
El Té moruno acompañado de unos dulces propios del país, hacen de su estancia un placer. Se encuentran ante una situación nunca antes vivida, en aquel paraíso cercano a Azla, ese maravilloso camping muy próximo a la populosa Tetuán, al norte de Marruecos. Entre risas nerviosas, todos temen empezar. Porque cada uno guarda una historia triste, un panfleto incompleto. Y allí, ante la tranquilidad que ofrecía lo verde que amenizaba el lugar, comenzamos a hablar de lo bello y buenas tierras que tenía aquel bello país. Un lugar verdaderamente paradisiaco.
Con el propósito a flor de piel, exteriorizan sobre asuntos políticos o futbolísticos. También, sobre la belleza de una joven que se exhibió antes unos ojos inéditos. Su cara de porcelana, se quedó grabada en alguna mente. -Vaya preciosidad de niña-...
-No hay duda de que, con el paso de los años, ganas en sapiencia pero superas a veces el orbe inalcanzable de la sabiduría, llegando al éxtasis del pensamiento moderno. En realidad parece, solo parece que, cumplir años, te conduce a estados de tranquilidad, a estar de acuerdo contigo mismo- matiza sin mucha credibilidad Juan Antonio.
Sus acompañantes quedan sorprendidos ante la aseveración tan discutible de su amigo aunque ninguno de ellos osa entrar en controversia. No se esmeran en entender esa prodigiosa elucubración, produciendo sonrisas y susurros livianos… -¡éste sigue como una cabra!, se percibe que dice uno de ellos. Cuando la pipita y el insuperable sabor del Té comienzan a conjugar órganos corporales, los matices mentales de los cuatro amigos comienzan a descarrilar en busca de ese barranco al que pedir perdón y en muchas ocasiones, ¡justicia!.
-Qué bonita y bella palabra para entrar a fuego con su esencia-.
Juan Antonio mira fijamente a los ojos de sus tres amigos, esperando un gesto, un ademán, algo que no lo deje con la duda de que, lo que dijo, fue una auténtica gilipollez. –Espera algún tipo de reacción-.
Pasaron los minutos y las horas y el silencio les condujo al pensamiento personal, a recordar que cualquier tiempo pasado fue mejor, donde el amor corría por las venas, donde no hablabas si tus palabras no iban a superar lo que ya se había dicho. El caer de la noche separó a los cuatro amigos, sin haber dirimido si citarse fue la mejor de las opciones.
Joe Namath dice: “Si no vas a hacer todo el camino, ¿para qué ir?.