Confieso que hasta que no conseguí la foto de este héroe y mártir, desconocía y no sabía el gran mérito de los historiadores, prueba de ello es que desde 1985 investigué y conseguí datos y testimonios de Luis de Gastearena Larrea pero, su foto, ni en archivos militares, hemerotecas, prensa, etc. Todo era negativo. Incluso contacté con varios militares que le conocieron en Ifni. Ninguno tenía la foto. Hasta localicé a un sobrino en Pamplona. Pero nadie tenía su foto. Finalmente, después de 21 años, lo conseguí a través de mi amigo José María Barranco, hijo de militar de Ifni, que me puso en contacto con Roberta Gran, de Barcelona, quien me proporcionó la foto de este héroe.
Una bien ganada medalla militar
Luis de Gastearena Larrea nació en esa tierra de nobles hidalgos, Pamplona, cuyos hijos son sobrios, rudos, religiosos y muy amantes de las tradiciones. Tierra que dio ilustres hombres y mujeres a España, como Sarasate, Arrieta, Gayarre, Barbarin, San Martín, Azplicueta, Ramón y Cajal, Espoz y Mina y Eslava, entre otros.
Aquel joven navarro, luciendo los galones de cabo de Infantería en uno de los combates en los que intervino, se le reconoció el heroísmo por cuyos hechos el texto de la concesión así dice:
“Durante las operaciones efectuadas en el Sector de Corbera, del 3 de septiembre al 5 de octubre de 1938, en circunstancias extraordinariamente difíciles, atravesó un terreno batido por intenso fuego de armas automáticas y artillería y logra municionar a su unidad, dando ejemplo a sus compañeros con su elevado espíritu […]”. En Orden Circular de 11 de noviembre de 1938, publicada en el Boletín Oficial del Estado, se le concede al sargento de Infantería la “Medalla Militar Individual”.
Posteriormente, abandonó la vida militar y, con su alma de bohemio y aventurero, se traslada al África Occidental española, instalándose en Sidi Ifni para más tarde trasladarse a Tagagra (Tiugsa), donde regentaba un “Bakalito”, lo que aquí vulgarmente se conoce como una “venta”. Su corazón tan generoso, cuentan aquellos que le conocían, que gran parte de lo que vendía no lo cobraba porque, su alma generosa, lo regalaba a las familias humildes de los musulmanes escasas de recursos. Los “guayetes” (niños) iban tras de él porque sabían que en la caridad de sus bolsillos siempre había unas monedas.
Con la mayoría de los que he contactado que le conocieron, coinciden en que Luis de Gastearena era todo un caballero, simpático, bonachón y siempre abierto a servir a los demás, pero un navarro forjado en esa escala de valores que así dice “[…] Todo se compra,…todo es economía… ¡No se compra la juventud, el Honor, la Fidelidad, la Ética y la verdad!...”.
Ciertamente, mantener esos valores conlleva muchas veces pagar un precio muy caro, pero no importa a los otros, que así calificaba el célebre Quevedo:
“Es cosa imposible que el que no acompaña, que no miente y adula y que no engaña, alcance de la gente, lo mismo que el que engaña, adula y miente […]”.
Luis de Gastearena era un navarro con ese espíritu misionero que da siempre el español, el espíritu de paz, amor y civilización.
La cobardía que le asesinó
Paradojas de la vida, el sargento Luis de Gastearena Larrea, curtido en mil batallas, donde las balas y la metralla le habían respetado, la cobardía, la crueldad de unos esbirros de las bandas rebeldes del Ejército de Liberación Marroquí, le convirtieron en dos veces héroe y mártir.
Al iniciarse el ataque a los territorios el 23 de noviembre de 1957, cuando atacan el puesto de Tiugsa, el entonces jefe de dicho puesto, el capitán Daniel Paradela Varela, de tiradores de Ifni, organizó una perfecta defensa, en tres grupos de reconocimiento al mando de un gran soldado, el brigada Ramón Álvarez Gamazo.
Tal como consta en los distintos documentos, el ataque a Tiugsa sobrevino sobre las 7 de la mañana del 23 de noviembre de 1957, cuyo ataque era perpetrado por varios grupos rebeldes con fuego de fusilería y ráfagas de metralleta. Pero con lo que no contaban los rebeldes era con la heroica defensa de los soldados españoles, en cuyo asedio de diez días, hubo jornadas en que cayeron sobre el puesto hasta 300 granadas de mortero, aunque con muy mala puntería, y además, una y otra vez, eran rechazados enérgicamente por aquel puñado de españoles.
Según testimonio del brigada Ramón Álvarez Gamazo, sobre la heroica muerte de Luis de Gastearena Larrea, así dice:
“Un día del asedio apareció Luis de Gastearena en la entrada principal del Zoco, al verle el cabo 1º Serapio, le llamó a gritos y le dijo: Luis, vente con nosotros. Con un gesto de la cabeza contestó negativamente. Tenía atadas las manos a la espalda, y sobre su espalda, las metrallas de los esbirros del Ejército de liberación.
Tres días más tarde, el propio brigada Álvarez Gamazo corrió hacia el “Bakalito” que regentaba este navarro. El cuadro que vio ante él era macabro. En el suelo yacía el cadáver de Luis de Gastearena Larrea, con un tiro en la nuca, las manos atadas y le habían sacado los ojos (…)”.
Lo que está claro, es que, con su ejemplo, no quiso ser traidor. La crueldad de esos asesinos y cobardes, que además le torturaron para, cobardemente, a continuación, asesinarlo. Como homenaje a este héroe navarro, un diario nacional publicaba este reportaje:
“Luis de Gastearena era un romántico, sano, honrado y simpático, todo un caballero por razón de nacimiento y corazón. Los indígenas le conocían como el “Shabi” (el amigo), el que estaba siempre a disposición del humilde, del dolor y la desgracia. Su vida en Ifni era desde amortajar a los muertos, su familia, hasta acompañarlos hasta su última morada. Dios lo quiso mártir para servirnos a todos de estímulo y digno ejemplo.
Para nosotros Luis de Gastearena es motivo más que suficiente recuerdo, como prueba de Patriotismo (Amanecer, Zaragoza, 22 de Diciembre de 1957) “… Como recuerdo a este héroe, en el acuartelamiento de Tiradores de Ifni, en la lista de Caídos del Grupo, figura este navarro”.
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