Recientemente publiqué otro artículo en El Faro, en el que relataba la suerte corrida por diez españoles que naufragaron en el Ttitanic, cuya lamentable odisea por ellos sufrida apenas era conocida. Y hoy me voy a ocupar de otros dos naufragios que en su día conmovieron a la opinión pública de Canarias, sobre todo, por el triste desenlace ocurrido a dos familias emparentadas: Los Benítez-Perdigón; sucesos que fueron apenas conocidos en el resto de España, pero que tienen bastante parecido con el Titanic, dada la con sólo tres años, parecidas dimensiones de los buques, gran lujo, fastuosidad y la circunstancia de que figuraran a bordo de ambos buques cientos de pasajeros ilegales hacinados. El “Titanic” naufragó el 14-04-1912 y hubo más de 1.500 muertos. El “Príncipe de Asturias” se hundió en medio de una tempestad el 5-03-19, frente a las costas de Brasil. La historia es igual a la del 'Titanic', con la diferencia de que el Príncipe de Asturias fue un trasatlántico del Atlántico Sur, mientras el 'Titanic' lo fue del Atlántico Norte. Los dos eran los más modernos buques de la época". Y la tragedia de ambas familias se completó luego con el hundimiento de un tercer buque, el Valbabuena, en las costas de poniente del Atlántico, en otra nueva singladura.
El vapor trasatlántico Príncipe de Asturias, el mayor y más lujoso de los mercantes de esos tiempos, fue construido en los astilleros Rusell y Cª de Glasgow. Estaba dotado de dos maquinarias y doble hélice y desplazaba 16.500 toneladas. Fue botado a la mar en junio de 1914. No habiendo cumplido dos años de su viaje inaugural zarpó del puerto de Barcelona el 14-02-1916 rumbo a América, haciendo escala en Gran Canaria. El 24 de febrero partió del Puerto de la Luz. Era propiedad de la naviera Pinillos. En esta escala canaria recogió a los vecinos de Santa Cruz de La Palma: María del Pino Rodríguez Torres (viuda de Benítez); María del Carmen y Ezequiel Benítez Rodríguez [hijos de la primera]; Higinio Carmona Pérez y Néstor Arozena y Arozena. Todos ellos parientes o vecinos relacionados con la familia Benítez que emigraban a la Argentina. Comenzaba el carnaval brasileño cuando, entre los puertos de Río y Santos, el barco se hundió al chocar con unas rocas del cabo Punta Do Boi, de la isla Sao Sebastiano, que carecía de faro. Las razones del fatal desenlace apuntan a que el Príncipe de Asturias navegaba demasiado cercano a la costa; había recogido pasajeros en Río de Janeiro con destino a Santos. La noche, la niebla y la falta de señalizaciones marítimas se encargaron del resto. Algunas fuentes apuntan que la razón se debió, según algunos miembros supervivientes de la tripulación, a la embriaguez del capitán y otros oficiales que celebraban el carnaval.
El Príncipe de Asturias con su quilla destrozada se hundió rápidamente sin tiempo para que todo el pasaje pudiera abandonar el buque. De un total de unas 450 personas, más los supuestos y típicos polizones de aquellos años, se salvaron 243, de los que 157 eran pasajeros y 86 tripulantes.
Entre estos últimos no figuraban el capitán ni el primer oficial, porque se suicidaron con un disparo de sus revólveres, al comprobar la catástrofe de la que se sintieron responsables. La noticia se convirtió en duelo y en consternación en La Palma. Se confirmaba la fatalidad cuando Antonio Cabrera de las Casas, consignatario de la naviera en Santa Cruz de La Palma, recibió un telegrama remitido desde Cádiz, que decía: "Agradezco sentido pésame. Entre los salvados no figura ningún pasajero embarcado en Las Palmas". El suceso conmovió a la Isla. Cinco palmeros habían muerto en los mares del Brasil. Se celebraron el 22-03-1916 funerales y misas por las víctimas del vapor Príncipe de Asturias. La noticia corrió como la pólvora. En La Palma, Isabel Perdigón, joven de 19 años y mujer guapísima, lloraba la trágica pérdida de su esposo Ezequiel Benítez Rodríguez, de 21años; habían contraído matrimonio en la iglesia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma el 24-01-1916, cuarenta días antes del fatal naufragio del Príncipe de Asturias.
Ante la crueldad de los hechos, las lágrimas manaban de los ojos de esta mujer, y cuentan que de manera obsesiva repetía: "Mi mayor felicidad sería morir ahogada en el mar y de la misma forma en que falleció mi esposo". Pues, su deseo de sumo y trágico amor se vio cumplido. Tres años después desde Santa Cruz de La Palma embarcó Pues, Isabel en el célebre Valbanera, destino a Cuba donde le esperaba su hermano Juan Perdigón. La acompañaba su cuñada Francisca Benítez Rodríguez con tres hijos, Juan de seis años, Carmen, de dos, y María, de uno. Estos últimos iban a encontrarse con Diego Martín Pérez, esposo de la primera y padre de los menores. El puerto palmero se llenó de alegría con la bella estampa marinera del buque Valbanera. Se agitaron pañuelos despidiendo a los 106 pasajeros emigrantes, que subieron a bordo en el último puerto europeo, de un total de 1.230. Cuentan que al salir de Santa Cruz de La Palma el Valbanera al mando del capitán Ramón Martín Cordero perdió un ancla, lo que para los viejos marinos fue un mal presagio. Recordaba Pilar Perdigón Benítez que por esos años se habían repartido las piezas de una antigua vajilla familiar. Una de las piezas mayores les había correspondido a los emigrantes que ya estaban embarcados en el Valbanera cuando se percataron que la habían dejado en la casa, a pocos metros del muelle. Desde la ribera de atraque corrieron a buscarla y cuando el barco ya estaba soltando amarras y se despegaba lentamente del muelle la arrojaron por los aires hacia la nave. La mala fortuna hizo que cayera al agua, sin poder recogerla.
Más tarde sería visto como otro mal presagio, que se convirtió en un fortísimo ciclón tropical que azotó la costa norte de Cuba, entre los días 9 y 10 de septiembre de 1919. La familia Benítez y Perdigón, lamentablemente, no bajaron en Santiago de Cuba y decidieron continuar hasta La Habana con 488 pasajeros más. Eugenio Carballo contaba que en el último momento una mujer de la familia se decidió y bajó del Valbanera en Santiago, mientras los otros parientes siguieron hacia La Habana. La mala suerte también le esperaba a ésta. Su esposo, ya residente en Cuba, fue a buscarla a Santiago y no se encontraron. Éste regresó a La Habana y cuando se enteró del naufragio del Valbanera el disgusto le llevó a la muerte, cuando en realidad su esposa estaba viva. Y fue aquí en las costas del poniente del Atlántico, el mismo océano que tres años antes había sido la tumba de otros miembros de la familia Benítez, donde la fatalidad quiso que encontraran la muerte estos otros miembros de la misma familia.
El periódico tinerfeño El Imparcial el 2-09-1919 publicaba en su primera página un corto dramático: "Noticias de Cádiz acogen el rumor de haberse ido a pique en su travesía de Puerto Rico a la Habana el vapor Valbanera, de la compañía de Pinillos, el que hace poco zarpó de esas isla para la de Cuba. Ha siso extraordinaria la impresión que estos rumores han producido". La fatal noticia llegó a La Palma. De nuevo el dolor dejó huella en la familia palmera.
En 1992, cuando contaba 80 años de edad, Pilar Perdigón Benítez, escribió, a su nieto Álvaro Fernández Martín, los recuerdos del hundimiento del Valbanera, diciendo: "Hoy cuando leía -Proyecto Valbanera- sentí gran emoción, volvió a revivir en mi, aquella tragedia que ocurrió cuando yo apenas tenía 8 años y que ahora remotamente los recuerdos me vienen en bandadas. Sí, recuerdo aquellos días, de los rumores de si era, o no, verdad el hundimiento del Valbanera. Entonces los medios de comunicación no eran tan rápidos como los actúales. Por este motivo la familia Benítez Rodríguez, tuvo unos días terribles de incertidumbre, pero siempre con la esperanza de que hubieran saltado por Santiago de Cuba. No fue así, porque, por fin, llegó la trágica noticia de la verdad del naufragio. Todavía tengo en mi mente la desesperación de la familia, sus llantos, lamentaciones, toda aquella barahúnda me daba pánico, ahora pienso que sin duda sería porque era muy niña, pero sin embargo se me viene a la imaginación un presagio que mi prima Carmencita auguró unos días antes del viaje. A media noche se despertó llorando desesperadamente y gritando. ¡Mamá, mamá, no quiero irme para Cuba, que estaba soñando que el barco se hundía y me estaba ahogando, ahogando...!. La madre trataba de consolarla, pero la niña insistía "¡Que no me voy, que tengo miedo!". Esto lo presencié yo porque dormía a su lado y me despertó su amargo llanto”.
Pilar Perdigón hace constar los nombres de los familiares directos fallecidos en los dos naufragios: Catástrofe ocurrida en "El Príncipe de Asturias" en marzo de 1916. Viajaban para Argentina, mi abuela María del Pino Rodríguez Torres, viuda de Benítez, con sus dos hijos María del Carmen y Ezequiel Benítez Rodríguez. Perecieron víctimas del naufragio del vapor "Príncipe de Asturias" en la madrugada del 5-03-1916, frente a Santos en las costas de Brasil". Y en otra nota recoge: "Los que perecieron víctimas del naufragio del vapor "Valbanera" en septiembre de 1919: Mi tía Francisca Benítez Rodríguez de Martín y sus tres pequeños hijos, Juan, Carmencita y Pinito (mis primos) y mi hermana Isabel Perdigón Álvarez -viuda de Ezequiel Benítez Rodríguez". El cruel deseo de "mayor felicidad" de Isabel Perdigón se cumplió encontrando la misma tumba que su amado esposo. La loza azul del océano Atlántico tapó para siempre los cuerpos sin vida de Ezequiel e Isabel y de otros familiares que esperaban encontrar fortuna en América, Argentina y Cuba. Leyendas y realidad de la mar tenebrosa que recuerdan, aún con lamento y dolor, las nuevas generaciones de la familia palmera de los Benítez-Perdigón. El fatal destino, tantas veces en la mar, creó la leyenda.