Lo llamaron 123. Esa era la identificación del grupo de WhatsApp que compartían 11 ceutíes implicados en la preparación y transporte de, al menos, media tonelada de hachís en la zona conocida como las piscinas del Sarchal, en Ceuta.
Lo tenían todo preparado, o casi, para abastecer a una narcolancha que debía recoger la droga. La presencia de agentes del Servicio de Información en la zona y el posterior auxilio de otras unidades dio al traste con sus planes.
Los narcos artífices de este pase frustrado se pasaban información a través de este grupo. El acceso de la Guardia Civil al mismo ha servido para dar con más implicados en la trama. El caso, cuya instrucción se lleva en el juzgado número 4, no se ha cerrado, pero ya no se encuentra protegido por el secreto de sumario.
Buena parte del grupo participante tiene sobre sus espaldas una acusación por delito contra la salud pública y por sus muñecas han pasado los grilletes de la detención. Los que lograron burlar la acción policial están plenamente identificados. No hay escapatoria posible.
“Ya está, patrón”. “Avisa si ves algo, tienes que avisar cuando aún estén lejos, amigo”. Estas fueron las primeras indicaciones compartidas a primera hora de la mañana de ese 3 de julio por los participantes en el grupo 123. Todos tenían que cumplir a la perfección un reparto de roles: informar, vigilar, cargar, entregar...
Armados con teléfonos móviles para compartir esa mensajería instantánea, así como walkies para comunicarse, unos se posicionaron en las inmediaciones del Sarchal, mientras otros ejercían de mulas de carga de los fardos de hachís que iban a ser entregados a una narcolancha.
“Todo bien”, se comunicaron. Pero no, no iba bien. Tal y como se desprende de las conversaciones íntegras, algunas en árabe, reproducidas por la Policía Judicial de la Guardia Civil, los componentes del grupo 123 vieron hundirse su negocio cuando comenzaron a llegar patrullas del Instituto Armado hasta la zona, mientras que el Marítimo se acercaba a las ‘piscinas’.
Los integrantes del Servicio de Información habían alertado de lo que se estaba gestando y pronto se dispuso de todos los operativos disponibles para evitar que ese tráfico de drogas llegara a buen puerto.
“Chicos, dos patrullas bajan a tope”, alertaron los componentes del grupo. “Cuatro, bajan dos más”. “La goma del 3 sale de la lonja chicos”, apuraba otro de los componentes a quien se le encomendó rastrear los movimientos de las embarcaciones oficiales atracadas en el puerto de pescadores.
Al igual que en tiempos sucedía en el puerto deportivo, la lonja está también expuesta a ese control paralelo que solo tiene un fin: rastrear los movimientos de los agentes.
El grupo de narcos se había repartido los roles de carga de la droga, coordinación del operativo y vigilancia, posicionando a participantes en los puntos estratégicos para informar de la llegada de vehículos o la salida desde el puerto pesquero de las unidades del Marítimo, enviando incluso fotografías al grupo.
“Por el Recinto viene un jeep, baja por Patio Castillo… Los picolos están bajando por la universidad, chicos quien los vea que avise, han sospechado algo tío”, agregan. “A lo mejor se han dado cuenta, hijos de puta, van directos”.
“Han sospechado seguro, han sospechado, seguro hermano. Lo que pasa es que no saben lo que hay con seguridad, ¿entiendes?”.
El negocio redondo que se habían propuesto sacando la mercancía se desbarataba ante la operación coordinada por el COS para evitar la salida de la droga y dar con los implicados.
Ese 3 de julio, se detuvo a tres personas, una de ellas menor de edad ya sentenciado. Las investigaciones llevadas a cabo por la Policía Judicial llevaron a arrestar a otros tres más, iniciándose así una cadena hasta identificar a los once participantes.
“Daros prisa, hermanos, bajan lanzados”, advertían. La combinación de esa mensajería y de los mensajes a través de walkies que no funcionaron como debían no impidió el despliegue de los agentes.
La Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Guardia Civil pudo cerrar esta investigación enmarcada en la lucha contra el tráfico de drogas no solo con la práctica de arrestos in situ, de personas sorprendidas con las manos en la masa, sino investigando los movimientos de quienes sabían desde el primer momento todo el proceso del operativo.
Se investigó tanto la ubicación de todos los participantes como también sus movimientos, así como su participación en el grupo de WhatsApp. Un engranaje perfecto para ir ubicando sobre el tablero cada una de las piezas en lo que fue una pretendida salida de droga para abastecer el mercado de narcóticos movido, en grandes cantidades, a través de narcolanchas.
Todos los investigados participaron en ese grupo de forma activa, pero además estaban el día de los hechos en Ceuta y el análisis de ubicación de sus teléfonos móviles no ofrece dudas sobre su situación.
Las piscinas del Sarchal constituyen un punto negro por haber sido utilizado para otros desembarcos de droga u ocultación de petacas de combustible debido a su difícil acceso. Por esos caminos bajaron, dentro de bolsas de deporte oscuras, la mercancía. Desde la carretera su visibilidad queda mermada, pero desde el mar permite el acercamiento de embarcaciones para la carga.
Es una auténtica golosina para quienes se dedican a traficar con droga o con personas, así como al abastecimiento de las embarcaciones con combustible.
También es un punto en el que se puede controlar fácilmente el acceso a la barriada, posibilitando la vigilancia de quienes cumplen los roles de alerta ante la presencia de patrullas de las fuerzas de seguridad. Todo se ve, es poco probable que los detalles escapen de quienes tienen la encomienda de apostarse y vigilar.
Pero ese 3 de julio en el que todo estaba atado falló todo, hasta las alertas de un grupo de WhatsApp que han terminado siendo la prueba clave para juntar a piezas distintas en una misma acción delictiva.
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