A nado, bordeando después el
espigón de Benzú y a la carrera. A toda prisa. Vestido con un chándal, sin zapatillas, este joven
marroquí ha conseguido cruzar a Ceuta arriesgando su propia vida. Arrojándose al mar en pleno temporal, dejando atrás las penurias que están llevando a que marroquíes busquen la escapada de cualquier manera. En este caso, la entrada fue complicada. Así se recoge en este vídeo facilitado a
FaroTV, en donde se aprecia no solo los apuros para mantenerse a flote sino la manera en la que pudo llegar a bordear el espigón y entrar corriendo, buscando solo escapar para dejar atrás el otro lado. En los últimos días están repuntando las salidas, todas ellas arriesgadas, de magrebíes que escapan arrojándose al agua sin medio de protección alguno. En otros casos parten a bordo de embarcaciones: desde las viejas pateras de madera hasta kayaks o simples barcas de niños. El objetivo, la meta para muchos es llegar a la Península. Otros simplemente bordean la línea fronteriza para alcanzar Ceuta. A la inversa, otros escapan de la ciudad tras permanecer meses atrapados. Es la historia dura de la inmigración, la historia que deja en evidencia las penurias de quienes lo arriesgan todo, hasta su propia vida. La pandemia no ha hecho sino complicar aún más la situación para muchas familias que no tienen nada, que ni siquiera tienen para comer. Familias a las que les cuesta salir adelante. Parejo a estas situaciones afloran las historias de los desaparecidos. Cada vez son más: jóvenes que dijeron adiós a sus familias y de los que nada más se sabe. Jóvenes que se echaron al mar y no ha vuelto a aparecer, de los que no hay rastro. Son historias duras, complicadas, que dejan familias rotas, familias entregadas a la duda de saber qué habrá pasado con ellos. Nunca más son vistos, no aparecen. Son los eslabones perdidos de una cadena rota en plena frontera sur de Europa.