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“Muy fuertes abrazos. Ramón. Fortaleza del Hacho, celda nº 8”

“Parece que intentas venir a verme. No lo hagas, sería una locura y no me verías”. Esta es una frase de la breve carta de tres párrafos que Ramón Valls envió a su esposa y a su hija, firmada el 13 de junio de 1944, dos meses y cinco días antes de ser fusilado por su militancia comunista en el Partido Socialista.  Y tenía razón, porque hoy día, Odessa Walls recuerda muy bien el día que viajó con su madre y sus dos abuelas (la madre y la suegra de Ramón) para intentar ver a su padre. Llegaron, según recuerdan, el mismo día que le habían fusilado, el 18 de agosto, y no pudieron pisar Ceuta.
“El capitán del ferry llamó a mi madre, y le dijo que no sabía qué tenía con la justicia, pero que había dos guardias civiles esperándola, así que no pudimos bajar. Permanecimos todo el día en el barco, que regresaba por la noche a Algeciras”, según recuerda la hija de aquel fusilado, un comprometido militante comunista “que no hacía más que entrar y salir de la cárcel”, según las palabras de Odessa.
Hasta en el nombre se refleja la ideología de sus padres ("mi madre era más comunista que mi padre"), ya que es el de un puerto ucraniano que en 1905 experimentó la revuelta de la tripulación del acorazado Potemkin debido a que se les intentó obligar a comer carne con larvas de moscas. Unos sucesos que han saltado a la historia gracias a la famosa y propagandística película del cineasta soviético Sergei Eisenstein.
Este acto de reafirmación de sus ideales que llevaron a cabo Ramón Valls y su esposa Ángela Barracera costó más de un disgusto a Odessa. “Mi padre estaba en la cárcel, y también cogieron a mi madre, y esos brutos la raparon al cero. A mí, que era un bebé y no me habían querido bautizar mis padres, lo hicieron ellos, encima me pusieron un traje de la Falange”. Y en aquella ceremonia la llamaron María, algo contra lo que tuvo que luchar durante buena parte de su vida. “La familia de mi padre era de derechas, y me llamaban ‘¡María, María!’. Y yo preguntaba que a quién llamaba, y me decían que a mí. Les respondía que no era María, que era Odessa”. Aunque no lo recuerda, sabe también que antes de hablar visitó la cárcel. “Era una época terrible, sin trabajo, sin comida, mi madre estaba muy débil. Y encima me daba pecho, me metían a la cárcel específicamente para ello”, según cuenta Valls.
Esta mujer que vive en Las Palmas de Gran Canaria no ha tenido la oportunidad, aún, de visitar la tumba de su padre. Es más, pensaba que se  encontraría en una fosa común, sin lápidas, y su sorpresa fue mayúscula cuando se enteró de que no sólo pagaron un nicho en el que aún hoy se encuentran sus restos, sino que en los años cincuenta se le grabó una lápida con una estrella de cinco puntas.
Valls  todavía conserva en su casa de Las Palmas las cartas que su padre les enviaba desde las diferentes prisiones por las que pasó hasta su fusilamiento. Sabía que era un convencido militante comunista fusilado a los 33 años, pero no sabía que llegó a ser un cargo importante dentro del partido, ni que intentó organizar una resistencia antifascista desde su exilio en el Magreb.
Aunque, en algunas de las cartas, se deja entender la realidad. Por ejemplo, en una carta escrita el 8 de mayo de 1943 desde la prisión del Hacho: “Por las cartas que vengo escribiendo a mi hermano, Bernardo, conocéis que desde hace tiempo estoy por los motivos que los conocéis por el mismo conflicto”(sic). Unas cartas que, en todo momento, quieren mostrar fortaleza. “No tenéis que vivir preocupadas, me encuentro muy bien”, les decía a “angelita” (su esposa)y a “maría” (su madre). “Lo que más me preocupa es vuestra situación [...] los innumerables sufrimientos pasados”, enumeraba en aquella misiva de mayo del  43, que termina de la siguiente manera: “Con la esperanza de recibir pronto vuestras noticias y con el deseo de que esta os encuentre en inmejorables XX os envío, unido al inmenso cariño que os tengo, muy fuertes abrazos. Ramón. F. Militar del Hacho. Celda nº8. Ceuta”.
Odessa conserva también cartas escritas desde el exilio, como una desde Ben-aila, escrita el 13 de enero de 1941, de dos folios por las dos caras. En ella se observa el drama que para muchos españoles supuso el exilio, en este caso al Magreb. Después de haber pasado incalculables penurias, examinaba aquella emigración forzada. Un viaje en el que no había tenido noticias de su familia, y no sabía siquiera si su esposa, también comunista y que había pasado por la cárcel, seguía viva. Y si seguía viva... ¿cómo le habría afectado la Guerra Civil?. Así lo contaba desde Marruecos: “Podría ocurrir que yo vuelva a casa, pero tan diferente de como antes fui, que no sería reconocido por nadie, ni por vosotras mismas, si aún tenéis la dicha de vivir. La emigración ha operado en mí un profundo cambio y de aquel Ramón de ayer nada o muy poco queda”.
En el momento de escribir esta carta, le faltaba a Ramón Valls aproximadamente un año para ser detenido,y aún no había recibido el encargo de participar en la célula de una sociedad antifascista en Tánger. “He mirado y releído miles de veces esas cartas. Mi madre también me hablaba de mi padre continuamente, no lo llegué a conocer porque nunca lo vi, pero me he quedado con la imagen de un gran hombre”, asegura Odessa. Por ejemplo, en esa misma carta escrita desde Ben-aifar en enero de 1941, se dedica casi una página entera manuscrita a reflexionar sobre la situación. A Odessa le dedica también unas palabras, las que cualquier padre dedicaría a su hija en esta situación: “¿Qué sabrá del cariño de su padre? Nada, no lo conoce siquiera. Esto para mí es muy doloroso y mismo lo sería si al encontrarnos me mirara como un extraño”.
Unas preguntas que se centraban más en el futuro, una vez Valls era ya preso. Desde el Hacho les escribiría de su hermano Bernardo al que podrían acudir, y al resto de su familia. Y en efecto, en la familia se refugiaron. “Fuimos hasta Las Palmas porque allí teníamos familia, y en Alicante no teníamos a nadie. Sin trabajo, sin nada”.
Por suerte, el Franquismo respetó a su madre, Ángela, y no la detuvo más ni la hizo pasar por la cárcel, excepto por aquella vez en la que la Guardia Civil intentó atraparla en Ceuta.
Valls, que cumplirá el mes de abril 73 años, tiene sólo una pena, la de no haber podido ver la tumba de su padre, y que su madre nunca lo hubiera podido hacer. A partir de la labor investigadora de Francisco Sánchez Montoya, la familia descubrió que sí había una tumba. “Ya lo tengo todo preparado, iré a Ceuta en unos meses, cuando mi hijo tenga vacaciones, y podré ver el nicho”, comenta. La Unión Nacional Antifascista
La historia de los tres fusilados el 18 de agosto de 1944 la contó el historiador ceutí Francisco Sánchez Montoya en uno de sus libros, además de haberlo escrito en varios artículos de Inte. El 28 de Marzo de 1939, tres días antes de que se retransmitiera por radio aquel parte de “cautivo y desarmado el Ejército Rojo...”, Ramón Valls Figueroa salió de Alicante en el Stanbrook, un carbonero que sacó a más de 2.000 personas de territorio español, llegando hasta Orán (Argelia).
Los diferentes sucesos llevaron a este militante comunista a Casablanca, desde donde se hicieron los preparativos para abrir en Tánger una célula de la Unión Nacional Antifascista (UNA), una resistencia al régimen franquista. Hasta allí se desplazaron en verano de 1941 Valls y otros dos compañeros, José Congost Pla y Adelo Aguado Hidalgo.
Tan mala suerte tuvieron que en la UNA se infiltró un topo y todos quienes la componían cayeron. Aguado fue el primero de los tres en ser ejecutado, a garrote vil en 1942. En total, 91 personas entre hombres y mujeres fueron apresados, de las células de varias ciudades del protectorado de Marruecos. Ellas fueron recluidas en El Sarchal, mientras que ellos estaban en la Fortaleza del Hacho.
A finales de 1941, después de que la UNA hubiera crecido y se les hubiera encargado la reorganización de las Juventudes Socialistas Unificadas (unión de las Juventudes Socialistas y de las Juventudes Comunistas que tuvo lugar en los años 30), fueron detenidos. El detonante fue la detención en Madrid de Adelo Aguado, que se estaba reuniendo con las células clandestinas en la capital. “Sentencias cumplidas”: La ejecución fue recogida en algunos periódicos Varios periódicos recogieron un teletipo que venía con información desde Madrid, que rezaba lo siguiente: “En las plazas de Melilla y Ceuta han sido cumplidas las sentencias de pena capital impuestas a Salvador Rodríguez Santana, José López iglesias, Francisco Muriel Martín, José Congost Pla, Antonio Reiares Metola y Ramón Valls Figueroa, porque han huido de sus deberes patrióticos y puestos en contacto con elementos extremistas del exterior, pretendieron combatir los principios fundamentales del Estado traicionando a la Patria”. Sin embargo, en el parte de defunción de estos fusilados, al menos los tres de Ceuta, siempre figuró la causa de muerte natural, en concreto, la de ‘Hemorragia interna’, como si se hubieran desangrado por arte de magia.

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