Hay situaciones que son complicadas de entender. Cómo en una ciudad como Ceuta, ubicada en plena frontera sur, expuesta a recibir los cadáveres de inmigrantes que intentan cruzar la frontera, puede suceder que se estropee la nevera de la sala de autopsias y nos quedemos sin depósito porque es la única que existe, la única que estaba operativa. Esta situación provoca que los cuerpos tengan que enterrarse antes y que se requiera la ayuda externa para mantenerlos las horas necesarias en una cámara refrigeradora.
Si esta circunstancia fuera una mera casualidad pasaría por alto y no sería siquiera objeto de crítica o motivo de reflexión. Pero el caso es que no es la primera vez que sucede, el caso es que siendo Ceuta ciudad frontera no dispone de los recursos adecuados para afrontar cualquier situación derivada de un incidente vinculado a la inmigración que termine, desgraciadamente, con muertes.
No hay neveras suficientes, tampoco congeladores como en Melilla. Y a esto se le suma que los profesionales forenses tienen que trabajar en unas infraestructuras reducidas, sin espacio para disponer de más neveras y sin la atención debida en cuanto a respuesta a sus necesidades.
Es duro siquiera pensarlo, pero será que los muertos no votan y que las autoridades no empatizan con una situación adversa que piensan que no les tocará, que no va con el común de la ciudadanía. Muy al contrario. El servicio público que se presta desde el Instituto de Medicina Legal es importante, es clave y por tanto se merece disponer no solo de un espacio digno y amplio, sino también de recursos que no lleven a situaciones extremas como esta.
Ayer, no habían pasado siquiera 24 horas del entierro de un marroquí que murió en el momento de entrar a nado en Ceuta, cuando su hermano -residente en la Península- pudo venir a la ciudad. No llegó a tiempo de asistir al entierro, ni ver el cuerpo de Khalid. De haberse dispuesto de medios suficientes para aguantar un tiempo prudente el cadáver, ese encuentro se habría producido, facilitando la despedida a un ser querido lo más cercana posible.
Esto puede que a muchos no les importe. Quizá porque no les ha tocado nunca vivir algo así. No se pueden permitir situaciones extremas, disposiciones tan al límite que produzcan este tipo de consecuencias. Son asuntos que deberían dolernos como el que más.