Frontera e Inmigración

Las muertes: el drama de la Frontera Sur

“Cuando ves la situación de estos chicos, una distancia tan corta... La gente que somos de mar, que vivimos en una ciudad de mar, pensamos: qué sencillo verán ellos poder tirarse al agua con la intención de llegar. Estamos hablando de una frontera en la que solo hay metros que nos separan y al final terminan desgraciadamente falleciendo en el intento”. Quien habla es Nabil Rahal, responsable de la Funeraria Al Qadar. Tanto él como sus compañeros de trabajo han recogido decenas de cadáveres en estos últimos meses, en el que sin duda ha sido uno de los años más dramáticos en la Frontera Sur.

Sin horas, sin casi días de descanso, en un escenario en el que la muerte impone su ley, en un escenario que ha terminado con los sueños de muchos jóvenes -alguno incluso menor de edad-, y que ha teñido de tristeza a las familias que o bien esperaban que la ruta finalizara con éxito o bien ni siquiera sabían que habían marchado de casa para cruzar a Ceuta.

En el cementerio de Sidi Embarek son cada vez más las tumbas que acogen restos de magrebíes que murieron ahogados en el mar. Algunos a bordo de embarcaciones naufragadas, otros cuando pasaban a nado el espigón enfundados en trajes de neopreno o ayudados de botellas de plástico a modo de falsos flotadores. Unos fueron identificados, de otros nunca nada se ha sabido.

“Es curioso que en el 90% de las veces, cada vez que aparece el cuerpo de un chico, a los dos o tres días aparece otro. No sé si es porque o venían juntos o por el intento de ver al compañero el otro salía para seguirlo. Pero es curioso que durante el tiempo de la frontera cerrada siempre han ido apareciendo uno o dos, no es que hayan pasado unos meses entre un cuerpo y otro, sino días”, explica Rahal.

Cuando se encuentra sin vida el cuerpo de una persona hay que desandar un camino complicado para dar con su identidad. O al menos intentarlo. Un camino en el que hallar pistas que ayuden a conocer su nombre, a dar con sus familiares para cercar su origen.


El protocolo que se sigue desde que se recibe un aviso por la aparición de un cadáver siempre es el mismo. Tras el levantamiento del cuerpo, es la Policía Científica de la Guardia Civil la que inicia una investigación a través del Laboratorio de Criminalística. No todos los cuerpos llevan consigo la documentación, la pudieron perder en la travesía u optaron por cruzar sin ella. La toma de huellas dactilares y de ADN se hace con todos los cuerpos sin vida hallados para disponer de una base que permanecerá para siempre con el fin de cotejar identidades.

La Funeraria Al-Qadar hace su propio trabajo por intentar dar con ese nombre y apellidos, para lo que cuenta con el apoyo permanente y constante de la asociación Alas Protectoras y su presidente, Abdeselam Mohamed, a la cabeza.

“Si porta documentación es mucho más sencillo, y con la colaboración del compañero Abdeselam intentamos contactar con su familia, siempre con la delicadeza de saber si es o no es, porque desconocemos si la documentación que lleva es auténtica o no. Cuando sabemos a ciencia cierta quién es, le damos la noticia a la familia e intentamos consolarles dentro de nuestras posibilidades, teniendo en cuenta la distancia que hay”, detalla Rahal.

Una vez que el cuerpo es ‘liberado’ por el juzgado de guardia se procede a dar un entierro digno. O como bien apunta Nabil, “más que digno, ya que al no tener ninguna familia aquí intentamos esmerarnos más”. El tiempo es uno de los bienes más preciados. Dedicar horas de tu vida a hacer que las tragedias puedan ser asumidas de otra manera resulta impagable. Abdeselam es una de esas personas solidarias que entrega parte de su vida a atender a quienes han sufrido en primera persona el mazazo de una muerte inesperada. Su trabajo consiste en ayudar, desde la oenegé Alas Protectoras, a localizar a las familias de los desaparecidos, para lo que juega un papel fundamental las redes sociales. Pero además de esto acude a cada entierro y graba un vídeo que luego envía a los familiares para que comprueben cómo fue la despedida a su ser querido.

“Mi trabajo se basa en redes sociales, pero también a través de WhatsApp, que es como me contactan familias de los fallecidos, pidiéndome que asista al entierro”, explica. El 17 de mayo se produjo el primer fallecido de la crisis con Marruecos, un joven que no llegaba a los 20 años que murió ahogado y cuyo cuerpo fue recuperado en la playa del Tarajal. El padre de este joven llamó a Abdeselam pidiendo su apoyo. “Me pidió que estuviera como familia, buscando que la madre así se tranquilizara. La única manera de conseguirlo era estar ahí, grabamos el primer vídeo y se lo enviamos a la familia. A partir de ahí comenzaron a llamar familiares, y la asociación comenzó a volcarse más en estos casos de los menores o adultos fallecidos”.

Lo que graba Abdeselam no es un vídeo normal. Se tiene en cuenta el rito musulmán. “Tengo que limpiar lo que es el vídeo, cortando todo lo que no gusta. Si se hace el vídeo en directo se pueden cometer muchos errores. Intento que salga como debe, con el rito coránico. Un vídeo de una hora lo puedo resumir en hasta siete minutos tranquilamente, buscando así que la familia se tranquilice”.

Los vídeos de Alas Protectoras llegan a los hogares de esas madres que, rotas de dolor, los visionan asumiendo qué ha pasado, comprobando cómo hubo personas que, sin conocer a los fallecidos, quisieron estar ahí, rezándoles y pidiendo por ellos.

Las identificaciones pueden lograrse de la manera más casual. Cualquier objeto, incluso alguna prenda específica que porte el fallecido, pueden terminar siendo claves.

“Muchas veces hemos podido identificar el cuerpo gracias a la ropa interior que llevaba”, recuerda Nabil Rahal. No solo son las prendas, también un mechero, una fotografía e incluso una deformación física. Así ocurrió con uno de los cuerpos hallados en el mar, correspondiente con un varón que tenía un dedo de más en uno de sus pies. Eso fue determinante para saber quién era.

Muchas de esas identificaciones no son admitidas judicialmente al no existir la verificación oficial con las pruebas de ADN, pero al menos sí se puede comunicar a la familia quién es el fallecido. Labor importante porque supone dar tranquilidad a quienes esperaban noticias, aunque sea la peor.

Nabil Rahal, responsable de 'Al Qadar'

"Es una pena muy grande que no esté nadie con el difunto. Intentamos ser su familia"

Los entierros de estas personas que encuentran en Ceuta el destino final nunca buscado se llevan a cabo con total entrega y esmero. Incluso con más empeño, dadas las circunstancias que los rodean: sin familias que puedan estar presentes y sin posibilidad de sacar los cuerpos por la frontera. “Se les hace todo el ritual, igual que si estuviera enterrando a mi propio padre, hermano o hijo. Con la misma delicadeza o más incluso. No solo por mí, también por mis trabajadores, por los señores que trabajan en el cementerio, por todos... Es una pena muy grande que no esté nadie con el difunto. Intentamos en ese momento ser como su familia e incluso trasladarle a la familia que lo estamos haciendo con todo el cariño que lo harían ellos”, explica el responsable de la Funeraria Al Qadar.

Los recuerdos más tristes

Las muertes de menores, lo que peor se lleva en este drama

“Cuando son menores, eres padre y tienes niños, puedes ver reflejado que ese puede ser tu hijo. Cuando llegas a casa intentas no trasladarlo, obviamente, pero lo llevas mal, es una situación muy dura”. Rahal ha recogido cuerpos de adolescentes que se echaron al agua y que, en algunos casos, ni siquiera han podido ser identificados. Es un auténtico drama, como también lo es reconocer en la persona muerta a alguien con quien tuviste contacto. “Hay chavales que yo conocía de chicos, que había sido profesor de ellos en el ámbito deportivo, aquí en Castillejos. Cuando llegas, ves al chaval y te das cuenta que era alumno tuyo, con 15 ó 16 años... La verdad es que es muy duro, mucho”, añade Abdeselam.

Por su cámara ha pasado gran cantidad de entierros, ha tenido que ver muchos cuerpos y ha sentido como el que más la pérdida de chicos que estaban en la flor de la vida y que pensaron que bordeando un espigón conseguirían algo mejor.

“El día que fue muy duro es cuando tuvimos que enterrar a dos chicos, uno de ellos el que cayó en la estatua de Hércules. Estuve una semana muy mal psicológicamente porque ver a un chico de 13 ó 14 años con otro de 19... Nadie sabe el futuro que podían tener”.

La labor de alas protectoras: intentar calmar el dolor

Una ayuda importante, fuerza psicológica para las madres

El dolor de una madre. Quien ha parido a un hijo, quien lo ha alimentado y ayudado a crecer se rompe cuando le notifican que ha perdido la vida. Si encima una frontera cerrada te impide acercarte para darle un beso, para despedirlo, el dolor llega a matarte en vida. Abdeselam Mohamed empatiza desde su asociación con esas madres a las que visualiza llorando la muerte de sus hijos. “Cuando el niño no aparece, no sabe si está vivo o muerto, siempre le queda la duda de si aparecerá o no. Cuando se le manda el vídeo, se tranquiliza. Es duro pero a la larga, ayuda por la labor que se hace psicológicamente, sobre todo a las madres”, explica.

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