Ni un solo asiento libre en el Revellín. La actuación del humorista Manolo Morera ha cosechado este domingo un aforo de pleno. Ceuta ha aguardado su llegada con expectación y su invitado ha cumplido con creces.
El andaluz, reconocido por su paso por el carnaval, ha presentado su propuesta en solitario. A la luz de los focos, con unas gafas de sol y en camisa blanca, no le han hecho falta grandes adornos para conquistar a los asistentes a su llegada.
Los presentes le han dado una cálida bienvenida que ha tomado más ritmo cuando el propio cómico ha pedido “hacer ruido” para que se los escuchara “hasta en Tarifa”. Arrullador y sencillo, el gaditano ha interrumpido el silencio en un torbellino lleno de energía que ha contagiado a los allí presentes.
Pronto alguno que otro ha interactuado con el protagonista sobre las tablas del escenario y las bromas se han dejado caer por sí solas. Los primeros aplausos del comienzo se han transformado en una banda sonora plagada de risas.
Han ido a pasarlo bien y el resultado ha sido más que efectivo. No se ha vestido con florituras. Solo ha modulado la voz en un par de ocasiones para ceñirse bien a su papel. La sencillez, las metáforas y las conversaciones inventadas han sido los pilares fundamentales para deleitar a los caballas.
La muerte y los primeros años de vida han estado patentes en su discurso, uno en el que no han faltado las notas de humor. “Estamos hechos a esto: cuando más tonterías dice uno es en un tanatorio”, ha recalcado. “La gente sabe más de medicina que antes. Cuando vas te dicen que ha sido por un coágulo que ha llevado a un fallo general. Antes, cuando ibas y preguntabas, te decían que había pasado una cosa mala”, ha expresado.
El gaditano ha hilvanado un tema tras otro con fluidez. Saltos que han ido de un tanatorio a la incómoda explicación de un fallecimiento a un niño, al programa de Íker Jiménez y su vida imaginada en pareja con Carmen Porter hasta desembocar en la nostalgia de aquellos trabajos que te pedían en el colegio, en concreto, plantar un garbanzo. Él lo ha denominado, a su manera, como “el síndrome del vasito de yogur vacío”.
El espectáculo se ha configurado como una forma interesante y rápida de hablar de la infancia o del fin de la vida de un modo natural sin tapujos. Los vecinos de Ceuta han tenido la ocasión de contestar a sus declaraciones y también de sentirse identificados con su perspectiva del mundo.
Cotidianeidad, chispa y espontaneidad han sido ingredientes elementales en su show, con el que ha viajado por España. Desde música hasta “experimentos sociales” ‘Morera’ ha logrado llevarse al bolsillo a todos.
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