Opinión

Motivos de la lealtad de Ceuta a España

El pasado lunes me refería a la españolidad de Ceuta. Hoy voy a ocuparme de los motivos de su lealtad a España. Y es que, cuando en 1580 Portugal quedó unido a nuestro país bajo la misma corona en la persona del rey Felipe II, tras haber éste tenido que someter por la fuerza a los portugueses que se oponían a que hiciera valer sus legítimos derechos de sucesión a la monarquía portuguesa como hijo que era de Isabel de Portugal, casada con Carlos I de España y tuvo para ello nuestro rey que llegar con las tropas españolas hasta Lisboa, pues ya Ceuta y Arcila optaron por ponerse del lado de España, mientras que las otras dos posesiones portuguesas en África, Tánger y Mazagán, siguieron siendo fieles a Portugal. Y lo mismo sucedió luego en 1640, cuando de nuevo la nobleza portuguesa se sublevó contra España y Portugal declaró su definitiva independencia.

Pero, fijándose bien, llama la atención el hecho muy significativo de que habiendo sido la nobleza portuguesa la que en 1415 más ayudara al rey portugués Juan I a conquistar Ceuta, luego, primero en 1580 con Felipe II y después en 1640 cuando ya reinaba en España Felipe IV, pues fueran los portugueses ceutíes descendientes de aquellos nobles que en 1415 conquistaron la ciudad los que abandonaran a Portugal y juraran fidelidad a España. Y es por eso, que son bastante los analistas y escritores que se han preguntado  y debatido sobre cuáles habrían sido los motivos para que los portugueses de entonces en Ceuta hubieran tomado, tanto en 1580 como en 1640, tan dispar y contradictorio proceder a como lo hicieron en 1415 cuando conquistaron Ceuta luchando del lado de su país.

Tras la toma de Ceuta el 21-08-1415, el rey portugués, Juan I, que de forma directa dirigió la conquista yendo personalmente al mando de una potente flota de guerra formada por 33 galeras, 27 trirremes, 32 birremes y 120 pinazas, con 50.000 hombres (30.000 marinos y 20.000 infantes de tierra), en la que también participaron sus hijos los infantes Duarte, Pedro y Enrique, pues encargó a este último que se ocupara del abastecimiento de armas, alimentos y pertrechos necesarios para que las tropas portuguesas que se quedaron de guarnición en la plaza tras haberla conquistado estuvieran bien abastecidas y pudieran defenderla lo más eficazmente posible, dada la importancia que entonces se le había dado a dicha conquista, no sólo por el propio rey dirigiendo “in situ” la batalla, sino también por toda la Cristiandad, por el Papa Martín V que bendijo la expedición y avaló la conquista, declarando a Ceuta como “única ciudad de África que confiesa la fe cristiana, tercera parte del mundo”. Asimismo, los sucesivos Pontífices, en aquella época en que la Santa Sede ejercía tan poderosa influencia sobre los Estados cristianos de Europa, concedieron a Ceuta numerosas gracias, bulas y prebendas tras haberla conquistado.

El infante Enrique se erigió así en valedor de Ceuta, y desempeñó muy bien y de forma eficiente las funciones que su padre le había encomendado. Pero, a partir de 1437 en que los portugueses perdieron la célebre batalla de Tánger, en la que murió el ya rey Sebastián de Portugal y su hermano Fernando quedó cautivo de los marroquíes, pues empezó a debilitarse bastante la posición de Portugal en el Norte de África; de manera que el infante Enrique, hasta entonces benefactor de los ceutíes, comenzó a centrar más su atención en apoyar expediciones marítimas por el resto del mundo, que por eso se le llamó Enrique El Navegante, aunque lo cierto fue que él navegó bien poco, pues sólo se encargaba de organizar dichas expediciones.

A partir de entonces, las tropas portuguesas de Ceuta comenzaron a tener serios problemas de abastecimiento, retraso en la llegada de víveres, ropas y pagas de los militares que empezaron a sufrir mucha demora so pretexto de que la ciudad estaba muy distante de Lisboa y los distintos conflictos mantenidos por Portugal en varias de sus posesiones por el mundo hacían cada vez más difícil el pronto abastecimiento a las tropas ceutíes. Esto era así, hasta el punto de que cuando en 1580 Felipe II comenzó a reinar también en Portugal, pues fue el propio rey el que tuvo mucho empeño en que los abastecimientos y suministros a Ceuta le fueran enviados desde Castilla a través de Andalucía, principalmente de Cádiz y Málaga. Igualmente, Felipe II, haciéndose eco de las numerosas protestas que le llegaban de los ceutíes sobre la falta de atención que Lisboa les prestaba, y también con visión anticipada de futuro, pues comenzó a practicar en Ceuta una política inteligente de apoyo, acercamiento y de inteligente captación de voluntades  de los ceutíes.

Les concedió mercedes, gracias, privilegios, cargos, encomiendas, pensiones extraordinarias y otra retribuciones cortesanas, cuyas prebendas en algunos casos ya habían venido disfrutando los portugueses destinados en Ceuta, como tensas (o tenzas) y moradías, con las que Portugal había venido premiando, además de los leales servicios prestados en su Corte, tambiébo por militares, funcionarios y altos cargos que servían en sus colonias de África, Asia y América (Brasil); pero siéndoles aumentadas sus cuantías por Felipe II. Más a muchos militares y funcionarios portugueses destinados en Ceuta Felipe II también les concedió títulos de hijodalgo, caballero, escudero y nombramiento como servidores en su propia Corte de Madrid. Tales prerrogativas se mantuvieron también durante el reinado de Felipe III y Felipe IV. Las moradías consistían en una retribución en dinero que podía ir acompañada de raciones en especie y y cebada que se daban a los oficiales de la Casa Real que continuamente servían en la corte, reflejando, además, la posición social de cada uno. Y las tensas eran una especie de pensiones que incluso percibían las viudas y huérfanos de milita muertos en combate, y que en 1686 alcanzaban ya el importante número 588 mujeres que las cobraban por gracia real.

En 1594 se declaró una epidemia de peste en Ceuta, en la que muchos ceutíes se morían sin que Portugal les facilitara el auxilio urgente y necesario; por lo que tuvieron que pedirlo a Castilla, que por orden real inmediatamente les fueron enviados alimentos, socorros y auxilios necesarios con los que mejoró mucho su situación. Indudablemente, esto dejó a los ceutíes una huella de afecto muy marcada. En concreto, la corona española atendió siempre con puntualidad y buena predisposición las necesidades de Ceuta, en 1640 enviando mucho trigo a la ciudad, y en 1647 adjudicó las provisiones de alimentos y dinero a la Casa Montesinos, enviando 24.000 fanegas de trigo por importe de 225.562 reales y medio de vellón para atender provisiones, y 102.225 reales de plata para las tropas. En 1648 les fueron enviados otros 40.607 reales de plata para “socorros y otras cosas extraordinarias”.

Así las cosas, al estallar en 1640 el movimiento independentista en Lisboa, el gobernador Portugués de Ceuta, Francisco de Almedia, caballero militar de probada fama y prestigio, como había finalizado su turno de tres años y esperaba desde antes ser relevado, mantuvo una posición de cierta ambigüedad a la espera, aunque más proclive a los sublevados en Portugal. El 5-02-1641 fue relevado por Felipe IV, que envió a Ceuta al primer gobernador castellano, al marqués de Miranda de Anta, Juan Fernández de Córdoba, haciendo regresar a Lisboa a Almeida, al tiempo que se le incoaba la apertura de un juicio de residencia respecto a su labor gubernativa en Ceuta, junto a otras personalidades ceutíes que secundaron el movimiento secesionista portugués. Pero la nobleza ceutí se echó a la calle en apoyo de Felipe IV, siendo apoyada por el pueblo.

Todos aclamaron al rey Felipe IV, a la vez que le solicitaron que se concediera el perdón a los ceutíes que se habían adherido al movimiento separatista de Lisboa, a los que les fue concedido el perdón general el 14 de febrero, mediante el siguiente escrito: «Yo el Rey hago saber a los que este edicto vieren que la ciudad de Ceuta me ha pedido que en consideración de la fidelidad y lealtad con que siempre han procedido los caballeros y moradores derramando su sangre y empleando sus vidas en mi servicio, mandara usar con ellos de mi real clemencia concediéndoles perdón general de todas las culpas por las cuales está procediendo contra ellos el juez Bernardo de Sampayo de Moráis y que fuesen sueltos libremente sin pagar nada y que así se procediese con los castellanos que están presos por orden del Gobernador don Francisco de Almeida; y teniendo yo consideración y deseando hacerles la merced que por su lealtad merecen, tengo por bien y me place conceder perdón general a los moradores de ella y que no se proceda contra ninguno de ellos ahora ni en tiempo alguno porque así es mi voluntad y también quiero y mando que se suelten los presos y los castellanos por lo que mando a todos los ministros y oficiales que tengan conocimiento de éste, que lo cumplan y hagan cumplir sin duda, ni embargo, ni dilación alguna porque así lo tengo por mi servicio y este edicto valdrá, puesto que no ha pasado por la Cancillería y que su efecto tenga que durar más de un año a pesar de la disposición del libro segundo, títulos 39 y 40 que dispone lo contrario, el cual se registrará en el libro de las cuentas de la dicha ciudad». Y, asimismo, solicitaron y obtuvieron la ciudadanía española. Ceuta recibió como premio a su lealtad los títulos de Noble, Leal y Fidelísima Ciudad, cuyos datos y circunstancias ya he expuesto en otros artículos.

Desde Madrid se adoptaron medidas prioritarias para normalizar la vida ceutí. El primer gobernador español escribió una carta al rey el 13-10-1641 informando de la miserable situación del Ejército en Ceuta debido al retraso de las pagas durante los tres últimos años y a la carencia de ropas, existiendo mucho descontento entre los soldados. El rey, mediante carta de 27-01-1642, se comprometió a solucionar la situación, disponiendo el envío de soldados castellanos a Ceuta y repartiendo ropa entre el ejército en el otoño de 1642. De este modo, la ciudad, entonces con unos 2.000 habitantes, contaba entre sus efectivos militares con 420 nuevas plazas de Infantería distribuidas en dos compañías (la nueva y la vieja) y 130 de Caballería. En el plano naval, tenían tres barcos de largas dimensiones, un bergantín de 14 remos por banda y tres fragatas. En el  económico, se mantuvo el régimen de exención de derechos, aplicado siempre por Portugal a Ceuta. En 1644 Ceuta quedó exenta del servicio de millones, medida que se prorrogaría durante el período 1646 a1703. Y, a raíz de todos estos acontecimientos, las comunicaciones entre Ceuta y Portugal se interrumpieron y la dominación española sucedió a la portuguesa.

También solicitaron aquellos ceutíes el envío de moneda española acuñada, particularmente para el pago de la guarnición, al haberse dejado de recibir moneda portuguesa tras haber mostrado su lealtad a España. Se enviaron monedas con la efigie del rey español, cuyo valor era de tres reales de vellón y las «carillas» de real y medio. Si se atiende a motivos políticos, entre 1640 y 1641, Ceuta dejó de pertenecer a Portugal, y no porque pasara automáticamente a la Corona de Castilla, sino porque decidió mantenerse fiel a Felipe IV.

Desde el punto de vista cultural, ya en aquella época resultaba notoria la semejanza y afinidad de Ceuta con las poblaciones del litoral meridional español, debido al traslado de gentes, especialmente militares, desde Andalucía, que por su mayor proximidad acudieron de forma continuada a la plaza ante el peligro de ataques fronterizos. En resumen, que la monarquía española atendió siempre con prestancia las necesidades de la Ceuta portuguesa, pese a estar por entonces España luchando en Italia, Flandes y media Europa. Y el apoyo económico resultó ser decisivo y determinante a la hora de granjearse plena lealtad de los ceutíes hacia la españolización de Ceuta.

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