Ningún ministro de hacienda ha gozado de fervor popular, ni ahora, ni nunca. En el mejor de los casos han pasado desapercibidos, no pocos han sido reprochados públicamente y Montoro se empecina en romper cualquier barrera social hasta conseguir que le detesten. Este catedrático de universidad con un comportamiento semejante al cobrador del frac, desvelando datos de acreedores de la hacienda pública, con actitudes chulescas, camorristas, impropias de un ministro del reino, y la ideología socialista que parece prevalecer en él, lo convierten en el desacierto más indisculpable del gobierno de Rajoy.
Montoro, pese a ser miembro de un gobierno de derechas, no ha pensado ni por un momento en el individuo y sí en el Estado. Su prioridad, según refiere, es tapar el agujero del déficit a costa de que paguen los contribuyentes ¡Craso error! Su obligación, como ministro de un gobierno de derechas, que es lo que ha votado España, es evitar ese agujero gastando menos, y no saqueando los esquilmados bolsillos, de los pocos contribuyentes que le quedan a este país desolado por los tributos.
Lo contrario, lo que está haciendo en estos momentos, es echar gasolina al fuego, y da la impresión de que esto se encuentra en manos de un pirómano.
Montoro ha tenido el humillante gusto de cambiar el ministerio de hacienda por el ministerio de recaudación, y además lo ha hecho en un momento en el que sorpresivamente descubrimos que hacienda no somos todos.
Mi más sentido pésame a aquellos funcionarios de hacienda que honestamente se ganan la vida realizando un buen trabajo, haciendo la vida más fácil a los ciudadanos. Desde hace tiempo, por mandato de este ministro, han pasado a apremiar al contribuyente, y eso no debe sentar nada bien. Porque una cosa es perseguir el fraude, y otra muy diferente es perseguir y extorsionar al contribuyente mediante un Estado cada vez más omnímodo.
Mientras hay populares que pugnan por detener la mortal hemorragia de votos que sufren, Montoro pretende seguir viviendo a costa de la inane intención de voto de la oposición, sin percibir que la izquierda ya ha demostrado históricamente que es especialista en espectaculares remontadas más o menos forzadas, y no menos inexperta en aplicar los antidemocráticos “cinturones sanitarios”.
Cuando todavía resuenan los ecos de la insuficiente victoria popular en Andalucía, en Extremadura gobierna Izquierda Unida bajo las siglas del Partido Popular, y las encuestas en Ceuta se asoman peligrosamente al mismo precipicio, los populares deberían reflexionar sobre el daño difícilmente reparable que hacen determinados prebostes del Partido Popular al futuro de España. Porque no dude que actualmente el único partido capaz de gobernar son los populares.