Opinión

Los monstruos que viven en el barrio

Ha vuelto a pasar, todo ha fallado, era crónica de una muerte anunciada, una esquela que ya estaba preparada desde hace tiempo.

Todos lo sabían. Todos sabían de las palizas, las humillaciones, las vejaciones, las amenazas. Lo sabían los vecinos, el barrio, el pueblo, el juzgado, los sistemas de protección de las víctimas de violencia de género.

Alina quería regresar a su país, a Rumanía, con sus niñas y, con ello, dejar atrás una crónica continuada de palizas conocidas por el entorno del pueblo.

Ella pensó que accediendo a las peticiones de su ex de salir de la casa de acogida, este iba a permitir que ella abandonara España. Alina era víctima de extrema vulnerabilidad.

El régimen de visitas fue acordado en sentencia de marzo de 2023 por la autoridad judicial y establecía que el padre podía estar con sus hijas los sábados y domingos de cada semana entre las 12:00 horas y las 18.00 horas. Además, el hombre tenía una orden de alejamiento por malos tratos para evitar el contacto con su expareja y madre de las niñas.

En varias ocasiones la mujer se negó a denunciar a su pareja y solicitó el levantamiento de las medidas cautelares. Sin embargo, el juzgado continuó con la causa a petición de la fiscalía.

A raíz de la denuncia penal, el Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Almería instó un proceso civil sobre la guardia y custodia de los menores, el régimen de visitas y la cuantía de la pensión que debía abonar a la madre para el sustento de las hijas.

Alina tenía miedo, Alina quería proteger a sus hijas, Alina escuchó amenazas, coacciones, Alina estaba sola porque el terror rompe todas las barreras protectoras; el pánico no entiende de justicias, de tribunales, de sentencias. El miedo no escucha la solidaridad, el cariño de la gente, no acepta los consejos de abogadas, de psicólogas, de trabajadoras sociales.

Sus hijas eran su vida, su patria, su aire, su razón de lucha. Tenía que defenderlas aunque fuera entregándose al monstruo.

Algo falla y todo el sistema parece derrumbarse. Aprender con el inmenso dolor de los hechos es ser conscientes de la ferocidad del asesino en potencia, del licántropo que viste de gala su moral y sus derechos. Las leyes no saben de licántropos.

Es curioso pero no he encontrado nada del padre: su nombre, su edad, sus antecedentes, su nacionalidad, a qué se dedicaba, qué relación tenía con sus hijas. No he encontrado nada en la prensa. Es la protección de datos que impide asomarnos a abismos.

El informe preliminar de la autopsia revela que las pequeñas murieron intoxicadas por un pesticida.

Este CAÑONAZO sonará en silencio.

Me imagino que Vox reconsiderará su postura y pedirá perdón a tantos niños, tantas mujeres olvidadas en sus planteamientos políticos.

Seguro que mañana convocarán una rueda de prensa.

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