Opinión

Monarquía, infantas y animales de compañía

Es tan complicado mantener la calma en este país. Cuando no es la quema dede contenedores es la subida del gasoil, cuando no es la pandemia es la notable e insostenible subida del paro, y cuando no es el Rey emérito son sus hijas. ¡¿Qué hemos hecho para merecer esto?! La cuestión es que no hemos hecho nada en los últimos años, y cuando digo nada me refiero a que no hemos sido capaces de hacer reformas estructurales que dinamiten de una vez por toda la repugnante sociedad de los privilegios que aún arrastramos de esos “maravillosos” 40 años de pandereta, banderines y coplillas. Todavía hay quien echa en falta esas fantásticas concesiones del pasado cuando una parte de la sociedad, por ostentar ciertos cargos, tenía la prebenda de tener viviendas a cuenta del heraldo público; de poder bañarse en playas privadas; disfrutar de duchas después del día de sol y salitre en instalaciones exclusivas; de un copazo de coñac a precio de saldo, servido por un soldado de remplazo que en vez de aprender a pegar tiros aprendía el digno oficio de la hostelería, sirviendo consumiciones a oficiales y otras tribus urbanas que como podían se colaban en aquellos establecimientos violentando el orden social. Entre los atrevidos que aprovechábamos de la falta de rigurosidad de quien daba el permiso para poder ducharse allí estábamos yo y mis amigos, todos niños de no más de 12 años, y que diciendo la palabra mágica: “mi padre es el capitán Villegas”, todos entrabamos en tropel a la ducha; por supuesto que nuestra conducta y formas de funcionar delataban nuestra procedencia, alejada de los retoños de oficiales y otros rangos que eran educados en buenos colegios de pago; pero claro, haber quién se atrevía a poner en cuestión a los hijos del capitán Villegas. Todo esto ocurría los días de verano en la playa de Benítez de la Ceuta marinera. Y me parece sorprendente que aún no hayamos aprendido la lección respecto a las consecuencias que pueden implicar la no generalización de privilegios, ¡ay Dios mío, que poco se lee a Marx en los colegios! Por suerte, hemos avanzado en muchos aspectos, pero hay que recordar que en cierto sentido nuestra clase política pisamoquetas, sobre todo de izquierda, se ha olvidado de poner solución a aspectos fundamentales para poder equilibrar las necesidades de una compleja sociedad; lo que se denomina reformas estructurales.
Voy a dar un par de datos que cristalizan de una manera simple y concisa las dificultades que una parte de la población tiene para poder acceder a ciertos “privilegios”: según la EPA el 40,7% de la población menor de 25 años está en paro, en Ceuta, ¡atención! el 60%, un dato que ni de República Cocotera. En Europa el dato es del 26,7%. La edad media de emancipación, atención, en España es a los 30 años, sin embargo en Dinamarca a los 21. Y viendo esto, todavía hay quién se sorprende de la falta de nacimientos en nuestro país. A este ritmo estaremos en mayor peligro de extinción que los Koalas. La cuestión fundamental es que estos derechos recogidos en nuestra Constitución parecen ser privilegios para unos cuantos, y nadie, ni siquiera los partidos de la izquierda pisamoquetas, se han atrevido a realizar las pertinentes reformas para que, por ejemplo, el acceso a la vivienda más que una carrera de obstáculos se convierta en un derecho de aplicación inmediato. Otro dato que confirma tal situación: el parque de vivienda pública en España es del 1%, en Holanda es del 32%. Lo que me provoca hastío, cansancio y desencanto es cómo estos partidos pisamoquetas, ahora con el escándalo de las vacunas de las Infantas, intentan reafirmar sus competencias como partidos del espectro de izquierda utilizando el eco mediático y las algaradas del populacho respecto a esta noticia, quedándose una vez más en una crítica superficial y discursiva pero sin entrar en el núcleo de la cuestión. Si realmente se es un gobierno de aspiración socialdemócrata, que es a lo máximo que puede aspirar un gobierno de izquierda, dejemos de lado ese ataque contra las Infantas y pongamos en marcha políticas sociales de verdad, dejémonos de teatrillo barato y señalemos con contundencia y con ánimo de cambio quienes son los privilegiados. Ya sabemos quienes en este país sufren los desahucios, quienes están en las colas del hambre, quienes no pueden encender la calefacción en enero y quienes poseen el mayor parque de viviendas del país, esperando además, a que la situación económica mejore y continuar con la interminable especulación. Por favor, no busquen el aplauso fácil de quienes idolatran vuestras siglas a través de la simplona crítica a la monarquía; no olviden que poner en marcha políticas sociales, equitativas y redistributivas no está reñido con el mantenimiento de la institución monárquica; sino que se lo pregunten a daneses o suecos.

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