Los policías nacionales que fueron asesinados por ETA recibieron ayer un homenaje en Madrid. En la capital de España estuvieron la viuda y una de las hijas del agente Mohamed Hamed Abderrahaman, asesinado en los años 80, en Irún, por la banda terrorista tras ser alcanzado por una granada.
La muerte de Mohamed marcó para siempre la vida de quien es una auténtica luchadora, Aixa, al tener que sacar adelante a todos sus hijos sin el siempre anhelado acompañamiento de su esposo. En total han sido 184 los policías nacionales asesinados y en su recuerdo se hizo un homenaje que ha sido agradecido por las víctimas.
Este acto, como otros que se han ido celebrando, emociona a quienes han perdido a sus seres queridos porque significa que no se les olvida. Que siguen estando presentes. No obstante, lejos de las actuaciones propiamente oficiales caben otras, caben las implicaciones de una Administración que debe, o debería, tener especial consideración hacia quienes han sido víctimas del terrorismo. Familias rotas por atentados que durante muchos años han tenido que sufrir el sentirse olvidadas por la Administración.
Actos como el organizado ayer por Interior son respetables, pero de igual manera se tiene que poner especial atención en esos 222 niños que quedaron huérfanos por culpa del terrorismo y a los que hay que facilitar una ayuda, sea de la forma que sea, para que puedan tener un futuro que nunca estará completo porque alguien se encargó de que así fuera.
La llama de Mohamed brilló ayer con luz propia, al igual que la del resto de policías nacionales asesinados. Que nadie se olvide de sus familias, que se den pasos para hacer algo más por ellos. Porque las calles, los homenajes, los actos están bien, pero no son suficientes.