'Mkaka Albert'

De vez en cuando, hay Jam Session en La Sala. Es el único sitio en el que Djo Philippe, como conocen a Philippe Makula en el CETI, ha podido tocar ante un público más o menos extenso.

“Cuando vine, pregunté donde podía tocar. Me hablaron de La Sala. Fui una vez y no me entendieron muy bien, fui una segunda vez y ya nos entendimos, y luego pude tocar en una jam session”.
Congoleño, salió hace 10 años de su país. Lo de ‘Djo’ es un apodo que viene a significar algo así como “persona animada, alegre”. Es en lo que se convierte, sobre todo cuando coge la guitarra y seis cuerdas empiezan a tocar ‘Zunguluke’. “Siempre me la piden. Es de un hombre que se enamora de una mujer, pero viene otro con mucho dinero y se la lleva. Es una canción con mucha melancolía”, explica. La canción es en lingala, una de los idiomas que se hablan en el Congo.
Aunque, si le preguntan por sus gustos musicales, este residente del CETI cita a dos personas que no pueden ser más occidentales y diferentes: Julio Iglesias y Michael Jackson. Pero tiene una explicación. “Julio Iglesias me gusta mucho por las letras, pero Michael Jackson es el espectáculo”. Lo dice alguien que asegura que lo único malo de tocar la guitarra es que “mientras tanto no se baila”. Quizás un alivio (“en realidad no soy buen bailarín”), pero, dice, “va en la sangre”.
Makula llegó al Ceti, según cuenta, en verano del año pasado. En estos pocos meses ya ha conseguido defenderse en español, y está preparándose para comenzar estudios universitarios en la UNED. “Me gustaría continuar con psicología, es lo más seguro”, dice. Porque ya comenzó esta carrera en el Congo, después de haber comenzado Matemáticas. “Sí, me gustan los números, pero más la psicología”, comenta.
Y, según parece, no tiene mal oído del todo. “Aprendí lo básico para cantar en el coro de la iglesia. Primero la batería, y después la guitarra. Pero lo dejé un poco apartado, y fue cuando salí del país cuando empecé a aprender, por oído”, explica. Tanto que incluso ha compuesto canciones. Tiempo no le ha faltado: Benin, Rabat, Casablanca, Tánger, Fez y por último Ceuta. En Tánger, por ejemplo, colaboró con Médicos sin Fronteras y con una ONG que prestaba ayuda a inmigrantes. Durante su estancia en el país vecino, creó un ‘Minority Globe’: un ghanés, dos togoleses, un nigeriano y él, el congoleño; todo un ‘Globo terráqueo en miniatura’. “Me gustaría hacerlo aquí en Ceuta, pero es difícil. El único capaz de tocar música que se ha ofrecido soy yo, el resto cantan, pero nada de instrumentos”, cuenta. Por eso quier dejar Ceuta, donde llegó el verano del año pasado.
Lo hizo por el agua. No quiere dar muchos más detalles del cómo, pero sí del porqué. Ese grupo se había disuelto (“tuvimos problemas en cuanto comenzó a entrar dinero”), y no había perspectivas de mejora. Le habían invitado a participar en un festival de música en Alemania y no había podido ir. Quería, y quiere, alcanzar la península.
Sueña con Barcelona (“me han dicho que allí sí hay oportunidades para la cultura, a diferencia de Ceuta, donde todo es muy difícil”). Quizás allí pueda fundar su propio grupo de música, su método favorito de expresión. “No importa el idioma, no importa la cultura, la música es un lenguaje universal. Puede ser muy útil como instrumento de integración”, opina. Quizá por eso no ha dejado de perseguir su sueño.
Estudios, el coro de la iglesia, algún trabajillo... la vida que tenía no era tan mala. Pero decidió salir, en busca de algo mejor. Ahora echa la vista atrás, y dice que se da cuenta ahora. “Hasta que no dejé el Congo, no aprendí a valorar la cultura africana. No le sacaba el valor, pero ahora sí”.
Por eso se ha decidido a hablar de la inmigración en sus canciones. “Cuando estuve en Marruecos hice una maqueta. La mayor parte de las canciones son de amor, pero en una hablo de inmigración”. “¿Qué dice?”. “El Congo fue colonizado por los belgas, por eso la canción se llama ‘Mkaka Albert’. En lengua kikongo, ‘Mkaka’ significa abuelo. Al igual que ellos nos trajeron su cultura, ahora lo que quiero es que les llevemos la nuestra, la africana, con sus cosas buenas. Eso puede ser la inmigración”, reflexiona. Teniendo una guitarra cerca, no puede estar mucho tiempo en silencio. Sus boca se cierra para dejar que quien hable sea la guitarra.

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