Sociedad

En la Piel | El mito del único foso navegable del mundo

El foso de Ceuta es el único navegable del mundo. Una afirmación que muchos ceutíes nunca han puesto en duda. Sin embargo, ¿es realmente así? Lo que algunos no saben es que no es cierto.

Fernando Villada, arqueólogo, y Gabriel Fernández, técnico en Patrimonio cultural, desmienten este mito extendido de boca en boca. Una “falsa verdad” que tiene varias posibles raíces. El desconocimiento, la necesidad de reforzar la identidad o una especie de “eslogan” turístico para atraer al visitante son algunas opciones.

Son las estimaciones que ambos trasladan a El Faro, al que revelan la verdad sobre este mito que aún ronda entre los caballas. Exponen numerosos ejemplos que demuestran lo contrario y que, quizá, son desconocidos para los que aún creen este hecho.


“Durante algún tiempo se ha afirmado que este era el único foso navegable del mundo. No es cierto. Hay otros que también lo son. Hay ejemplos en Europa y fuera de ella. Algunos se conservan hoy día, pero otros no”, señala el arqueólogo. Coincide Fernández. “Desde luego que no. Ni siquiera de agua salada”, destaca el técnico. “Podemos sentirnos únicos cuando algo es singular y desde luego, estamos engañados. Hasta con el nombre. Este es el foso Real, no el de San Felipe”, asevera.

Aunque no sea certero, difundir este hecho hizo de él un punto patrimonial de la ciudad “especial”. A pesar de parecer, de primeras, decepcionante, es una buena noticia que existan otros.

“Deberíamos estar orgullosos de que no sea el único foso navegable de agua salada del mundo porque si algo es único, es que, en cierto modo, en cuestiones de fortificación, no ha funcionado. Cuando algo es bueno, se repite. Nuestro foso se ha copiado y mucho”, especifica Fernández. “Esta forma de defender una ciudad, de crear una infraestructura que convierte una península en una isla es un ejemplo de éxito y por eso fue llevado a otros muchos lugares porque precisamente aquí triunfó”, puntualiza Villada.

Un triunfo en Ceuta

Muy lejos de la ciudad, a numerosos kilómetros de distancia, tiene un hermano gemelo. Una construcción a imagen y semejanza del monumento caballa que descansa en India. “Es una información bastante curiosa y conocida”, comenta Villada. “Está en Diu. Esta fortaleza, según las crónicas, se construyó según los planos de la de Ceuta. Se suele gastar una broma en la que se muestra una foto de este y muchos ceutíes creen que son las murallas de Ceuta. Se distinguen si prestas atención porque no son exactamente iguales”, indica el arqueólogo.

La solución para proteger a la población y retener a los enemigos había sido todo un acierto. Es esta la razón por la que su fisionomía y añadidos comienzan a viajar a otros puntos del planeta. “Los planos eran eficaces. Servían, eran útiles y por eso se transportaron. El de Madagascar es otro ejemplo, aunque no tan claro como el de Diu”, comenta.

Esta tipología para cerrar la ciudad y defenderla nació en Europa y se propagó por el mundo en una especie de ‘globalización’ de la época. Siracusa, Corfu, Venecia, Bourtange o Peschiera del Garda son algunas de las localizaciones en las que hay un foso.


Esta respuesta ante la amenaza fue determinante para la ciudad. Fue una medida efectiva para dar paz y calma a Ceuta. “No sé si muchas personas se han dado cuenta de esto o lo piensan cuando pasan por aquí y se hacen una foto. El foso quedó construido en 1550. Ceuta no ha estado exenta de riesgo a lo largo de toda su historia. Desde que se edificó no ha sido conquistada. Funcionó. Fue útil. Soportó asedios como el de Mulay Ismail”.

6.000 obreros. Alrededor de 6.000 personas se encargaron de materializar este proyecto

El sitio es una de las efemérides de mayor peso en la que ha formado parte esta infraestructura militar. “Son 32 años. Hay un momento en el que casi se pierde a la ciudad. El foso era infranqueable. No podían entrar por él. El enemigo lo sabía e intentó atacar la zona del Puente Cristo. Las fortificaciones del Centro Gallego no estaban en ese momento”, detalla Fernández. Su acceso por este lugar se cobró con muchas vidas. “Correa Franca habla de más de 20 muertes en un solo día y se tardaron dos en echarlos”, menciona el técnico.

Un éxito que se propagó

Erigida en ciudades europeas de los Países bajos o Italia u en otras situadas en lugares lejanos del mundo, esta infraestructura fue una invención que cosechó éxito en la época. Construida con el único objetivo de defender el territorio, aterrizó en Ceuta de la mano de los portugueses entre los años 1541 y 1550.

Este modelo se hizo realidad al mando de los ingenieros Benedicto de Rávena y Miguel de Arruda.

El primero, procedente de Italia, trajo consigo conocimientos que serían fundamentales para la inclusión de un nuevo elemento que comenzó a probarse en dicho país.

“Son los baluartes, unas piezas pentagonales que avanzan sobre las murallas”, explica Villada. A estos se suman los muros en talud o la bajada de altura de las fortificaciones, pequeños cambios que conformaron una serie de innovaciones en aquel siglo XVI. Todas las modificaciones respondían al propósito de adaptar estos sistemas defensivos para armar el foso hasta los dientes con cañones de pólvora. “Surgieron para hacer frente al poder de la artillería pirobalística”, asegura. Estas “bocas de fuego” se constituían como un peligro para las estructuras militares del momento. “Una fortaleza medieval era absolutamente vulnerable para estas nuevas máquinas de guerra”, aclara el arqueólogo.

Expansión portuguesa

Los mayores progresos tenían su cuna en Italia en aquella época. “Cuando llegaron ya tenían muy claro qué es lo que querían construir. Es un periodo de innovación. Esto es alta tecnología del Renacimiento. Habría que recordar que había un tal Miguel Ángel pintando la capilla Sixtina, mientras que nosotros estábamos erigiendo esto”, expresa Fernández.

El año en el que se proyectó la primera idea del actual foso, en 1541, era un momento de expansión de la corona portuguesa. El país luso desplegaba sus alas de conquista y sumaba territorios a su nombre. Ceuta era uno de ellos. La adquisición llevó a pensar en nuevas formas para preservarla. “La solución fue tan novedosa, tan importante y tan avanzada que realmente este es el primer ejemplo de la traza de una fortificación de esta naturaleza en esta región norteafricana”, apostilla Villada. Su distribución y forma tampoco es una cuestión de azar.

“Tiene un trazado geométrico muy significativo. Está ideado para no dejar ningún ángulo muerto y cada uno de ellos, de esas desviaciones que de dan en el foso, no son casuales. Cumplen un objetivo que es permitir el disparo de un determinado lugar”, señala.

La necesidad llegó ante el nuevo armamento y, en aquel momento, se vieron empujados a buscar otra manera de salvaguardar la zona.

“Hubo que inventar otra manera de defenderse. Este es un ensayo. Un eslabón de una cadena de transmisión de conocimiento que va desde la República Veneciana, pasa por toda la costa del Adriático, el sur de Italia, el norte de África, central y occidental, la península ibérica, los Países Bajos, América, África o Asia...”, expresa.

Otros ejemplos de fosos en el mundo

El pasado del foso

Poco ha cambiado el foso desde que se levantó imponente sobre Ceuta. Las modificaciones de mayor índole se han dado en la actualidad con la transformación de las costas y la regeneración de la arena.

“Ello provoca que, en buena medida, se colmate y eso lo ha alterado un poco. Es esto por lo que hay que hacer dragas para permitir el paso de los barcos. La estructura general, lo que es en sí, no ha cambiado mucho”, cuenta Villada.


Solo las dos paredes que lo levitan han pasado por alguna transformación, principalmente debido “a caídas de paños de murallas o porque se han eliminado algunos elementos que ya no existen”, narra.

¿Qué es lo que había antes de construir ese foso portugués? Antes de su llegada, hubo edificaciones previas de las que apenas se tiene rastro. “No las podemos tocar o tener una imagen directa. Solo descripciones”.


Gracias a esta documentación puede estimarse que ya bizantinos o romanos de Oriente habían construido un canal en el lugar junto a un foso seco. “Tenemos también uno en época medieval e islámica. Los portugueses lo que hicieron fue ensancharlo para permitir el paso de agua”, concreta.

“Hay toda una historia antes del foso que vemos hoy. El problema que es que no se dispone de demasiados elementos para poder reconstruir ni su trazado, ni su tamaño, ni nada parecido”, concluye.

Nobles y curas manos a la obra

Un hito enterrado bajo kilos y kilos de tierra que salió a la luz en un tiempo récord. Fueron menos de nueve años en los que, bajo amenaza constante, alcanzaron su meta con la fuerza de un grupo reducido de hombres. Nobles y curas se unieron para excavar el foso. Los estamentos y sus diferencias se fundieron al ponerse manos a la obra.

La construcción del mismo contó, aproximadamente, con unas 6.000 personas según los cálculos de Fernández. La ciudad contaba con una guarnición de 12.000, de las que había que excluir a las mujeres y a los niños.

Luis de Camoens participó en la construcción.

“Todo eso se hace en una plaza fronteriza con el enemigo al otro lado en menos de nueve años por muy poca gente. Me parece que tiene algo de épico también todo lo que supone esa construcción”, manifiesta Villada. El periodo de edificación no llega ni a los diez años ya que, tras 1541, que fue cuando se trazó, los primeros años fueron invertidos en levantar la actual población de El Jadida, la antigua Mazagán portuguesa.


La dimensión de estas labores solo puede verse si se pasa revista a los números de esta actuación. El foso presenta en torno a 350 metros de largo y en algunas zonas, las más anchas, llegan a los 35 metros. “Tiene una profundidad desde la cota inicial que debió de tener no menos de unos 20 metros, depende de qué zona. Si se hace una simple multiplicación, sale un volumen de tierra impresionante que se quitó de ese lugar y se llevó a otro”, indica el arqueólogo.

“Estaban en una situación de peligro porque había un enemigo que podía atacar en cualquier momento. Actualmente hay una disponibilidad de materiales que se pueden traer de mil maneras diferentes”, reflexiona.

1541 año de edificación. Fueron menos de nueve años los que se emplearon para levantar el foso

“Creo que uno da cuenta con ello del volumen y de la importancia de esta obra”, matiza.

“No nos podemos hacer la idea de los grandes movimientos de tierra que aquí se tuvieron que realizar. Es una excavación de 15 metros de profundidad que baja por debajo del nivel del mar”, enfatiza Fernández, que recuerda que esta hazaña se llevó a cabo en el siglo XVI. El técnico considera que, a día de hoy, una ejecución similar “con máquinas actuales no tarda 10 años, si no más”.

“El noble era obrero y el cura. Toda la ciudad participó. Toda la guarnición para ser más exactos”, expone. La gente de a pie se volcó para lograr la paz que buscaban y que estaba en la cuerda floja por aquel entonces.

“Los técnicos eran itinerantes por las distintas posesiones de la corona, mientras que las poblaciones todas enteras se dedicaban a la protección, es decir, participaban en la construcción de las murallas para defender su casa”, especifica.

“Uno de los trabajadores más insignes que tuvimos en el foso, particularmente en lo que hoy llamamos baluarte de la coraza, fue don Luis de Camoens”, cuenta.

Sus distintos ángulos

Esta fortificación navegable tiene diferentes caras. Su existencia se ve involucrada de un modo u otro en distintos asuntos que incluso pueden ser, de primeras, impensables para los ceutíes. Matemáticas, ingeniería, deportes e incluso el medio ambiente juegan un papel que gira en torno a este foso navegable.

La estructura, en un primer vistazo, es el escenario de mañanas y tardes llenas de barcas. Actividades para aficionados o expertos que no solo pasean en barcos. Practican también disciplinas como el paddle surf o el kayak. “A día de hoy los caballas disfrutan de un espacio único para este disfrute”, apunta Fernández.

Este canal también aporta seguridad a los navegantes. “Rodear el Hacho sería el camino por el que tendría que circular un navío que viniera de la bahía norte a la sur o viceversa. No es un paso fácil toda. La zona está llena de corrientes marítimas que son bastante duras por lo que continuamente se pondrían en riesgo las embarcaciones de pasar de un lugar a otro”, explica Villada.

A su vez, este flujo desencadena en unas aguas cuidadas y limpias incluso en el puerto. Normalmente son lugares cerrados, lo que hace que sean propensos al cúmulo de residuos. “El de Ceuta tiene una entrada y una salida, es decir, tiene una corriente que lleva de un lado a otro”, asevera.

Los números

350 m. la longitud del foso. Aunque parezca de menor envergadura, esta es la extensión total de la infraestructura.

Entre los 15 y 35 metros. Es la anchura de la fortificación de la ciudad. Cuenta con una profundidad media de unos dos metros con marea alta.

3 líneas defensivas. El conjunto total presenta tres partes destinadas a proteger a la ciudad del enemigo. Antes existía una cuarta.

4 áreas de fortificaciones. La primera está compuesta por los medio-baluartes Santa Ana y San Pedro. La segunda por la contraguardia San Javier, el revellín de San Ignacio y el ángulo de San Pablo.

4 usos actuales. Las Murallas Reales albergan un museo, una sala de exposiciones, el Open Future y un restaurante.

El foso como identidad

Las repercusiones de su existencia trascienden lo material y se cuelan en las manifestaciones sociales locales. Un claro ejemplo de ello es como este elemento separa dos grandes zonas a ojos de sus vecinos. “Marcó su urbanismo. La ciudad del interior y del exterior. Eso es algo que aún se refleja en la psicología de los ceutíes. No es difícil escuchar a los más ancianos que viven en la zona exterior decir que bajan a Ceuta, es decir, a la parte de intramuros”, asegura Villada.

“Empieza, para todos los ceutíes que llevan años aquí, en el Puente Cristo. Recuerdo a mi abuela, que en paz descanse, me decía ‘vámonos a la ciudad’ porque de ahí en adelante era Puertas del campo”, añade Fernández.


Esta diferenciación se ha incorporado hasta en gestos tan cotidianos como los horarios de las farmacias de guardia. “A nivel oficial está en ellos. Si uno los ve, no pone avenida. Solo centro o exterior”, puntualiza.

Esta fortaleza en su día emergió como un pilar indispensable para la protección. Tiene una huella y aún cumple un papel en el presente en el que, en el imaginario de muchos, es parte de la propia idiosincrasia caballa.

“Creo que, a nivel de patrimonio, es identitario”, expresa Fernández. “A un niño de Ceuta se le pide que dibuje algo de ella y hay dos elementos de fortificación que siempre están en la mente de todos los ceutíes. El foso y el monte del Hacho”.

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