Intento imaginar en qué situación se encuentra el ser humano en relación con la Historia, y con su vehículo existencial, la naturaleza. ¿Estamos en el fin, o es solo el principio? ¿Es el futuro un espejismo? ¿Cómo titularán los libros de historia los días de hoy?
Intento imaginar al ser humano y se me ocurre una semejanza. Imagino al ser humano como un náufrago rodeado de mar salada por las cuatro partes. Confiado por una aparente prosperidad, el nadador se ha alejado de las tierras que son sus esencias; se olvidó de la conservación y del vocablo sagrado que es la perpetuación.
Se ha alejado de la orilla, y ahora las corrientes del egoísmo, de la ambición desmedida, de la ceguera al fin, lo han situado en mar abierto, rodeado por la inmensidad del gran azul; en una situación insostenible. ¿Hacia adonde emplear las energías?
El sol de justicia llenó de llagas el rostro del maldito, y la sequedad del aliento avisa de los peligros de la sed.
¿Existe alguna probabilidad de que aparezca por la espesura una tabla de salvación?
Pasan los momentos y la esperanza enflaquece; así que solo queda encomendarse al espíritu de la estrella mayor, cuya luz fue un día soplo de vida.
Al fin, al borde de la rendición, un ángel revestido con la luz naranja del sol tardío apareció en el escenario celeste. Dijo: “Has de saber que las leyes de la providencia no me permiten intervenir, salvo si hay belleza en la reparación”.
A lo que el náufrago expuso: “Medí mal la abundancia de las tierras, así como las esencias que vertebran el alma universal, y es ahora que te pido que ofrezcas tu mano de luz y me lleves de vuelta al suelo fértil y a sus orillas, que nunca debí abandonar”.
“¿Has hecho examen de conciencia? ¿Has hecho propósito de enmienda?”. “Sí”, respondió el ser humano.
Entonces, como si de un sueño se tratara, un brazo de luz guió al ser humano al punto de partida, y en el trayecto recordó los pasos que nunca se han de dar.
Al verse salvado suspiro de dicha, y sintiéndose en deuda le preguntó al ángel providencial. “¿Cómo agradecer tu mediación, cómo mejorar para no volver a necesitarte?
En este punto, el ángel se arrancó una pluma de su vestidura y se la entregó: “Reescribe con este obsequio los pilares que han de soportar el crecimiento del ser humano, y el itinerario a seguir hasta alcanzar la armonía con la naturaleza. Recuerda que el cielo quiso la escasez en el medio, pero al tiempo te dotó del ingenio necesario. La Historia fue hecha para aprender.”
El 25 de septiembre de 2015, 193 países nos comprometimos con los 17 objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, y su cumplimiento para 2030.
Los objetivos persiguen la igualdad entre las personas, proteger el planeta, y asegurar la prosperidad como parte de una nueva agenda, un nuevo contrato global que no deje a nadie atrás.
Es hora de actuar.
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