Me acaba de nacer, en Granada, un nuevo biznieto que será bautizado con el nombre de de Fernandito, como su padre y otro antepasado de éste. Entre mis pensamientos con motivo de su nacimiento hay uno que destaca sobre los demás. Pienso que acaba de nacer ese chiquillo y ya tiene que ocuparse de una misión especial; una misión que le corresponde a él, exclusivamente, y que la tiene que desarrollar a lo largo de toda su vida sin solución de continuidad.
Es su misión y la tendrá que llevar a cabo en esta tierra, aunque tenga presiones en contra. Toda persona tiene una determinada misión que debe llevar adelante con sus características personales. No puede olvidarse de ella ni dejar que otra persona se responsabilice se ella. aunque será conveniente - y hasta necesario en algunos casos - recabar las ayudas que estime necesarias pero sin que ello le exima de su responsabilidad. Parece que tratándose de celebrar la llegada a la familia de un recién nacido es exagerado hablar de sus responsabilidades; pero no es así sino de darnos cuenta, todos, de que hemos de ayudar a crecer a ese niño, a esa persona. Todos los seres humanos - mujeres y hombres - hemos llegado a esta tierra con la misión específica de amarnos, de ser solícitos con las necesidades de los demás, tanto las materiales como las espirituales, de ser apoyo firme y nunca terreno resbaladizo. Esa es la misión básica de todos los seres humanos, ser leales a la verdad y generosos en su entrega. Cada cual podrá elegir el camino profesional que considere más adecuado para sus aptitudes y posibilidades, pero sin olvidar, nunca, el amor a los demás seres humanos. La llegada de este niño a la vida, como la de cualquier otro, niño o niña. es motivo de reflexión muy importante sobre lo que cada uno de nosotros hemos hecho en la vida. ¿Cómo estamos cumpliendo la misión que cada cual tiene que cumplir? Es frecuente adoptar posturas alejadas de la responsabilidad que todo ser humano tiene para con los demás. Hay mucha gente que pasa hambre y que no tiene cubiertas sus necesidades; viven como pueden - generalmente mal - y no les ayudamos adecuadamente. Siempre se puede reconocer ese grave defecto y tratar de hacer lo posible para enmendar nuestra conducta, nuestra obligación para con los demás. No esperemos más. Lancemos fuera de nuestra mente y de nuestro corazón toda señal de egoísmo y afrontemos lo que nos quede de vida con un gran amor a los demás. Todos necesitamos de ese amor, desinteresado y fuerte, como el que los padres de Fernandito le van a dedicar a su primer hijo. Estoy seguro de todo ello porque todos, en el fondo, queremos dar amor a los demás.