Vivimos en una sociedad que presume de las libertades y de su estimado sistema democrático, bienes importantes para el desarrollo del ser humano, y que procuran una marca de distinción europea con respecto a muchas otras sociedades. Sin embargo, el hombre por su naturaleza es un ser inteligente y con voluntad, por lo tanto, esencialmente libre para actuar según su conciencia; siempre lo ha sido y lo será por ser una bellísima anomalía biológica y espiritual sin parangón en la historia de la vida y del universo.
Traicionar la conciencia propia no es algo muy recomendable pues procura una herida en el ánima con terribles consecuencias mentales y somáticas. Por eso, es preferible morir que vivir sin conciencia o sentido de la justicia; hay situaciones mucho peores que la muerte del cuerpo, la referida al alma es infinitamente peor.
No obstante, somos víctimas del enorme materialismo imperante, que conduce a un atroz individualismo y destroza la condición humana, separándola de los sufrimientos ajenos y de la solidaridad.
El brutal conformismo consumista endurece los corazones, y anestesia las conciencias, preparándolas para aceptar aquello que debería ser absolutamente inaceptable. Nos aleja de nuestra verdadera naturaleza y de la finalidad de la vida temporal. Europa ha vendido su alma al confort y al dinero, dimitiendo de todo noble ideal de justicia en el más amplio sentido de la palabra.
Victor Hugo, condenaba, con su bella literatura, al brutal sistema económico francés del siglo XIX, que dejaba en la miseria a muchas personas, a la vez que denunciaba un infame derecho penal dominado por desalmados. Sin embargo, es la fe de un hombre especial, un clérigo de elevada espiritualidad, el que logra “comprar” el alma del personaje central de la novela para la causa de la salvación.
El amor verdadero practicado con el prójimo, devuelve al camino correcto a Jean Valjean, personaje principal de la afamada obra maestra de la literatura francesa. Dicho de otra forma, para el autor francés, es el Altísimo, y su amor incondicional, la potencia capaz de obrar el cambio interior del ser humano.
Lo sagrado, como meta indispensable para liberar al hombre del sufrimiento vano, en su búsqueda de respuestas. La liberación del dolor, la enfermedad y la muerte en última instancia.
En el siglo XXI caminamos con pasos firmes y suicidas subidos al carro del racionalismo filosófico, un sistema de pensamiento que no cree en nada que no salga del intelecto humano o pueda demostrarse científicamente. Claro que todas las cuestiones incómodas, y sin explicación científica, que pueden llevar al ser humano a preguntarse seriamente su trascendencia, las margina y desacredita. Al racionalismo político, solo le preocupa el bienestar social como un peaje necesario para evitar consecuencias peores en el corpus social que desestabilicen el sistema.
"Lo sagrado como meta indispensable para liberar al hombre del sufrimiento vano, en su búsqueda de respuestas"
Nos convierte en un accidente biológico, un capricho de la evolución sin fin ni propósito, y a la bella naturaleza que nos rodea, en algo similar, sin otro valor que servir a los fines socioeconómicos, y para alimentar el ocio y la sanación de tan perniciosos estilos de vida alienantes y acelerados. Es una supremacía animal para la dominación y la explotación, ya no tanto para cuidar, admirar y amar, que quedaría en los buenos deseos de aquellos románticos que se resisten al inevitable avance de la economía de mercado. Una insana invitación para motivarnos a hacer todo aquello que se nos antoje sin tener en cuenta los costes espirituales, sociales, económicos o ecológicos que sean.
Al fin y al cabo no hay nada sagrado, lo único importante es vivir esta vida lo mejor que se pueda. Quizá haciendo lo fácil, querer a los que me quieren, y dejar que pase la vida con el mayor confort y conformismo que se pueda, con la única meta de cumplir el mayor número de años. Puede que un poco de culto sagrado venga bien para limpiar un poco la conciencia. Últimamente, se ha puesto de moda la práctica de filosofías orientales con la intención de sanar el cuerpo, lo único importante.
También llaman la atención las nuevas creencias deístas, que desarrollan una idea propia del ser supremo para todos los gustos, y adaptado a todos los estilos de vida. Así no molesta al sacrosanto individualismo, que queda a salvo de ideas tan revolucionarias como el decrecimiento económico, o de las nuevas formas de economía sostenible y relaciones sociales basadas en el amor.
En este ambiente social, no es extraño que la mentira, la injusticia, la inmadurez e irresponsabilidad campen a sus anchas. En la Ceuta de hoy tenemos que soportar bastantes purgas con todos estos ingredientes. La agenda ambiental de Ceuta está detenida en el tiempo, no avanza, y lo peor es que están de acuerdo los dos estamentos políticos (Estado y Ciudad) con el insano complot de las empresas extractivas de fondos públicos. Debemos denunciar estos hechos con constancia y moderación, nunca sin la contundencia que merecen; de nada sirve criticar sin aportar, sin embargo, de eso no nos pueden acusar. No nos cansaremos de indicar que estamos bien dispuestos a contribuir corresponsablemente a estas causas, y estamos a la disposición de las administraciones competentes para aportar nuestros conocimientos. Después de tantos años de denuncias y luchas, continuamos con los mismos problemas crónicos, que entendemos derivados de una forma inapropiada de abordar los asuntos del medio natural y del medioambiente en particular.
"Miserables. El término se refiere a la gestión política, nunca a las personas, y siempre con el sano afán de despertar conciencias"
Debido al tiempo transcurrido, y atendiendo a los escasos progresos ambientales significativos desarrollados en nuestra ciudad, percibimos un estancamiento crónico que impide el avance de Ceuta en estas materias. Por todo ello, pensamos honestamente que se practica una gestión miserable de estos asuntos.
El mismo adjetivo se puede aplicar al comportamiento generalizado hacia la cuestión ambiental de todo el arco político en la asamblea; de la misma forma se puede aplicar de miserable, al total desinterés por recabar la opinión de las asociaciones en defensa de la naturaleza; lo es también que no se desarrolle la Agenda 21 local de Ceuta, después de haber sido aprobada por todo el pleno; desatender a las denuncias que se hacen es también miserable; persistir en la injusticia ecológica y en el incumplimiento de la ley de vertidos al mar es muy miserable, la propia actitud de todas las empresas públicas y privadas implicadas en este desagradable asunto de los vertidos al mar merecen la misma aplicación del término; y pretender, explotar el sector de ocio y de turismo en sin ordenar previamente el litoral, es además, un comportamiento irresponsable y pueril; saber y conocer que el litoral, y los fondos marinos de Ceuta son una maravilla natural, y tener espacios protegidos en el mar sin ordenar, y no hacer nada al respecto de la gestión desde hace más de veinte años, es profundamente miserable.
La lista podría continuar, pero criticar es fácil, construir y ayudar es más complicado. No obstante, en pocas ocasiones se han aceptado nuestras aportaciones, ni parece que se haya entendido el sincero interés por contribuir al avance de la gestión ambiental en Ceuta.
El término miserable se refiere a la gestión política, nunca a las personas, y siempre con el sano afán de despertar conciencias adormecidas en todos estos asuntos de interés común.
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