Categorías: Opinión

Miserables

El PP ha salido en tropel a presumir de su gestión en materia educativa en nuestra Ciudad. Todos los cargos públicos disponibles, y sus primitivos corifeos, han rellenado la pasarela mediática relatando loas y alabanzas a diestro y siniestro.

El PP en Ceuta se ha terminado convirtiendo en una mezcolanza de cinismo e irresponsabilidad repugnante. Su desfachatez no encuentra límite. La absoluta convicción de que ganarán eternamente las elecciones, hagan lo que hagan, les ha hecho perder el más elemental sentido del pudor y de la responsabilidad.
Lo que está sucediendo en nuestra Ciudad en el ámbito educativo es un escándalo mayúsculo que sólo la enfermiza indolencia de esta Ciudad impide que derive en una auténtica sublevación. El proceso de desmantelamiento y precarización del sistema público de educación infunde pavor. El concepto elitista de la enseñanza que inspira el modelo educativo de la derecha, aplicado en una Ciudad como Ceuta (paradigma de la complejidad), tiene efectos demoledores. Para los cavernícolas ideólogos del PP, la formación del profesorado, la innovación pedagógica, la atención a la diversidad, la ponderación adecuada de la carga lectiva del profesorado y del alumnado, la correcta configuración del grupo de discentes, la educación en valores, la vinculación de los proyecto educativo con el entorno social, y el resto de elementos fundamentales sobre los que se debe diseñar una estrategia educativa moderna, son ñoñerías de pedagogos progresistas absolutamente innecesarias. Su ideal pedagógico es un maestro, sobre una tarima, con cincuenta niños en clase y una regla. El que supere la yincana que “suba de curso” y el que no sirva “que aprenda un oficio”. Para los que tengan talento (o dinero, que para ellos es equivalente) siempre queda la enseñanza privada. Muestran un absoluto desprecio a la función docente propio de zotes e ignorantes (para ellos los profesores son “unos flojos” que trabajan poco y tienen muchas vacaciones).
Partiendo de estas lúgubres premisas, y con su impertinente justificación económica (blandiendo la crisis como un mantra que evita más argumentación), todo parece normal. Las aulas están masificadas hasta la obscenidad. El horario lectivo del profesorado se ha recargado hasta situar al profesorado al borde una un fatiga psicológica cuasi patológica. Las medidas de atención a la diversidad se han reducido hasta prácticamente su desaparición. Los horarios para atender tareas complementarias de naturaleza pedagógica se  han recortado hasta la mínima expresión. Todas y cada una de las funciones y  dimensiones que constituyen el sistema se han visto negativamente afectadas, desordenadas o destrozadas. Además del componente ideológico, este lamentable deterioro se ve agravado por una inexplicable falta de respeto por parte de los responsables ministeriales, para los que Ceuta representa una pegajosa molestia que les afea sus estadísticas (el mayor índice de fracaso escolar de España se producen en su único territorio de gestión), y cuya responsabilidad imputan directamente al profesorado, al que consideran muy poco involucrado. Cada decisión que se toma en el cetro de operaciones es un nuevo mazazo.
Las nefastas consecuencias de este insultante desdén institucional tienen su prolongación en los gestores educativos locales que exhiben una ausencia de responsabilidad inconcebible. Han sembrado el más sórdido caos jamás conocido y han salido huyendo. Viven refugiados en un mundo paralelo ajenos por completo a cuanto sucede en los centros. Sus prioridades están radicalmente alejadas de la enseñanza. Se dedican a resolver sus cuitas personales, exorcizar sus complejos y manosear sus vanidades.
Este es el resumen de la educación en Ceuta. En los centros, sobreviven los alumnos hacinados, atendidos por profesores fatigados, hostigados, incomprendidos y desanimados; paliando como buenamente pueden los duros golpes que asestan desde Madrid, y soportando con infinita paciencia  los caprichos y necedades de una administración local tan incompetente como engreída. Pero lo más indignante es que nada de esto es ignoto. Todas las personas que tienen algún tipo de relación con el mundo educativo son perfectamente conscientes de esta realidad. El PP tendría a su alcance solucionar una parte importante de los problemas enunciados, al menos los que son estrictamente locales (los ideológicos es más complicado); pero no lo hacen por puro egoísmo. Anteponen sus propios intereses de partido (relacionados con la dinámica interna de poder) a los de miles de ciudadanos ceutíes que pagan en términos de fracaso escolar su felonía. Y para revestir de una cierta honra su indefendible postura, desencadenan una furibunda campaña de propaganda tan falsa como ofensiva. No sé si se puede ser más miserable.

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